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EL RASTRO DE LA SERPIENTE


'Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado' (Is. 58:1).

La ley del pecado y de la muerte

Hay un enemigo invisible contra el  alma del creyente, como vemos en la lectura de todo el capítulo 58 de Isaías. Y en el Nuevo Testamento queda plenamente al descubierto.

'Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. 

Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?

Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado' (Jn. 8:32-34).

'Pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros' (Ro.  7:23).  

'Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte' (Ro. 8:2).  

El alma es nuestra personalidad. Cuando Pablo dice la ley de mi mente se refiere a la ley de Cristo en unidad con su alma. En el creyente renacido, su alma en Cristo posee Su Yo Soy (Gál. 2:20). El espíritu es el hombre interior, el cual no es un pecador. 'Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios (Cristo) permanece en él y no puede pecar porque es nacido de Dios' (1 Jn. 3: 6-9). 'Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios (Cristo) le guarda, y el maligno no le toca' (1 Jn. 5:8).  El enemigo del alma y del espíritu es la ley del pecado y de la muerte en el cuerpo humano.  Esta ley es el yo exterior, el ego de la carne que se introdujo en el cuerpo del hombre y su mujer cuando pecaron en el huerto del Edén, y tomó sus almas en cautividad. Fue cuando comieron el mensaje falso de la serpiente con sus mentes y con sus cuerpos. 

Al entrar en sus almas ese mensaje, el yo interior de sus personalidades se pervirtió y se convirtió en egoísmo animal, terrenal y diabólico (ver St. 3:15). La palabra ley indica la fuerza o poder del pecado. Sus características principales son la incredulidad y el orgullo. Pero, al mismo tiempo también es miedo, cobardía e inseguridad (1 Jn. 4:18). La ley del pecado ha conducido a la rebelión contra Dios a todo el género humano, porque está cautivo de ella y en un estado natural caído. Pero,  todo individuo y pueblo que se llama 'creyente' es llamado rebelde por Dios, cuando no crucifica su pecado por medio de la muerte de Jesús en la cruz. El pecado es la raíz de la carnalidad, también llamada el viejo hombre en Ef. 4:22 y la naturaleza humana caída en el cuerpo físico del hombre exterior, de 2 Cor. 4:16.

El libre albedrío 

Muchos creyentes están equivocados o aún ignoran el uso correcto de la libertad de la voluntad humana, a lo cual conocemos como el libre albedrío. Cuando Dios creó a los ángeles y al hombre  puso en sus almas, es decir, en su yo interior, la fe y la voluntad con libre albedrío. De la palabra de Dios salió la fe que les dio. Es Su fe perfecta (Ro. 10:17) para creer en El y hacer Su divina voluntad. '...y esto no de vosotros, pues es don de Dios' (Ef. 2:8). Por medio del don de la fe, el creyente tiene la facultad de obedecer voluntariamente al Creador, porque no creó a los ángeles y al hombre como autómatas. Así es que el verdadero creyente tiene el libre albedrío crucificado en la muerte de Jesús, para que su voluntad pueda operar en unidad con Cristo, y no de acuerdo a la carne. 

'Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, mas conforme al Espíritu' (Ro. 8:1).   

La fe de la que estamos hablando aquí es la fe de Dios. Su fe no es la religión del mundo iglesias, sino que es la revelación divina de Su palabra para unirnos con Cristo el Arbol de la Vida. Pero, la voluntad mezclada con el libre albedrío no sujeto al Señor se puede desviar de la fe de Dios y hacer mal uso del árbol de la ciencia del bien y del mal. El Arbol de la Vida es la mente de Cristo. El árbol de la ciencia es la mente humana, y ambos árboles están unidos en el alma-espíritu y cuerpo del creyente renacido. Con las facultades de la mente humana, que son la conciencia, la imaginación, la memoria, el afecto y la razón toda persona debe elegir entre el bien o el mal. 'He puesto delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal...' (Dt. 30:19). Así fue con los ángeles y con el hombre, y lo sigue siendo hasta hoy.

Tres cielos y siete dimensiones

Dios manifestó físicamente a los ángeles antes que al hombre en el tercer cielo o séptima dimensión, donde está Su Divina Majestad. Luego, en el segundo cielo o sexta dimensión ordenó un arcángel al mando de una gran multitud de ángeles, para proteger y gobernar desde allí sobre el primer cielo. El segundo cielo es el espacio estelar y el primer cielo es la atmósfera terrestre.  Hay siete dimensiones dentro de tres cielos. La quinta dimensión es el infierno, pertenece al primer cielo y se encuentra en las profundidades de la tierra. Después de la caída de satanás y de sus ángeles, ese lugar se convirtió en su morada y destino transitorio para ellos y las almas humanas sin Cristo. La cuarta dimensión es el espacio que está sobre la tierra. Es usada por la ciencia espacial, la tecnología satelital, las ondas sonoras, los rayos X, las reacciones químicas y diversos descubrimientos científicos del hombre. 

