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LA CASA ESPIRITUAL y el SACERDOCIO DEL CREYENTE


Parte 1

EL TABERNACULO DE MOISES 

"Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos. Conforme a todo lo que yo te muestre, el diseño del tabernáculo, y el diseño de todos sus utensilios, así lo haréis" (Exodo 25:8-9).

Este mandamiento de Dios fue dado a Moisés para tener Su morada en medio de Israel.  Después moró en el Templo de Salomón (2 Crón. 6:3-6). Y a su debido tiempo envió a Su Hijo (Juan 1:14). Entonces la gloria Shekinah de Dios fue manifestada en Su cuerpo. 

El diseño de todo el conjunto del tabernáculo de Moisés tuvo dos áreas:  el atrio, y la estructura del santuario. Las entradas del atrio y del santuario miraban hacia el este. Primero estaba el altar del holocausto en el atrio, y luego el lavatorio de bronce.  El ingreso al santuario era al Lugar Santo que contenía la mesa de los panes a la derecha, el candelero de oro (o candelabro) a la izquierda, y el altar del incienso delante del velo (o cortina) al final.  Escondido detrás del velo se encontraba el Santo de los Santos ( o Lugar Santísimo), el cual albergaba el arca del Pacto.  Cada mueble habla de Cristo: el altar de bronce, es Su muerte sacrificial por nosotros (Ro. 3:25; 1 Jn 2:2); el lavatorio, es El con Su palabra limpiándonos (Jn 13:2-10; Ef. 5: 25-27); el candelero de oro,  es Su iluminación a nosotros (Ap. 1:13); la mesa de los panes, es Su sustento a nosotros (Jn 6:27,59); el altar del incienso, es Su intercesión por nosotros (Jn 17:1-26; Heb. 7:25); el velo, es Su cuerpo que se rompió por nosotros (Heb. 10:20); y el arca del Pacto, es Su humanidad y deidad en medio de nosotros.

El tabernáculo fue el lugar de reunión  de Yahwéh con los hijos de Israel (Ex. 29:42-46) y la tienda de la revelación divina donde el Señor declaraba Su voluntad a Moisés. (Leer Números cap. 17). Todo el recinto era el ministerio del Pacto de Dios, para que Su pueblo fuera un sacerdocio santo en la tierra,  preanunciando al Señor Jesucristo como el templo y el ministro de nuestra salvación. El sacrificio de los animales cada día, en el altar de los holocaustos nos revelan la Gracia y el poder de Su muerte en la cruz, que nos convierte en hijos y morada de Dios. Jesucristo es "aquel verdadero tabernáculo que construyó el Señor, y no el hombre" (Heb. 8:2).


"EL TABERNACULO DE LA CASA DE DIOS

Observa estas dos frases usadas para el Tabernáculo de Moisés:  "la casa (Heb: beth) del Señor" (Ex. 23:19) y "el tabernáculo (Heb: mishkan) de la casa de Dios" (1 Crón. 6:48).  Es interesante notar cómo el Espíritu de revelación en Su sabiduría ha inspirado a escribir la forma que tenía.  Nos corresponde ver un tabernáculo en el que realmente moraba Dios, así como  se habita una casa; era un palacio dentro de un castillo.

La palabra "mishkan" en hebreo habla del lugar de morada o habitación que contiene la Presencia de Yahwéh en la Luz, llamada Shekinah. En el Nuevo Testamento, vemos expresado:  "el templo (Gr: naos) del tabernáculo (Gr: skene) del testimonio" (Ap. 15:5), donde "naos" es el propio santuario y "skene" es el diseño de todo el edificio, incluyendo el atrio (patio) exterior. 

ENTRE LA  ENTRADA  Y  EL  ALTAR

La descripción del tabernáculo de Moisés nos muestra al Señor Jesucristo. La puerta del atrio exterior conducía hasta el cordero sacrificado en el altar del holocausto y hacia el lavatorio de bronce. Podemos ver en el atrio exterior la sangre, la muerte y la sepultura del Hijo del Hombre donde los hijos de Dios somos bautizados por el Espíritu Santo. El evangelio de Dios es que recibamos por fe que el Salvador unificó nuestro cuerpo con Su cuerpo, cuando fue crucificado (2 Co. 4:10
). Después de morir con Jesucristo, resucitamos con El. Entonces nos introdujo al Lugar Santo de Su Espíritu de sabiduría para perfeccionarnos en Su palabra (Col. 2:12) y asimismo nos ascendió con El al Lugar Santísimo en el Cielo de Dios, donde nos transforma a Su imagen (Ef. 2:6).

