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RESTAURADOS AL PRINCIPIO



Lectura de Exodo cap. 3: 1-22 y caps. 19 y 20.


Cristo nos restauró con Su sangre la imagen de Dios en el alma, que fue desfigurada por el pecado. Ahora los restaurados debemos redimir y apropiarnos de toda la posesión adquirida por el sacrificio de Cristo. Debemos comprender lo que el Señor restauró, para que luego podamos obrar en Cristo como restauradores  (ver Is. 58:12)  del ministerio de una salvación tan grande. 

Dios se reveló a Israel a través de Moisés en Egipto, para redimirlos (rescatarlos) y restaurarlos a la unidad con Su Espíritu que tuvieron en sus comienzos como nación elegida, en sus padres Abraham, Isaac y Jacob. Hoy, el paralelo con aquella restauración es volver a la unidad con Cristo y Su ministerio apostólico de Ef. 4:11, que tuvimos en la Iglesia Primitiva. Debemos aborrecer la oscuridad religiosa y la tibieza del cristianismo actual, que ya entró en la apostasía (2 Co. 6:17-18; 7:1). En tinieblas y oscuridad se encontraba Israel cuando estaba cautivo y era esclavo de Faraón en Egipto (Ex. 3:16). A través de Moisés llegarían de regreso a la tierra de sus mayores, porque esa fue la promesa divina: 'Y en la cuarta generación volverán acá'. De esa restauración (vuelta, regreso) trata este mensaje. Ver Gn. 15:13-16.

A esta generación del tiempo final también se ha revelado nuestro Dios y Padre mediante el Elías prometido en Malaquías 4:1-6, para restaurarnos a  la fe de nuestros padres espirituales, que fueron los apóstoles del Nuevo Testamento. Es porque a través de ellos el Eterno instaló en Su Iglesia el fundamento del Espíritu de Cristo, para que todos lleguemos  a la madurez espiritual del varón perfecto con la fe y el conocimiento del Hijo de Dios. Esto demuestra que los elegidos tenemos que ser restaurados al ministerio apostólico de Ef. 2:20 y 4:11, para redimir (recuperar) la imagen de Cristo que tenían nuestros padres espirituales en sus almas. Enfoquemos esta restauración por medio de la  redención de Cristo, desde que comenzó su cumplimiento y veamos cómo se conecta con la historia del Exodo de Israel,  desde Egipto a Canaán.

'Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada. Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza debajo de las plantas de vuestros pies, en el día en que yo actúe, ha dicho Jehová de los ejércitos. Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel. He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición' (Mal. 4:2-6). 

Primera Etapa

Sucedió en los días del profeta Elías, que el mismo ungimiento profético de restauración que estuvo en Moisés se manifestó nuevamente, por causa del pecado y apostasía a que fue llevado Israel por el rey Acab y su perversa mujer Jezabel. Ese mismo ministerio que tuvo Elías a su tiempo regresó y se manifestó en Juan el Bautista. Fue el ungimiento de Dios  prometido en Malaquías 4:6 que se ha cumplido en dos etapas.  En la primera etapa vino para 'volver los corazones de los padres a los hijos'. Esos fueron los padres espirituales de Israel, quienes se volvieron a Jesucristo la nueva fe de los hijos de Dios que fueron Sus apóstoles. Leemos en la Biblia a Nicodemo, a Gamaliel, a Saulo de Tarso y 'también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe' (Hch. 6:7) quienes se volvieron de la religión apóstata judía  a los corazones de los hijos de Dios. Es decir, creyeron y se convirtieron al evangelio de Jesucristo. El nuevo mensaje para ellos fue que la roca de nuestra salvación vino y se entregó a Sí Mismo a muerte de cruz para restaurar con Su sangre la posición de los hijos de Dios antes de la caída en el pecado, y redimir la condición gloriosa de la que habían sido destituidos. (Ver Mateo 16:16,18 y Marcos 1:15).

