Lectura de Exodo cap. 3: 1-22 y caps. 19 y 20.
Cristo restauró con Su sangre la imagen de Dios en Sus hijos, que fue desfigurada por el pecado. Ahora, los restaurados tenemos que redimir y apropiarnos de toda la posesión adquirida por el sacrificio de Cristo. Debemos entender Su obra, para que luego podamos vivir el misterio de una restauración tan grande (Is. 58:12).
Dios se reveló a Israel a través de Moisés en Egipto, para restaurarlos a la unidad con Su Espíritu que tuvieron en sus comienzos como nación elegida, en sus padres Abraham, Isaac y Jacob. Hoy, el paralelo con aquella restauración es volver a la unidad con Cristo y Su ministerio apostólico de Ef. 4:11, que tuvimos en la Iglesia Primitiva. Debemos aborrecer la oscuridad religiosa y la tibieza del Cristianismo actual, que ya entró en la apostasía (2 Cor. 6:17-18; 7:1). En tinieblas y oscuridad se encontraba Israel cuando estaba cautivo y era esclavo de Faraón en Egipto (Ex. 3:16). A través de Moisés llegarían de regreso a la tierra de sus mayores, porque esa fue la promesa divina: 'Y en la cuarta generación volverán acá'. De esa restauración trata este mensaje. Ver Gn. 15:13-16.
A esta generación del tiempo final, también se ha revelado nuestro Dios y Padre. Lo ha hecho mediante el Elías prometido en Malaquías 4:1-6, para restaurarnos a la fe de nuestros padres espirituales, que fueron los apóstoles del Nuevo Testamento. A través de ellos el Eterno fundamentó a Su Iglesia en el Espíritu de Cristo, para que todos lleguemos a la madurez espiritual del varón perfecto que posee la fe y el conocimiento del Hijo de Dios. Los elegidos tienen que ser restaurados por el Espíritu y poder de Elías al ministerio apostólico de Ef. 2:20 y 4:11, para redimir (recuperar) la imagen de Cristo que tenían nuestros padres espirituales en sus almas. Enfoquemos esta restauración desde que comenzó su cumplimiento y veamos cómo se conecta con la historia del Exodo de Israel, desde Egipto a Canaán.
'Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada. Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza debajo de las plantas de vuestros pies, en el día en que yo actúe, ha dicho Jehová de los ejércitos. Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel. He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición' (Mal. 4:2-6).
Primera Etapa
Sucedió en los días del profeta Elías, que el mismo ungimiento profético de restauración que estuvo en Moisés se manifestó nuevamente, por causa del pecado y apostasía a que fue llevado Israel por el rey Acab y su perversa mujer Jezabel. Ese mismo ministerio que tuvo Elías a su tiempo regresó y se manifestó en Juan el Bautista. Fue el ungimiento de Dios prometido en Malaquías 4:6, que se ha cumplido en dos etapas. En la primera etapa vino para 'volver los corazones de los padres a los hijos'. Esos fueron los padres espirituales de Israel, quienes se volvieron a Jesucristo la nueva fe de los hijos de Dios, que fueron Sus discípulos. Leemos en la Biblia a Nicodemo, a Gamaliel, a Saulo de Tarso y 'también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe' (Hch. 6:7), quienes se volvieron de la religión apóstata judía a los corazones de los hijos de Dios. Es decir, creyeron y se convirtieron al evangelio de Jesucristo que predicaron Sus apóstoles. El nuevo mensaje para ellos fue el siguiente: Que la roca de nuestra salvación vino y se entregó a Sí Mismo a muerte de cruz, para restaurar con Su sangre la posición original en Cristo que los hijos de Dios tuvimos antes de la caída en el pecado, en el Edén. Tú y yo debemos redimir y apropiar la posesión adquirida por Cristo, la cual es nuestra plenitud gloriosa en El y todas las bendiciones que consumó en la cruz.