La puerta exterior representa la fe del creyente, confesando con su boca que Jesucristo es Su Señor y Salvador. Entre la puerta de la fe y el  altar de la cruz, se debe arrepentir de sus pecados. Todo el exterior del tabernáculo prefiguró el cuerpo de Jesucristo en unidad con el santuario de Su Espíritu. Es la humanidad de Jesús el Hijo del Hombre y la plenitud de Dios encarnada en El, para darnos vida eterna (Jn. 3:16). El altar del holocausto es la cruz donde Jesús padeció el  Juicio de Dios al pecado.  El cordero del sacrificio es Su cuerpo que murió crucificado para regenerarnos con Su Justicia. El lavatorio de bronce es el sepulcro donde nos introdujo en el reposo de Dios. El agua del lavatorio es el lavamiento del perdón de pecados al bautizarnos en Su Nombre Jesucristo, y la santificación que recibimos por la revelación de Su palabra (Ef. 5:26-27). La unión con la muerte del cordero inmolado y con Su resurrección es el vestido de boda del nuevo nacimiento, que Dios nos demanda a Sus hijos. Y para ser uno con Su Hijo Amado hay que creer y obedecer las tres palabras del evangelio de Hechos 2:38, porque son el revestimiento poderoso de la sangre, el agua y el Espíritu de Jesucristo en todo nuestro ser (1 Jn. 5:8).

La naturaleza humana de Jesús en el evangelio nos convierte el alma en un alma como la Suya. 'Un niño nos es nacido' (Is. 9:6). Ahora tenemos por Su palabra una nueva vida humana con la Divinidad de Cristo encarnada en ella, porque 'El Hijo nos es dado' (Is. 9:6). Eres renacido en forma completa y hecho uno con Cristo (Mt. 25:10; Jn. 14:21-23 y 1 Co. 12:13). Esta es la adopción de Hijo de Dios y las arras de nuestra gloria venidera, hasta la redención total de la posesión adquirida por la sangre de Cristo.

Jesucristo glorificado es el arca y el trono de Dios en el Lugar Santísimo del tercer cielo (Ap. 4:2). El se sacrificó sobre el altar de Juicio al pecado en la cruz del Calvario por todos los seres humanos y por la creación terrestre. Si tú querido lector has creído, entra por fe en el tabernáculo Jesucristo a través del evangelio predicado por el apóstol Pedro en el día de Pentecostés, para nacer de nuevo y ser adoptado como Hijo de Dios por el Padre Eterno.

"Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el Nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hch. 2:38).  

"Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que fuésemos hechos Justicia de Dios en él" (2 Co. 5:21).

Ahora, nuestra persona (el alma) como rey y sacerdote debe permanecer en el Lugar Santo del Espíritu de Dios y obtener Su sabiduría y conocimiento. El Espíritu es el poder del creyente renacido para no andar conforme al ego de la carne. Nos revela la mente de Cristo en nuestra mente y Su sentir en el corazón (Ver Salmo 27:4 - Ro. 6:4 y 8:1 -  Col. 2:12).

LA CASA Y EL SACERDOCIO  DEL CREYENTE

Cristo es la casa espiritual y el sacerdocio de los Hijos de Dios (Ap. 21:22). Su ministerio de Apóstol y Sumo sacerdote nos conduce a cada uno de Sus escogidos vírgenes prudentes. En forma colectiva y en unidad fraternal nos edifica como la Ciudad Santa, Nueva Jerusalén de Dios. Los atributos, dones y frutos de Su Espíritu son los lugares celestiales donde mora el verdadero creyente. 

La fe en Su sangre y el arrepentimiento de pecados nos justifica  y regenera. El Juicio de Dios al pecado en Su muerte de cruz nos santifica mediante el bautismo en Su Nombre Jesucristo. Después, en el atrio interior  - el Lugar Santo del Espíritu de Dios - nos revela Su mente, representada por el candelero de oro. 