Las otras tres dimensiones son la materia terrestre, la luz o energía y el tiempo. Es decir,  que en el primer cielo hay cinco dimensiones. El ser humano común en la tierra es consciente de cuatro dimensiones del primer cielo, a través de sus sentidos mentales y físicos. Los creyentes espirituales, además de participar de esas cuatro dimensiones, viven por fe en la sexta dimensión del segundo cielo, en el Paraíso de Dios (ver Heb. 12:22). Es el Lugar Santo de la vida en el Espíritu, prefigurado en el tabernáculo de Moisés, donde se renueva y perfecciona su entendimiento espiritual con la mente de Cristo. Ellos también tienen acceso al Lugar Santísimo (Heb. 10:19-21), en la séptima dimensión del tercer cielo, por medio de Cristo Jesús. Desde allí, en el trono de Dios, con Su apostolado y Sumo sacerdocio gobierna a Su verdadera Iglesia (Ef. 2:6-7 y 4:11; Heb. 10:1; Ap. 4:1:2). 

En cuanto a la quinta dimensión infierno es donde opera el maligno satanás, y abarcando el aire o atmósfera terrestre influye sobre la humanidad (Ef. 6:12) para que caiga en el abismo sin fondo. El abismo es una estructura espiritual demoníaca en la tierra, donde reina el engaño de satanás.  A muchas almas sin Cristo que han caído en ese pozo les espera el infierno, porque se han  entregado a la mentira y a la maldad espiritual que reinan allí.

El origen del pecado

¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo' (Is. 14:12-15).

'Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad'  (Ez. 28-14-15). 

Estas escrituras de la Biblia contienen la historia del origen del pecado en el corazón del ángel Lucero, como consecuencia de cuestionar la fe de Dios (que es la sabiduría y la revelación divina) por el uso incorrecto de su libre albedrío y de la ciencia del bien y del mal. Juntamente con haber conocido la sabiduría de Dios y la ciencia del bien, la criatura angelical también tuvo muy alto poder y dominio que recibió del Señor. Encontró que el único límite de su reino era el Reino de Su Creador, al cual debía estar sujeto como Su siervo. Cabe mencionar aquí que los ángeles no son hijos, sino siervos de Dios. Pero se aburrió de ello y se hartó de la sabiduría del bien y de obedecer la voluntad de Dios, con lo cual tenía a su cargo la creación terrestre. 

Haciendo uso incorrecto de su libre albedrío, pensó que para llegar a ser semejante a Dios tenía que obtener la sabiduría del mal, además de la sabiduría del bien. Aquí vemos la soberanía del Creador de haber creado el bien y el mal, para descubrir a los que no serían Suyos voluntariamente. Porque El es santo y Su Reino es autoridad y orden, tiene que probar a Su creación, dándole que elija voluntariamente lo bueno, o lo malo.  Y lo malo no puede permanecer en Su Presencia (ver Ap. 21:27). Fue dentro de esa prueba que aquel ángel obtuvo la 'iluminación' del conocimiento del mal. Se fascinó con ella y la adoptó para tener el poder de competir contra el Reino de Dios. Es como si un cristiano mezclara deliberadamente su conciencia de lo bueno con ocultismo, para tener más conocimiento y poder sin importarle la voluntad de Dios.

Perversión del conocimiento y corrupción moral

Lucero pervirtió el conocimiento del bien y del mal, por la interpretación propia de su libre albedrío, '...corrompiste tu sabiduría a causa de tu resplandor;...' (Ez. 28:17). Aquí, la palabra 'a causa de tu resplandor' habla del brillo del conocimiento del bien y del mal que adquirió. El desechó de su alma la sabiduría de Dios, que le daba el control y el uso correcto del libre albedrío y de su conocimiento mental. La reemplazó deliberadamente con su propia interpretación y eso se llama perversión (modificación). El paso siguiente fue ponerla en práctica y eso fue corromper la verdadera fe (revelación divina) por la fe de él y en él. ¡Exactamente un ladrón imitador del Creador!  Pretendió que así era igual a Dios. Entonces inventó un mundo propio, como lugar de reino para él y sus seguidores angelicales, y presumió que el fundamento de su reino era él mismo con su yo interior endiosado y enaltecido contra el Señor. El descubrió la ley del pecado en el conocimiento del mal y se inclinó a unirse con ella en su alma y espíritu. Esa unidad produjo el culto de sí mismo, es decir, la caída del ángel Lucero en la egolatría (ver Ez. 28:15). Antes que el hombre en la tierra mal comiera del árbol de la ciencia del bien y del mal, el ángel caído ya lo había pervertido y corrompido.