A esta generación del tiempo final, también se ha revelado nuestro Dios y Padre. Lo ha hecho mediante el Elías prometido en Malaquías 4:1-6, para restaurarnos a la fe de nuestros padres espirituales, que fueron los apóstoles del Nuevo Testamento. A través de ellos el Eterno fundamentó a Su Iglesia en el Espíritu de Cristo, para que todos lleguemos a la madurez espiritual del varón perfecto que posee la fe y el conocimiento del Hijo de Dios. Los elegidos tienen que ser restaurados por el Espíritu y poder de Elías al ministerio apostólico de Ef. 2:20 y 4:11, para redimir (recuperar) la imagen de Cristo que tenían nuestros padres espirituales en sus almas. Enfoquemos esta restauración desde que comenzó su cumplimiento y veamos cómo se conecta con la historia del Exodo de Israel, desde Egipto a Canaán.
'Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada. Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza debajo de las plantas de vuestros pies, en el día en que yo actúe, ha dicho Jehová de los ejércitos. Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel. He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición' (Mal. 4:2-6).
Primera Etapa
Sucedió en los días del profeta Elías, que el mismo ungimiento profético de restauración que estuvo en Moisés se manifestó nuevamente, por causa del pecado y apostasía a que fue llevado Israel por el rey Acab y su perversa mujer Jezabel. Ese mismo ministerio que tuvo Elías a su tiempo regresó y se manifestó en Juan el Bautista. Fue el ungimiento de Dios prometido en Malaquías 4:6, que se ha cumplido en dos etapas. En la primera etapa vino para 'volver los corazones de los padres a los hijos'. Esos fueron los padres espirituales de Israel, quienes se volvieron a Jesucristo la nueva fe de los hijos de Dios, que fueron Sus discípulos. Leemos en la Biblia a Nicodemo, a Gamaliel, a Saulo de Tarso y 'también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe' (Hch. 6:7), quienes se volvieron de la religión apóstata judía a los corazones de los hijos de Dios. Es decir, creyeron y se convirtieron al evangelio de Jesucristo que predicaron Sus apóstoles. El nuevo mensaje para ellos fue el siguiente: Que la roca de nuestra salvación vino y se entregó a Sí Mismo a muerte de cruz, para restaurar con Su sangre la posición original en Cristo que los hijos de Dios tuvimos antes de la caída en el pecado, en el Edén. Tú y yo debemos redimir y apropiar la posesión adquirida por Cristo, la cual es nuestra plenitud gloriosa en El y todas las bendiciones que consumó en la cruz.
Segunda Etapa
La segunda etapa de Mal. 4:6, 'volver el corazón de los hijos a los padres' es para los hijos de Dios en el tiempo del fin. Nuestra conversión a la Fe apostólica, tiene que consumarse antes que el Señor derrame las copas de Su ira y maldición sobre la humanidad pervertida y corrompida por la Jezabel del Vaticano, la Iglesia Católica Romana. Ella es la 'madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra' (Ap. 17:5). El Espíritu de restauración de Elías es la Voz (el mensaje) del ángel mensajero de Ap. 10:7, el profeta William Marrion Branham, que se ha manifestado a mediados del siglo 20. El propósito divino es convertir nuestras almas al evangelio original del día de Pentecostés (ver Hch. 2:38). El Todopoderoso nos envió Su mensajero y lo confirmó con gran vindicación. Su nombre propio no está escrito en la Biblia. Es así porque los nombres de todos Sus profetas no fueron revelados antes de sus ministerios, para que el pueblo del Señor mire a Cristo y Su palabra.
La mención del nombre Elías en Mal. 4:6 se refiere al Espíritu y poder de su ministerio, no al vaso humano de aquel profeta de Israel. Porque no puede ningún hombre regenerar a otros hombres. Es el Espíritu Santo Quien lo hace con Su palabra. Eso fue lo que dijo Jesús acerca de Juan el Bautista: 'Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir' (Mt. 11:14). Pero cuidado con esto. Toda enseñanza de reencarnación de personas en otras personas es mensaje falso de satanás. El Señor encarna Su Espíritu, no reencarna espíritus humanos y El no cambia Su parecer. Lo que hizo con Jesús lo deja bien claro: 'Y aquel Verbo (el Espíritu de Cristo) fue hecho carne (en Jesús), y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad' (Jn 1:14).