El Lugar Santo es el atrio interior de Su amor, poder y sabiduría en nuestro espíritu. Nos provee la vida nueva de resurrección espiritual, el pan de Su palabra, la adoración al Padre, la intercesión unos por otros en el altar del incienso y la renovación de nuestro entendimiento, con el candelero luminoso de Su mente. En el santuario del Espíritu experimentamos nuestro sacerdocio en Cristo Jesús, con el cual nos presentamos al Padre en el Lugar Santísimo del tercer cielo.  

'Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios" (Col. 3:3). 

"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales (espirituales) en Cristo (Ef. 1:3)."

"Y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús" (Ef. 2:6). 

Los santos Novia somos a través de Cristo la casa y la morada de Dios, porque "...el que se une al Señor, un espíritu es con él" (1 Co. 6:17) y El es " el santuario de las moradas del Altísimo" (Salmo 46:4). Entonces debemos proceder diligentemente, en obediencia al mandato de 1 Pedro 2:4-5 que dice:  'Sed edificados como una casa espiritual'. 

"¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios" (1 Co. 6:19-20).

Amados creyentes del evangelio: Tomad por fe la mente de Cristo y los atributos divinos de Su justicia y santidad en el corazón para ser la casa y el sacerdocio de Dios. Jesucristo es el modelo perfecto que ya fue hecho como nuestra vocación espiritual y Dios Mismo es el Arquitecto y Constructor.

"Del río sus corrientes alegran la ciudad de Dios, el santuario de las moradas del Altísimo.  Dios está en medio de ella; no será conmovida. Dios la ayudará al clarear la mañana" (Salmo 46:4-5).

Los creyentes que son 
el verdadero Cuerpo de Cristo son la Ciudad Santa, Nueva Jerusalén. Este Cuerpo es de naturaleza divina. No es la gran colectividad humana de cristianos de diferentes denominaciones, porque no poseen el bautismo del Espíritu Santo en la gloria Shekinah de Cristo (2 Co. 5:1), a causa de no haber renacido completamente. Se han estancado en su gestación espiritual por incredulidad y conformismo, como Israel en el desierto. Veamos otra vez los bienes espirituales del Hijo de Dios, porque conocerle a El es la forma de edificar el sacerdocio en nuestra alma y la casa de Dios en nuestro espíritu.

El arca en el Lugar Santísimo del Cielo de Dios y en nuestra alma es Cristo Jesús. El Lugar Santo es la plenitud del Espíritu Santo en nuestro espíritu, que nos ilumina con el candelero de oro de Su mente y nos perfecciona el entendimiento con Su sabiduría. El atrio exterior es Su humanidad Hijo del Hombre que nos imparte Su sangre en el cuerpo, para nuestra justificación (ver Ro. 12:1-2). El agua del lavatorio es el bautismo del evangelio y la revelación profética que santifica todo tu ser : alma, espíritu y cuerpo (ver Heb. 10:22 y Ef. 5:25-27).

"No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino" (Lc. 12:32).

"Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal" (2 Co. 4: 10-11).

"Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan en uno" (1 Jn. 5:8).



Parte 2

LA GLORIA SHEKINAH 

Sobre el asiento de la misericordia (más correctamente llamado la cubierta de misericordia) y "entre los dos querubines que están sobre el arca" del Pacto, se manifestaba la gloria Shekinah de Dios.  Aquí fue donde Dios le reveló Su palabra a Su siervo Moisés.  El le hablaba desde adentro de la gloria Shekinah.  Entonces, a raíz de esto, debemos entender que el arca del Pacto habla proféticamente del Verbo de Dios, viniendo a morar en un tabernáculo de carne. 
 
"Si bien el Altísimo no habita en templos hechos de mano, como dice el profeta: el cielo es mi trono, y la tierra el estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificaréis? dice el Señor; ¿O cuál es el lugar de mi reposo? ¿No hizo mi mano todas estas cosas?" (Hechos 7:48-50).

Hace ya más de dos mil años que Jesús fue concebido del Espíritu Santo en el vientre de la virgen María.  Era la concepción de Dios destinada a construir para Sí Mismo una casa no hecha con manos.  Jesús era el tabernáculo que Dios destinó para que la gloria Shekinah de Su plenitud divina morara en El a su debido tiempo (Hebreos 9:11; 8:1-2).  Después de Su nacimiento, creció en estatura y en sabiduría (Lucas 2:40,52).  Así como el tabernáculo de Moisés donde la Presencia de Dios, en forma de nube, vino y llenó el edificio solo en el día señalado cuando estuviera completo y el mobiliario estuviera en su lugar (Ex. 39:32-43; 40:1-38) así también fue con el verdadero tabernáculo de Dios, Jesucristo, cuando el Espíritu de Dios, sin medida, vino a la hora señalada para morar en El después de Su bautismo en agua. 