Segunda Etapa

La segunda etapa de Mal. 4:6, 'volver el corazón de los hijos a los padres' es para los hijos de Dios en el tiempo del fin, antes que derrame las copas de Su ira y maldición sobre la humanidad pervertida y corrompida por la Jezabel del Vaticano, la Iglesia Católica Romana, 'madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra' (Ap. 17:5). El Espíritu de restauración de Elías es la Voz (el mensaje) del ángel mensajero de Ap. 10:7, el profeta William Marrion Branham, que se ha manifestado a mediados del siglo 20 para convertir nuestras almas al evangelio original apostólico del día de Pentecostés (Hch. 2:38).  El Todopoderoso lo predestinó y lo confirmó con gran vindicación. Su nombre propio no está escrito en la Biblia. Es así porque los nombres de todos Sus profetas no fueron revelados antes de sus ministerios, para que  el pueblo del Señor mire a Cristo y Su palabra. 

La mención del nombre Elías en Mal. 4:6 se refiere al Espíritu y poder de su ministerio, no al vaso humano de aquel profeta de Israel.  Porque no puede ningún hombre regenerar a otros hombres. Es el Espíritu Santo Quien lo hace con Su palabra. Eso fue lo que dijo Jesús acerca de Juan el Bautista, 'Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir' (Mt. 11:14). Pero cuidado con esto. Toda enseñanza de reencarnación de personas en otras personas es mensaje falso de satanás. El Señor encarna Su Espíritu, no reencarna espíritus humanos y El no cambia Su parecer. Lo que hizo con Jesús lo deja bien claro: 'Y aquel Verbo (el Espíritu de Cristo) fue hecho carne (en Jesús), y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad' (Jn 1:14).  

Entonces, 'si queréis recibirlo', el hermano Branham fue el profeta del Señor prometido con el mensaje precursor del Segundo Advenimiento de Cristo (Is. 40:3; Mal. 3:1 y 4:6b)  para los hijos de Dios del tiempo final, como el Elías que ha venido para restaurarnos a  la fe de nuestros padres apostólicos. Estos fueron los hijos de Dios que hace dos mil años establecieron el fundamento en sus convertidos al evangelio, porque tuvieron la fe de Jesucristo en sus corazones, el Principio y Fundamento de la verdadera Iglesia. El es la Palabra original - el Primogénito de toda creación.

Veamos la restauración de la Iglesia del Antiguo Testamento.

LA LEY DEL ANGEL DEL PACTO 

Israel fue restaurado a su posición original en Abraham, Isaac y Jacob, cuando trajo el primogénito y la circuncisión (ver Ex. 12:44,48 y 13:2,15), porque fueron sus padres quienes cumplieron primero esas palabras de Dios. Luego se consumó su redención de la cautividad y de la esclavitud de Egipto, cuando el pueblo creyente colocó por la palabra de Dios, la sangre del cordero en sus puertas y comieron la Pascua delante del Señor. Moisés tenía las dos alas del Aguila Yo Soy : el Espíritu de Cristo  para la restauración y la revelación de la palabra para la redención. Luego de ser bautizados por el Espíritu Santo en la sangre del Cordero y en el mar Rojo, fueran reunidos en el monte Horeb con el Creador de Israel y Su palabra, para ser purificados de la alienación egipcia en su entendimiento espiritual. Debían tomar conciencia de que habían sido restaurados a la unidad con el Espíritu Eterno por medio del Angel de Su faz, y redimidos por Su palabra revelada. En Exodo 3:12 dice: 'Serviréis a Dios sobre este monte'Notemos que dice sobre y no debajo del monte. Sobre el monte Horeb estaba el Angel del Pacto en la columna de fuego que cubría a Israel. Y para servir al Señor  los israelitas tenían que ser uno con el Angel de Dios que les habló con voz audible.