Se creyó igual al Creador y se rebeló contra El. Y en el engaño de sí mismo, se proclamó como  un nuevo reino aparte del Reino de Dios.  Así se invirtió su alma para ser el reino del mal, donde la regla sería su yo interior caído, convertido en la ley del pecado y de la muerte. Dios lo entregó a ser prisionero de esa ley en su alma, porque rechazó varias veces la reprensión para que se arrepienta (leer Ro. 2:4-5 ; Jd. 1:6). El arcángel Miguel y sus ángeles confrontaron con él en el segundo cielo sobre la tierra, donde Lucero tenía la sede de su gobierno. (Eso no sucedió en el tercer Cielo, de Dios). Su revuelta y rebelión fracasó, y fue expulsado de la sexta dimensión Edén Paraíso de Dios y echado hacia abajo hasta las profundidades de la tierra (Ap. 12:9), cautivo de la oscuridad del pecado que él y su séquito adoptaron como la ley de sus corazones (Jd. 1:6). Fue el comienzo de la quinta dimensión : el infierno, un lugar demoníaco de tormento para las almas perdidas. Su corazón se endureció a tal grado que se convirtió en el maligno, el diablo y satanás. El pecado es la maldad que transgrede la voluntad de Dios (1 Juan 3:4). 

'Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad' (Mt. 7:22-23).

1) El libre albedrío, si no lo tenemos crucificado con Cristo, guarda relación directa con la ley del pecado y de la muerte. 

2) La ciencia del bien y del mal fue pervertida y corrompida en el segundo cielo por el diablo. Luego, cuando habló sus palabras a la mente humana de Eva, a través de la serpiente en el Edén de la tierra, su mensaje pervirtió y corrompió también la ciencia del bien y del mal humana que tenía un estado inocente y puro hasta allí, en Adán y su mujer. Pero ella comió el mensaje de la serpiente, es decir, lo creyó mentalmente (perversión) y lo practicó físicamente (corrupción moral). Y luego comió también Adán ese tipo de relación sexual prohibida, al obedecer a su mujer caída en la lujuria que le propuso el serpiente poseído por satanás.

'Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal' (Gn. 3:4-5). 

Así se introdujo el pecado en el  hombre y por el pecado la muerte espiritual y física (Ro. 5:12). Fue el medio de control del maligno, para introducir en la humanidad su rebelión contra Dios. Su rastro está en todas las palabras que no guardan fidelidad con la revelación divina de la palabra de Dios. Se encuentra en las ideas y enseñanzas de los falsos ungidos en la religión organizada, que se han introducido por medio del libre albedrío carnal y la mente caída (el árbol ciencia del bien y del mal pervertido) de muchos seguidores dispuestos a creer cualquier cosa. En este estudio declaro una visión completa del rastro del diablo y satanás sobre el alma, espíritu y cuerpo de la humanidad. Nos debe quedar bien claro a los hijos de Dios que el conocimiento del bien y del mal pervertido y la ley del pecado del ángel caído, estaba encarnada en el serpiente del Edén terrenal. (Digo él, porque era masculino). 

Cuando esa criatura engañó con su palabra (simiente espiritual) y fornicó (simiente física) a la mujer de Adán (Gn. 3:14), se materializó en la mente y en el cuerpo de ella un rastro de naturaleza animal, terrenal y diabólica (ver Stg. 3:15). Por eso fue que nació el réprobo  Caín, como producto de la relación sexual entre ambos. Veamos la naturaleza de la palabra del serpiente : Es naturaleza animal serpentina porque esa era su especie terrestre, el eslabón perdido entre los hijos de Dios y los simios. Y es diabólica porque fue poseído e inspirado por el diablo. Esto se vio después reflejado en Caín, hijo de la serpiente y Eva, cuando asesinó a su medio hermano Abel. Con la descendencia cainita, se mezcló la descendencia de Set hijo de Adán, hijo de Dios (Gn. 6:1-4). Desde entonces se hibridó (se mezcló) la sangre de la humanidad con el pecado original de adulterio y fornicación según el diablo y con la naturaleza serpentina : el doble rastro de la serpiente. Por esta causa vino el Cordero de Dios Jesucristo a derramar Su sangre en la cruz, para deshibridar (limpiar la sangre - ver Joel 3:21) el alma-espíritu y cuerpo del creyente convertido al evangelio (Ver Hch. 2:38 y 1 Jn. 1:7 y 9).