"También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él.  Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquel me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ese es que el bautiza con el Espíritu Santo.  Y yo le vi, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios." (Juan 1:32-34). 

Entonces, la gloria Shekinah de Dios vino para manifestarse en la carne y habitar en medio del pueblo (Juan 1:14).  Dios moró dentro del pueblo en el tabernáculo de la carne de Jesús.  La carne de Jesús era el velo.  Jesús, como el arca del Testamento, hospedaba la gloria Shekinah de Dios.

"Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro  del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre...

Los cuales (sacerdotes terrenales) sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole:  

Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte. Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas" (Hebreos 8:1-2, 5-6).

Proveniente de la gloria Shekinah de Dios en el corazón de Jesucristo, vino la Voz de Dios a Su pueblo, Israel.  Habló a través del velo de la carne.  No había necesidad de que un profeta mediara entre El y Su pueblo.  Jesús era el Mediador (1 Tim. 2:5).  El era el Mediador de un mejor Pacto (Heb. 12:24).  Sin embargo,  "Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios es uno" (Gál. 3:20). Fue hablando que Yahwéh se reveló a Sí Mismo, aunque escondiéndose de los sabios y prudentes.  La carne de Jesús era Su velo.  Detenía la carnalidad para que no pudieran reconocer la divinidad que había adentro.  Los hombres carnales solamente podían ver a un "buen" hombre,  porque al igual que el altar del incienso estaba ante el velo del Lugar Santo, así también la Vida de Cristo era un dulce aroma,  no solo a Dios sino a toda la gente que entraba en contacto con El.  Y así como el candelero de oro arrojaba su luz sobre la mesa de los panes en el Lugar Santo, también Cristo era la Luz de la Vida, Quien vino a dar el Pan de Vida.  La gente religiosa solo podía ver la apariencia externa del hombre Jesús y se maravillaban preguntando: "¿Qué clase de hombre es este?" que vuelve el agua en vino, que calma tormentas, que hace a los paralíticos caminar,  a los mudos hablar y tantos otros milagros.  Ellos continuarían en su antigua edad religiosa y en sus caminos tradicionales.  Pero a Sus elegidos,  Dios Se revelará por medio del Espíritu de revelación, hasta que ellos digan como Pedro dijo: "¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Viviente!" (Mateo 16:13-16).

EL LUGAR SANTISIMO

Bajo el asiento de la misericordia, en el arca del Pacto,  estaban las tablas del Pacto o del Testimonio, que contenían la ley (Ex. 25:16).  Mas tarde fueron agregados el recipiente de oro con el maná y la vara de Aarón que reverdeció (Heb. 9:4 - ver Ex. 16:33-34; Núm. 17:10-11). Todo esto simbolizaba a Cristo como el arca de seguridad en el Pacto de Gracia.  Cualquiera que entra en El será librado de la ira de Dios que está siendo derramada sobre el pecado.  En Cristo fue la ley hecha perfecta, porque El era el Verbo que la dio y la cumplió.  El era el maná que descendió del cielo y como la vara que estaba muerta y resurgió a la vida, El fue la resurrección y el cetro de la Vida.  El era la Vida, y el pecado y la muerte no pudieron corromperlo.

En el libro de Hebreos, capítulos 9 y 10,  Pablo hizo un contraste entre el Antiguo y el Nuevo Pacto.  El Antiguo Testamento en sí mismo era puesto en vigor por la sangre rociada de las bestias sacrificiales sobre el Libro de la Ley, el pueblo, el tabernáculo y su mobiliario. La Ley es nuestro maestro. Esta condena al pecado. Y el pecado lleva a la muerte.  

La sangre señala la muerte y la vida - muerte de un sacrificio pero vida a lo que toca - "sin derramamiento de sangre no hay remisión".  