Entonces, 'si queréis recibirlo', el hermano Branham fue el profeta del Señor prometido con el mensaje precursor del Segundo Advenimiento de Cristo (Is. 40:3; Mal. 3:1 y 4:6b). Para los hijos de Dios del tiempo final, es el Elías prometido que ha venido para restaurarnos a la fe de nuestros padres apostólicos. Ellos fueron los hijos de Dios que hace dos mil años establecieron el fundamento en los convertidos al evangelio, porque tuvieron la fe de Jesucristo en sus corazones, el Principio y Fundamento de la verdadera Iglesia. El es la Palabra Original - el Primogénito de la familia de Dios y de toda la creación.
Veamos la restauración de la Iglesia del Antiguo Testamento.
LA LEY DEL ANGEL DEL PACTO
Israel fue restaurado a su posición original en Abraham, Isaac y Jacob, cuando trajo el primogénito y la circuncisión (ver Ex. 12:44,48 y 13:2,15), porque fueron sus padres quienes cumplieron primero los mandamientos de Dios. Por haber obedecido Su palabra, entonces se consumó la redención de la cautividad y de la esclavitud de Egipto. El pueblo creyente completó la palabra de fe, cuando pusieron la sangre del cordero en sus puertas y comieron la Pascua del Señor. Moisés tenía las dos alas del Aguila Yo Soy : el Espíritu de Cristo para la restauración y la revelación de la palabra para la redención. Luego de ser bautizados por el Espíritu Santo en la sangre del cordero y en el mar Rojo, fueran reunidos en el monte Horeb con el Creador de Israel y Su palabra, para ser purificados de la alienación egipcia en sus mentes. Debían tomar conciencia de que habían sido restaurados a la unidad con el Espíritu Eterno por medio de Cristo el Angel de Su faz, y redimidos por Su palabra revelada. En Exodo 3:12 dice: 'Serviréis a Dios sobre este monte'. Notemos que dice sobre y no debajo del monte. Sobre el monte Horeb estaba el Angel del Pacto, en la columna de fuego que cubría a Israel. Y para servir al Señor, los israelitas tenían que ser uno con el Angel de Dios, que les habló con voz audible.
Del monte Horeb en el Sinaí, el Eterno tomó las dos tablas de piedra donde grabó la ley de Su Espíritu. La nube de día, el fuego en la noche y los grandes acontecimientos sobre esa montaña, eran el Espíritu Santo de Dios revelando Sus caminos a Moisés y mostrando Sus obras a los hijos de Israel (Salmo 103:7). Ellos estaban libres del yugo egipcio, pero debían ser libres de sí mismos. Fueron llevados al monte santo para recibir revelación de la palabra de Dios.
La mención del nombre Elías en Mal. 4:6 se refiere al Espíritu y poder de su ministerio, no al vaso humano de aquel profeta de Israel. Porque no puede ningún hombre regenerar a otros hombres. Es el Espíritu Santo Quien lo hace con Su palabra. Eso fue lo que dijo Jesús acerca de Juan el Bautista: 'Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir' (Mt. 11:14). Pero cuidado con esto. Toda enseñanza de reencarnación de personas en otras personas es mensaje falso de satanás. El Señor encarna Su Espíritu, no reencarna espíritus humanos y El no cambia Su parecer. Lo que hizo con Jesús lo deja bien claro: 'Y aquel Verbo (el Espíritu de Cristo) fue hecho carne (en Jesús), y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad' (Jn 1:14).
Entonces, 'si queréis recibirlo', el hermano Branham fue el profeta del Señor prometido con el mensaje precursor del Segundo Advenimiento de Cristo (Is. 40:3; Mal. 3:1 y 4:6b). Para los hijos de Dios del tiempo final, es el Elías prometido que ha venido para restaurarnos a la fe de nuestros padres apostólicos. Ellos fueron los hijos de Dios que hace dos mil años establecieron el fundamento en los convertidos al evangelio, porque tuvieron la fe de Jesucristo en sus corazones, el Principio y Fundamento de la verdadera Iglesia. El es la Palabra Original - el Primogénito de la familia de Dios y de toda la creación.
Veamos la restauración de la Iglesia del Antiguo Testamento.