La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús

Los hijos de Dios somos libres cada día del señorío del pecado por medio de la ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús. Tú y yo necesitamos esta ley espiritual en el corazón. Es el poder del Espíritu Santo que nos bautiza en Cristo Jesús cuando nos entregamos por fe al evangelio de Hechos 2:38, que predicó el apóstol Pedro en el día de Pentecostés. Es el mensaje de Dios al mundo que Su Hijo Amado vino en forma humana, para destruir en Su muerte de cruz el señorío espiritual del pecado y la naturaleza de la serpiente en nosotros y unir con Su Yo Soy el yo interior de nuestra alma. Así es. Cristo Jesús es la personificación visible del Unico Dios invisible (Jn. 1:18 y 14:9).  Y en contraste absoluto a Cristo, la ley del pecado es el yo inferior (caído) del cuerpo humano. Tú necesitas experimentar la muerte, es decir, el  fin del señorío del yo carnal sobre tu alma por medio del Espíritu Vivificante de Cristo  (1 Cor. 15:45).

Y la muerte del pecado no se puede lograr con el esfuerzo humano religioso, sino con el evangelio y su mensaje poderoso revelado al creyente (ver Ro. 1:16) : Que Cristo Jesús ha destruido el rastro de la serpiente cuando murió en la cruz. Es la incredulidad, el orgullo, el miedo, la fuerza bruta y la justicia propia. Esto nos ha sido dado por Dios. Si lo aceptamos tenemos que Su muerte y resurrección se han encarnado en nosotros. Eso es creer en el evangelio. Hay que apropiarlo de todo corazón y confesar con la boca los pasajes bíblicos de Ro. 6:11-12; Gál. 2:20 y Col. 3:3. Estos versos y otros más nos declaran muertos al pecado en la cruz de Jesucristo, y al pecado destruido por Su muerte allí.  

El pecado oculto del mundo iglesias ya ha llegado al colmo de sus ideas y razonamientos teológicos, basados en los credos, dogmas y tradiciones de la organización católica romana. Así se encuentran también muchos grupos y confesiones del Cristianismo protestante y evangélico. Dios nos llama a Sus escogidos al arrepentimiento y renuncia al  denominacionalismo (sectarismo) porque es pecado de nicolaísmo, balaamismo y romanismo. La unión de estos ismos es el babilonismo de Babel, el sistema monárquico de Nimrod descendiente de Caín (Gn. 10:8-10). Los escogidos de Dios queremos que El nos haga libres de toda forma de pecado, para que Cristo sea formado en nosotros. Ver en Ap. 17:3 cómo Dios aborrece los nombres blasfemos denominacionales.

'Salid de en medio de la gran ramera Misterio Babilonia, de sus hijas y de sus abominaciones, para que no participéis de sus pecados y no os caigan sus maldiciones encima...' (síntesis de Mt. 25:6; 2 Cor. 6:17; Ap. 17:5 y 18:4). 

Esto dice el Señor, porque el pecado de Su pueblo es el adulterio y la fornicación con las falsas doctrinas de Babilonia, la religión organizada del romanismo, donde se oculta el diablo. La ignorancia, apatía e indiferencia de los cristianos por estar contaminados, llegando hasta la incredulidad y el orgullo de conjeturar y rechazar la reprensión y el llamamiento del Espíritu, es incredulidad y rebelión. ¡¡ Y allí está en acción  el rastro de la serpiente !!

Ese rastro es la ley del pecado. Su alcance es muy amplio y sus ataduras deben ser rotas en los creyentes. Se empieza por humillarnos en arrepentimiento y aborrecer el pecado personal, es decir, el egoísmo de uno mismo, que es quien ha generado nuestros pecados y bajezas carnales (2 Crón. 7:14). Jesús dijo: 'El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo la salvará' (Jn. 12:25). Aborrece la vida de tu ego corporal para que se libere tu alma, que es tu verdadero yo personal interior. Luego debemos desistir del pecado del mundo iglesias, que es estar cimentadas en el sistema anatema (maldito) por el Señor de credos, dogmas y tradiciones de la  mujer Misterio Babilonia de Ap. 17, que es también la mujer de Mt. 13:33. El orgullo del hombre es quien ha creado ese sistema pecador, para pervertir con otros 'evangelios' el evangelio de la Biblia, la verdad de nuestra salvación. El propósito diabólico del sistema político y religioso babilónico de pervertir el evangelio original, ha sido para mantener cautivos y esclavos del pecado a muchos cristianos, de manera que Cristo no sea formado en ellos.