Por tanto, la sangre de los sacrificios literalmente mantenía con vida a los hijos de Israel, el pueblo escogido de Dios. Mientras el tabernáculo de Moisés refleja la asamblea de los verdaderos adoradores en el Cuerpo de Cristo,  que es el Israel Espiritual,  la sangre del Cordero purga y redime a todos los elegidos de Dios como un pueblo.  Todos estos son patrones de cosas celestiales sobre las que Cristo, como el Sumo Sacerdote,  entrando en el Cielo de Dios una vez y por todas roció Su sangre,  perfeccionando para siempre a aquellos que están consagrados y hechos santos.  Amén. 

Pero observa, mientras los cuerpos de las bestias sacrificiales que fueron muertos en el día de la expiación eran sacados del tabernáculo para ser quemados,  su sangre era llevada al templo (o santuario) - (Lev. 16:27).  De la misma manera, Jesús, el Cordero de Dios fue tomado, crucificado y sepultado fuera del campamento de la ciudad de Jerusalén (Heb. 13:11-12),  pero El,  como Sumo sacerdote, introdujo Su propia sangre en la eternidad  para presentarla delante de Yahwéh, Su Padre Celestial (Juan 20:17).  Cristo Jesús,  habiendo entrado en el Cielo, ahora está sentado a la diestra del poder (Col. 3:1). 

"Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad" (Col. 2:9). 

A fin de que la gloria Shekinah de Dios, introducida en Cristo Jesús (el Verbo - Arbol de Vida - hecho carne),  pudiera ser derramada sobre un pueblo predestinado, el cuerpo de Jesús (el velo) debía primero ser roto y abierto para liberarla. Jesús, hablando de Su cuerpo, dijo:  "Destruid este templo, y en tres días lo levantaré" (Juan 2:19,21).  Otra vez, dijo, "Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre" (Juan 10:17-18). Por lo tanto,  por medio de este "camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne" podemos entrar corporalmente al Lugar Santísimo por la sangre de Cristo (Heb. 10:19-20). ¡Aleluya!  A causa de la sangre de Jesús, que quitó nuestro pecado,  ahora podemos entrar en el Lugar Santísimo y tomar de la Vida de la gloria Shekinah de Dios. ¡Alabado sea el Señor! Se cumplió como Jesús dijo, "Nadie viene al Padre, sino por mí" (Juan 14:6b).  Por medio del Espíritu de revelación, el apóstol Pablo lo escribió, y por el mismo Espíritu, el apóstol Juan, quien fue tomado al segundo cielo, lo vio.  Juan dijo:

"Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo..." - Ap. 11:19a.

"Después de estas cosas miré, y he aquí fue abierto en el cielo el tabernáculo del testimonio;" - Ap. 15:5.

"Y el templo se llenó de humo por la gloria de Dios, y por su poder..." - Ap. 15:8a.

Amado,  ¿has visto lo que Juan vio y lo que Pablo escribió? ¿has visto la Luz? ¿has recibido el Espíritu de revelación y entrado en el reino del segundo cielo? ¿has probado la savia de Su gloriosa Vida?  Los hijos de Aarón (el Sumo Sacerdote),  quienes ministraban en la segunda dimensión del tabernáculo de Moisés,  no pudieron ver lo que ocurría detrás del velo. Pero a nosotros,  quienes somos los hijos de Dios, nos es dado el privilegio de ver lo que yace más allá del velo, porque nuestro Sumo sacerdote Cristo Jesús ha roto el velo de Su cuerpo y nos ha revelado la gloria Shekinah de la plenitud divina.

CONCLUSION

"Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego" (Ap. 10:1).

Cristo ha descendido a los Hijos de Dios en este tiempo finalantes del arrebatamiento (ver Mt. 25:6,10 y 1 Tes. 4:16). Tiene como propósito reunirnos con El en los lugares celestiales de Su naturaleza divina (Jn. 14:1-3). 

"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de El" (Ef. 1:3-4).

Así como desde el interior del arca, Cristo le revelaba Su palabra a Moisés para que le hable a Israel, ahora El le revela Su palabra al verdadero ministerio quíntuple de Su Iglesia (1 Tes. 4:16 y Ef. 4:11). Esta visitación actual es la unión de matrimonio del Esposo con los renacidos santos Novia, para perfeccionarlos en Su palabra, transformarlos en Su Esposa y edificarlos como la casa espiritual y el sacerdocio del Cuerpo de Cristo.

"...El esposo vino; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta" (Mt. 25:10).