LA LEY DEL ANGEL DEL PACTO
Israel fue restaurado a su posición original en Abraham, Isaac y Jacob, cuando trajo el primogénito y la circuncisión (ver Ex. 12:44,48 y 13:2,15), porque fueron sus padres quienes cumplieron primero los mandamientos de Dios. Por haber obedecido Su palabra, entonces se consumó la redención de la cautividad y de la esclavitud de Egipto. El pueblo creyente completó la palabra de fe, cuando pusieron la sangre del cordero en sus puertas y comieron la Pascua del Señor. Moisés tenía las dos alas del Aguila Yo Soy : el Espíritu de Cristo para la restauración y la revelación de la palabra para la redención. Luego de ser bautizados por el Espíritu Santo en la sangre del cordero y en el mar Rojo, fueran reunidos en el monte Horeb con el Creador de Israel y Su palabra, para ser purificados de la alienación egipcia en sus mentes. Debían tomar conciencia de que habían sido restaurados a la unidad con el Espíritu Eterno por medio de Cristo el Angel de Su faz, y redimidos por Su palabra revelada. En Exodo 3:12 dice: 'Serviréis a Dios sobre este monte'. Notemos que dice sobre y no debajo del monte. Sobre el monte Horeb estaba el Angel del Pacto, en la columna de fuego que cubría a Israel. Y para servir al Señor, los israelitas tenían que ser uno con el Angel de Dios, que les habló con voz audible.
Del monte Horeb en el Sinaí, el Eterno tomó las dos tablas de piedra donde grabó la ley de Su Espíritu. La nube de día, el fuego en la noche y los grandes acontecimientos sobre esa montaña, eran el Espíritu Santo de Dios revelando Sus caminos a Moisés y mostrando Sus obras a los hijos de Israel (Salmo 103:7). Ellos estaban libres del yugo egipcio, pero debían ser libres de sí mismos. Fueron llevados al monte santo para recibir revelación de la palabra de Dios.
Todo esto nos dice a los creyentes del Nuevo Testamento que estamos en el monte Sion celestial (que fue prefigurado por el monte Horeb del Sinaí - ver Heb. 12:22), lo cual es estar fundamentados en Cristo y Su sacrificio en la cruz. 'Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte' (Ro. 8:2). Cristo Jesús nos ha librado del pecado en Su sacrificio, a los que hemos creído y nos hemos convertido al evangelio. El es el Angel del Pacto que habló sobre el monte Horeb. De la misma manera que fue llamado Moisés a reunirse con el Angel de Dios en la cima del monte, para recibir las tablas del Pacto, así también somos llamados los creyentes a ser de Jesucristo, en el monte Sion de la sabiduría del evangelio (Ro. 1:5-7).
Israel debía convertirse al testimonio de Dios revelado en el monte y ser un reino de sacerdotes y de gente santa, antes de poseer Canaán. Para los hijos de Dios ahora, la ley del Nuevo Testamento es el testimonio de la Vida de Cristo en nuestros corazones. Pero, este testimonio no es confesar o predicar del Señor a los demás como es común que se entienda. Lamentablemente, la manera religiosa del Cristianismo tradicional es ser testigo sin el testimonio de Dios. El testimonio de Dios es tener la mente y el amor de Cristo en nuestro corazón, para que sea El Quien hable la palabra de Dios. El monte Horeb fue figura del monte Calvario, donde el Hijo de Dios fue crucificado para ser el fundamento de nuestra fe. Las tablas de piedra escritas y entregadas por el Angel de Dios a Moisés, representaron el evangelio grabado en nuestro corazón: Que Cristo es la sabiduría, la justificación, la santificación y la redención del creyente (1 Cor. 1:30).
'El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida' (Jn 6:63).
'Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía' (Ap. 19:10).
NUESTRA IDENTIFICACION CON EL ANGEL DEL PACTO
'Iremos ahora camino de tres días por el desierto, para que ofrezcamos sacrificios a nuestro Dios' (Ex. 3:18).