Nuevamente te declaro el evangelio, pueblo de Dios: Que el pecado y todo el rastro serpentino que conlleva, fue crucificado y destruido por Jesucristo en Su muerte de cruz. Debemos creer esto. Es por fe en Su obra y no en nuestras obras de justicia propia, porque de esa manera seguimos pecando. Toda justicia propia esconde autoengaño y orgullo. Produce debilidad espiritual, inseguridad y temor. Esto no es la libertad que Jesús nos prometió. Por tanto, con humilde arrepentimiento tomemos el hacha del juicio de Dios al pecado, invocando con palabra hablada nuestra muerte con Jesús en la cruz. Debemos cambiar de lenguaje y adoptar el vocabulario bíblico, declarando a viva voz nuestra muerte juntamente con El y llegar a fondo en nuestro enfrentamiento con el pecado. La consigna es cortar sus raíces, derribar y destruir el árbol alienante del pensamiento babilónico en la mente y en el corazón, por medio de la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios (ver 2 Cor. 10:4-5 y Ef. 6:17). 

Tienes una cita con tu muerte en la cruz juntamente con Jesús (Gál. 2:20), para destruir la mente carnal que te llevó a confiar en tu propia prudencia y has pecado de autosuficiencia (Prov. 3:5-7). Te has contaminado con los dichos de otros y te has apoyado en la religión de la cosa llamada 'iglesia', porque solo has buscado sentirte bien sin considerar cómo se siente Aquel a Quien debemos adorar. Tu construcción no está sobre la roca de la revelación divina del evangelio y de toda la palabra de Dios. Está sobre la arena de tus sentimientos y emociones. Si aceptamos la obra de Cristo en la cruz y nos convertimos con humildad en declaradores de ella, se activa en nosotros el poder del evangelio que nos hace libres del pecado (Ro. 6:11-14).

CONCLUSION

La ley del pecado y de la muerte es: 

1) La vanagloria en el alma del hombre, es decir, el egocentrismo, la incredulidad y la soberbia (Gn. 3:6) para apartarse de Dios. 

2) La codicia del conocimiento caído del bien y del mal en el espíritu humano (mente y corazón), para tener sabiduría humana y pretender ser igual a Dios (Gn. 3:5).

3) La concupiscencia y maldad serpentina en los ojos y en la carne del cuerpo humano (Gn. 3:6) para caer en la inmoralidad.

Estos son los tres aspectos del rastro de la serpiente y su ley del pecado en la humanidad, revelados en la Biblia. Ver la misma palabra en 1 Jn. 2:16. Debemos tenerlos en cuenta siempre que mencionamos la palabra pecado. (Puedes leer también en este ministerio : 'El pecado original y la doctrina de la simiente de la serpiente').

Debemos ver qué significa 'Salid de en medio de ellos'. El medio se refiere al sistema y los falsos cimientos de Babilonia, porque está fundada sobre el pecado. Cuando este ya no tiene señorío en el alma por el poder del evangelio, entonces está muerto su dominio y el creyente puede ver toda la verdad (Ro. 6:14). Por tanto, tú te levantas con la autoridad de Cristo juzgando y condenando toda rebelión contra  Dios en ti, a fin de ser limpio y libre, tanto tú mismo como los que te reciben. 

Jesús habló del rastro de la serpiente antigua (Ap. 12:9) cuando dijo: 

'Ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella' (Mt. 7:14). 

La puerta es la mente humana caída en sus propias ideas y creencias, y el camino amplio es el estilo de vida mundanal de las personas sin Cristo. Es el mal camino del pecado, el rastro del ángel caído impreso en la humanidad, la cual está cegada por un conocimiento falso que la lleva al abismo de la perdición del alma. En el abismo no hay ningún fundamento ni destino felíz. Es un pozo sin fondo paralelo con el infierno. Después del infierno será la segunda muerte, la destrucción y la desaparición del alma y del cuerpo en el lago de fuego (Prov. 14:12; Mateo 10:28 y Ap. 20:11-15) En la segunda resurrección, cuando la humanidad se encuentre ante el gran trono blanco de Juicio, el Eterno dictará esa sentencia a quien no se encuentre registrado en el Libro de la Vida (Ap. 20:15).


Noviembre 2022