De aquel monte santo en el desierto del Sinaí, el Eterno tomó las dos tablas de piedra donde grabó la ley de Su Espíritu. La nube de día, el fuego en la noche y los grandes acontecimientos sobre esa montaña eran el Espíritu Santo de Dios revelando Sus caminos a Moisés y mostrando Sus obras a los hijos de Israel (Salmo 103:7).  Ellos estaban libres del yugo egipcio, pero debían ser libres de sí mismos. Fueron llevados al monte Horeb para recibir revelación de la palabra de Dios.

Todo esto nos dice a los creyentes del Nuevo Testamento que tenemos que creer y amar el monte Sion celestial (que fue prefigurado por el monte Horeb - ver Heb. 12:22), lo cual  es ser uno con Cristo y el evangelio. 'Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte' (Ro. 8:2).  Cristo Jesús nos ha librado del pecado por medio del evangelio de Su sacrificio. El es el Angel del Pacto que habló sobre el monte Horeb. De la misma manera que fue llamado Moisés a reunirse con el Angel de Dios en la cima del monte, para recibir las tablas del Pacto, así también somos llamados los creyentes a ser uno con Jesucristo y  Su palabra (Ro. 1:5-7). 

Israel debía creer y obedecer el testimonio de Dios revelado en el monte y ser un reino de sacerdotes y de gente santa, antes de poseer a Canaán. Para los hijos de Dios ahora, la ley del Nuevo Testamento es el testimonio de Cristo en nuestros corazones. Pero, este testimonio no es confesar o predicar del Señor a los demás como es común que se entienda. Lamentablemente, la manera religiosa del cristianismo tradicional es ser testigo sin el testimonio de Dios. El testimonio de Dios es la mente de Cristo en nuestro corazón, para que sea El Quien hable la palabra de Dios. El monte Horeb fue figura del Hijo de Dios, el fundamento de nuestra fe. Las tablas de piedra escritas, entregadas por el Angel de Dios a Moisés, representaron la revelación del evangelio grabada en el corazón, para justificación, santificación y redención del creyente (2 Co. 3:3).

'El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida' (Jn 6:63).

'Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía' (Ap. 19:10).


NUESTRA IDENTIFICACION CON EL ANGEL DEL PACTO


'Iremos ahora camino de tres días por el desierto, para que ofrezcamos sacrificios a nuestro Dios' (Ex. 3:18). 

Aunque Israel tardó cuarenta años en llegar a Canaán, el camino de tres días  se cumplió en los corazones de Moisés, Josué y Caleb verdaderos israelitas de la generación que salió de Egipto. Estos escogidos anduvieron por el desierto muertos al pecado del mundo y a sí mismos, pero vivos en Espíritu y en verdad para servir a Dios. 

'Porque no quiero hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar' (1 Co. 10:1-2).

Las palabras grabadas en las tablas del Antiguo Testamento, fueron un anticipo de la palabra del evangelio. Ahora las tablas son nuestro corazón. Y vemos el ministerio de  Cristo en Sus apóstoles grabando y escribiendo el evangelio en los creyentes, en el día de Pentecostés. Por tanto, el regreso de los escogidos al evangelio apostólico en el tiempo del fin es la restauración al monte santo de la mente de Cristo y al evangelio original de nuestra salvación.

El es nuestra justificación con Su sangre vertida en la cruz. Nuestra santificación con Su cuerpo crucificado y sepultado, conjuntamente con Su alma en las profundidades de la tierra. Con Su muerte nos ha redimido de la cautividad y esclavitud de faraón, que es el pecado del hombre en el mundo político, religioso y materialista terrenal. Nos ha redimido también del engaño de las tinieblas y de la condenación que recibirá en el Juicio de Dios todo incrédulo y rebelde. Con Su sacrificio  Jesús nos ha reconciliado con el Padre y mediante el sello del Espíritu Santo en el nuevo nacimiento es cuando se concreta nuestra restauración a Su divinidad y a la gloria  que tuvimos en Cristo, antes de toda otra creación. 

'Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro' (Ro. 6:10-11).

Estamos hablando aquí acerca de la restauración al Principio de cada hijo de Dios, que ha nacido de nuevo. Pero no solo en forma individual, sino también restaurados como familia de Dios a la posición original del Cuerpo de Cristo en la Primera Edad de Efeso, por medio del evangelio apostólico cuando... 'Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo' (Hch. 2:38). Los hijos de Dios aman la restauración, es decir Su retorno al día de Pentecostés y los años siguientes, porque es el punto de partida de una carrera espiritual que va más allá de ese día glorioso en Jerusalén. Vamos hacia la redención de la posesión adquirida por Cristo en el Calvario. El ministerio apostólico le enseñó a los creyentes la doctrina del evangelio de la cruz y el resto de la palabra (ver Hch. 2:42), así como el Angel del Pacto le reveló Su palabra a los que ya habían sido bautizados en Moisés, en la nube y en el mar. La tierra prometida de Canaán, a la que llegaron después, es la sabiduría (doctrina) del evangelio en las Escrituras, así como el huerto paraíso estaba dentro del gran Edén terrenal del principio, cuando Dios recreó la tierra.

Ahora, siendo el Espíritu de Cristo el Principio y el objetivo de nuestra restauración para volver a ser los hijos originales de Dios, la pregunta que surge en el elegido es... ¿cómo llega  Cristo a ser revelado en el corazón? Bueno, aquí está lo que Jesús nos dice: 'Yo soy la vid, y ustedes son las ramas. El que permanece unido a mí, y yo unido a él, da mucho fruto (el fruto es Cristo); pues sin mí no pueden ustedes hacer nada' (Jn. 15:5). Cristo llega al corazón por la palabra de Su ministerio de 1 Ts. 4:16 presente en la tierra. La revelación de Su palabra comenzó con la Voz de Aclamación, anunciada por el profeta mensajero William M. Branham hasta 1965. Y ha continuado desde 1966 con la Voz de Arcángel del ministerio quíntuple verdadero (digo verdadero porque hay muchas imitaciones de falsos apóstoles, profetas y maestros). El Eterno ha dispuesto en Su soberanía, que Sus hijos recibamos el Espíritu de revelación  para reconocer Su obra actual. También nos hace entender y vivir la palabra de la cruz, creyendo Su Voz de Arcángel (palabra de enseñanza) después de creer Su Voz de Aclamación (Mt. 25:6 y 9; 1 Ts. 4:16 y Ap. 10:7). 

Los escogidos tienen que estar separados de la oscuridad religiosa del Egipto institucional del hombre y restaurados al Principio (Ap. 3:20).  Y es en el evangelio de Pentecostés donde Cristo nos revela que El es nuestro Principio y unidad con el Padre. Esta restauración del alma a la posición original en el Espíritu Eterno, a lo que fuimos por medio del Unigénito antes de la fundación del mundo,  es para que podamos comprender el sonido de la trompeta de Ap. 10:7. El sonido es la revelación de la redención  que poseemos en el evangelio. La restauración es la posición en Cristo Jesús. La redención nos  perfecciona y nos transforma a Su Misma imagen.
 
'Acordaos de la ley de Moisés, mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel' (Mal. 4:4).

'Siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón' (2 Co. 3:3).

'Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo;...seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades' (He. 8:10-12).  