Israel debía convertirse al testimonio de Dios revelado en el monte y ser un reino de sacerdotes y de gente santa, antes de poseer Canaán. Para los hijos de Dios ahora, la ley del Nuevo Testamento es el testimonio de la Vida de Cristo en nuestros corazones. Pero, este testimonio no es confesar o predicar del Señor a los demás como es común que se entienda. Lamentablemente, la manera religiosa del Cristianismo tradicional es ser testigo sin el testimonio de Dios. El testimonio de Dios es tener la mente y el amor de Cristo en nuestro corazón, para que sea El Quien hable la palabra de Dios. El monte Horeb fue figura del monte Calvario, donde el Hijo de Dios fue crucificado para ser el fundamento de nuestra fe. Las tablas de piedra escritas y entregadas por el Angel de Dios a Moisés, representaron el evangelio grabado en nuestro corazón: Que Cristo es la sabiduría, la justificación, la santificación y la redención del creyente (1 Cor. 1:30).
'El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida' (Jn 6:63).
'Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía' (Ap. 19:10).
NUESTRA IDENTIFICACION CON EL ANGEL DEL PACTO
'Iremos ahora camino de tres días por el desierto, para que ofrezcamos sacrificios a nuestro Dios' (Ex. 3:18).
Aunque Israel tardó cuarenta años en llegar a Canaán, el camino de tres días se cumplió en los corazones de Moisés, Josué y Caleb, verdaderos israelitas de la generación que salió de Egipto. Estos escogidos anduvieron por el desierto muertos al pecado del mundo y a sí mismos, pero vivos en el Espíritu y en la verdad de Cristo para servir a Dios. Tres días estuvo sepultado Jesús después de crucificar el pecado, hasta Su resurrección. Tres son las etapas del nuevo nacimiento, la resurrección espiritual de los que hemos muerto al pecado y el pecado murió a nosotros en el cuerpo crucificado de Jesús.
'Porque no quiero hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar' (1 Cor. 10:1-2).
Las palabras grabadas en las tablas del Antiguo Pacto, fueron un anticipo de la palabra del evangelio. Ahora las tablas son nuestra mente y corazón. Y vemos el ministerio de Cristo en Sus apóstoles grabando y escribiendo el evangelio en los creyentes, en el día de Pentecostés. Por tanto, el regreso de los escogidos a la fe original apostólica en el tiempo del fin es la restauración al verdadero evangelio de Cristo, para nuestro nuevo nacimiento completo.
Las palabras grabadas en las tablas del Antiguo Pacto, fueron un anticipo de la palabra del evangelio. Ahora las tablas son nuestra mente y corazón. Y vemos el ministerio de Cristo en Sus apóstoles grabando y escribiendo el evangelio en los creyentes, en el día de Pentecostés. Por tanto, el regreso de los escogidos a la fe original apostólica en el tiempo del fin es la restauración al verdadero evangelio de Cristo, para nuestro nuevo nacimiento completo.
Cristo es nuestra justificación con Su sangre vertida en la cruz y nuestra santificación con Su cuerpo crucificado y sepultado, conjuntamente con Su alma en las profundidades de la tierra. Con Su muerte nos ha redimido de la cautividad y esclavitud de faraón, que es el pecado del hombre en su oscuro mundo político, religioso y materialista terrenal. Nos ha redimido también del engaño de las tinieblas y de la condenación que recibirá en el Juicio de Dios todo incrédulo y rebelde. Con Su sacrificio, Jesús nos ha reconciliado con el Padre y mediante el sello del Espíritu Santo se concreta nuestra restauración a Su divinidad, y a la gloria que tuvimos en Cristo cuando fuimos creados en El, antes de toda otra creación.
'Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro' (Ro. 6:10-11).
Estamos hablando aquí acerca de la restauración al Principio de cada hijo de Dios, que ha nacido de nuevo. Pero no solo en forma individual, sino también restaurados como familia de Dios a la posición original del Cuerpo de Cristo en la Primera Edad de Efeso, por medio del evangelio apostólico cuando... 'Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo' (Hch. 2:38). Los hijos de Dios aman la restauración, es decir Su retorno al día de Pentecostés y los años siguientes, porque es el punto de partida de una carrera espiritual que va más allá de ese día glorioso en Jerusalén. Vamos hacia la redención de nuestra Gloria con la que fuimos creados, antes de la fundación del mundo. Gloria que fue adquirida por Cristo en el Calvario. El ministerio apostólico le enseñó a los creyentes la doctrina del evangelio de la cruz y el resto de la palabra (ver Hch. 2:42), así como el Angel del Pacto le reveló Su palabra en Horeb a los que ya habían sido bautizados en Moisés, en la nube y en el mar. La tierra prometida de Canaán, a la que llegaron después, es la revelación de Jesucristo y la sabiduría del evangelio en nuestro corazón.
Ahora, siendo el Espíritu de Cristo el Principio de toda creación y el objetivo de nuestra restauración, para volver a ser los hijos originales de Dios, la pregunta que surge en el elegido es... ¿cómo llega Cristo a ser revelado en el corazón? Bueno, aquí está lo que Jesús nos dice: 'Yo soy la vid, y ustedes son las ramas. El que permanece unido a mí, y yo unido a él, da mucho fruto (el fruto es Su carácter); pues sin mí no pueden ustedes hacer nada' (Jn. 15:5). Cristo nos llega al corazón, porque El Mismo nos habla con Su ministerio presente en la tierra (ver 1 Tes. 4:16).
La revelación de Su palabra comenzó con la Voz de Aclamación, anunciada por el profeta mensajero William M. Branham hasta 1965. Y ha continuado desde 1966 con la Voz de Arcángel del ministerio quíntuple verdadero (digo verdadero, porque hay muchos imitadores llamándose apóstoles, profetas y maestros de Dios). El Eterno ha dispuesto en Su soberanía, que Sus hijos recibamos el Espíritu de revelación para reconocer Su obra actual y no ser engañados. También para entender y vivir la palabra de la cruz con la enseñanza de Su Voz de Arcángel, después de creer Su Voz de Aclamación (Mt. 25:6 y 9; 1 Tes. 4:16 y Ap. 10:7).
Los escogidos tienen que estar separados de la oscuridad religiosa del Egipto institucional del hombre, y restaurados al Principio (Ap. 3:20). Y es en el evangelio de Pentecostés, donde Cristo nos revela nuestro Principio y unidad con el Padre antes de la creación del mundo. Esta restauración del alma a la posición original, a lo que fuimos por medio del Unigénito en el Eterno, antes de la fundación del mundo, es para que podamos oír el sonido de la trompeta de Ap. 10:7. El sonido es la palabra del evangelio, que nos convierte en un hombre nuevo con la imagen de Cristo.
'Acordaos de la ley de Moisés, mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel' (Mal. 4:4).
'Siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón' (2 Cor. 3:3).
'Siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón' (2 Cor. 3:3).
'Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo;...seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades' (Heb. 8:10-12).
Santos de Dios: El Señor nos está perfeccionando el entendimiento de Su palabra, para la redención (rescate y posesión completa) de nuestra imagen y semejanza de Dios en Adán, antes de su caída. Nuestra transformación que El ya ha adquirido, se consumará totalmente cuando sean vueltos nuestros cuerpos semejantes al cuerpo de Su Gloria (Fil. 3:21). Los tres días y noches de la muerte de Jesús en nuestros cuerpos son nuestra santidad y libertad del pecado, para que vivamos en el poder de Su resurrección. Su resurrección glorifica tu alma con la justicia del Cordero sacrificado. Desde nuestra regeneración por medio del evangelio, hasta la revelación de Cristo en el corazón, somos vivificados por el Espíritu Santo con la resurrección del Señor. Así es. Cristo la Palabra Viviente fue grabado en las tablas de piedra del monte Horeb y ahora está escrito en nuestro ser. El monte de Dios en el desierto de Sinaí fue figura del monte Sion celestial.
EL MONTE SION
'Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová' (Mi. 4:2b).
El monte es la revelación del evangelio de la cruz. Jerusalén es la sabiduría de Cristo. De Su ministerio recibimos el Espíritu Santo y la revelación de toda Su palabra.
'La aparición de nuestro Salvador Jesucristo quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio' (2 Tim. 1:10).
'En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y potestades, los exhibió públicamente triunfando sobre ellos en la cruz' (Col. 2:11-15).
'Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres' (Ef. 4:8).
El Espíritu, el agua y la sangre de Jesucristo (1 Jn 5:8) es el testimonio de Dios. Al sernos revelado, vemos que el Padre y el Cristo es el Mismo Espíritu Santo en unidad con el agua y la sangre de Jesús, la humanidad del Hijo del Hombre. Jesucristo es el lado Visible del único y verdadero Dios Invisible. Esta revelación de la Unidad del Padre y de Cristo Su Hijo, es restauración del alma a la fe de nuestros padres espirituales. Sobre este fundamento nos está edificando a Su Iglesia en la tierra como la Ciudad Santa, Nueva Jerusalén.
En unidad con la muerte, resurrección y ascensión del Señor viven por fe los santos Novia-Esposa de Cristo. Nuestra fe es la revelación de las Sagradas Escrituras de la Biblia. En ella se encuentra Canaán, la tierra prometida de la sabiduría del evangelio y la plenitud de Cristo. Josué y el sacerdocio de Israel representaron el ministerio apostólico de Ef. 4:11. Este ministerio según el orden de Melquisedec está encarnado en Su Iglesia. Es el ministerio quíntuple de Cristo. De esta manera el Hijo se revela a Sí Mismo como el Principio, el fundamento y la restauración de la Iglesia verdadera a los días de Pentecostés. El ministerio del Antiguo Pacto a Israel, fue para poner su corazón en unidad con la mente de Cristo. Esto es lo que aconteció en Jerusalén, cuando la Iglesia fue cimentada en la revelación de Jesucristo (Hch. 2:38), por el Espíritu Santo obrando en el ministerio apostólico. Y esto no ha cambiado. En la actualidad, la Iglesia genuina recibe el ministerio de Cristo porque le conoce, está fundamentada en El y tiene la Gloria de Su alma en el corazón.
'Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más, porque no podían soportar lo que se les ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo; y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando; sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel' (He. 12:18-25).
CONCLUSION
Como marcharon nuestros hermanos de la Iglesia antigua en el desierto, desde Horeb a Canaán y la tomaron en posesión, hoy avanza la Iglesia vivificada por la revelación de Jesucristo, hacia su madurez en la tierra prometida del evangelio original apostólico. ¡Alabado es Su Nombre por los siglos! Moisés prefiguró el ministerio de Cristo en Su Iglesia, administrando la verdad de nuestra restauración al Principio. Horeb es el sacrificio de Cristo, nuestro fundamento. Canaán es las doctrinas del evangelio y la mente de Cristo, la fe que nos fue dada una vez a los santos (Judas 1:3), para que lleguemos a 'un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo' (Ef. 4:13b).
La restauración de los hijos de Dios a su posición original en Cristo antes de toda creación, es por medio de Su Voz de Aclamación y la trompeta del evangelio (Ap. 10:7). Y la redención de la Gloria del Hijo en ellos, es por medio de Su ministerio apostólico de enseñanza y la Trompeta Final de Dios que sonarán Sus Siete Truenos (Ap. 10:3-4). Por lo tanto, no es una restauración de la verdad traída desde la antigüedad hacia este tiempo del fin, porque ella nunca se perdió en la oscuridad de las falsas doctrinas hechas por el hombre. La restauración, que Dios prometió a Sus hijos en esta hora, es el regreso y reconciliación con la fe de Jesucristo revelada a nuestros padres espirituales (Mal. 4:6b). Jesucristo es hoy el Apóstol y Sumo sacerdote de Su ministerio quíntuple en la tierra (Ef. 4:11). Está tan vigente ahora en Su Iglesia restaurada, como en la Iglesia bíblica del Nuevo Testamento, porque es el Mismo ayer, y hoy y por los siglos (Heb. 13:8).
El postrer Adán es Dios y Hombre. El vino a cumplir el Plan de redención del Eterno y para reunir una Familia Espiritual Glorificada de Hijos e Hijas de Dios, para el Padre Celestial. También vino para restaurar la tierra a su estado original con Su obra redentora, como era en el principio para un pueblo natural como el primer Adán. La Edad del evangelio es una parte del Gran Plan Eterno de Dios, por la cual El llamaría, justificaría y glorificaría un pueblo preconocido desde antes de la fundación del mundo.
'Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó' (Ro. 8:30).