Santos de Dios:  El Señor nos está perfeccionando el entendimiento de Su palabra, para la redención (rescate y obtención) de nuestra imagen y semejanza de Dios en Adán, antes de su caída. Nuestra transformación que El ya ha adquirido, se consumará cuando sean vueltos nuestros cuerpos semejantes al cuerpo de Su gloria (Fil. 3:21). Los tres días y noches de la muerte de Jesús son nuestra santidad y libertad del pecado, para que vivamos en el poder de Su resurrección.  Su resurrección glorifica la justicia del Cordero sacrificado en tu alma. Desde nuestra regeneración por medio del evangelio,  hasta la revelación de Cristo en el corazón, somos vivificados por el Espíritu Santo en la resurrección del Señor. Así es. Cristo la Palabra fue grabado en las tablas de piedra del monte Horeb y ahora está escrito en nuestro corazón. El monte de Dios en el desierto de Sinaí fue figura del monte Sion celestial.  Más allá de Egipto y el desierto del mundo terrenal, tenemos nuestro monte Sion.

EL  MONTE  SION

'Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová' (Mi. 4:2b).

El monte es Cristo y Su sacrificio expiatorio. Jerusalén es Su sabiduría y doctrina. De Su ministerio recibimos el Espíritu Santo, la revelación del evangelio y de toda Su palabra.

'La aparición de nuestro Salvador Jesucristo quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio' (2 Tim. 1:10). 

'En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal,  en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y potestades, los exhibió públicamente triunfando sobre ellos en la cruz' (Col. 2:11-15). 

'Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres' (Ef. 4:8).

El Espíritu,  el agua y la sangre de Jesucristo (1 Jn 5:8) es el testimonio de Dios. Al sernos revelado vemos que el Padre y el Cristo es el Mismo Ser Supremo en unidad con el agua y la sangre, que son la humanidad de Jesús el Hijo del Hombre. Jesucristo es el lado visible del único y verdadero Dios Invisible.  Esta revelación es restauración del alma a la fe de nuestros padres espirituales.  Luz verdadera que solo puede provenir del monte Sion, que es la mente vivificante de Cristo, y de Jerusalén la palabra profética de Su ministerio celestial que nos está hablando. De esta manera está edificando a Su Iglesia en la tierra como la Ciudad Santa, Nueva Jerusalén. 

En unidad con la  muerte, resurrección y ascensión del Señor viven por fe los santos Novia-Esposa de Cristo. Esta fe es la revelación de la Biblia. Se llama Canaán en sentido figurado, la tierra prometida de la sabiduría del evangelio. Josué y el sacerdocio de Israel representaron el ministerio apostólico de Cristo, de Ef. 4:11. Su ministerio según el orden de Melquisedec, está encarnado en el ministerio quíntuple del Cuerpo de Cristo. De esta manera el Hijo se revela a Sí Mismo como el Principio, el fundamento, la restauración y la redención de la Iglesia verdadera. El ministerio del Antiguo Testamento a Israel fue para poner su corazón en unidad con la mente de Cristo. Esto es lo que aconteció en el día de Pentecostés, cuando la Iglesia fue cimentada en la revelación de Jesucristo (Hch. 2:38), por el Espíritu Santo hablando en el ministerio apostólico original. Y esto no ha cambiado. En la actualidad, la Iglesia genuina reconoce el ministerio de Cristo porque le conoce, está fundamentada en El y tiene Su Espíritu en el alma.

'Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más, porque no podían soportar lo que se les ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo; y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando; sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel' (He. 12:18-25). 

CONCLUSION

Como marcharon nuestros hermanos de la Iglesia antigua en el desierto, desde Horeb a Canaán y la tomaron en posesión, hoy avanza la Iglesia fundada el día de Pentecostés en la tierra de la fe original y vivimos en la revelación de Su palabra. ¡Alabado es Su Nombre por los siglos! Moisés prefiguró el ministerio de Cristo en Su Iglesia, administrando la verdad de nuestra restauración al Principio.  Horeb es el conocimiento del evangelio  que nos ha provisto el Señor para la redención de nuestra almas y cuerpos Canaán es la doctrina del evangelio, la fe que nos fue dada una vez a los santos (Judas 1:3) para que lleguemos a ser 'un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo' (Ef. 4:13b). 

La restauración de los hijos de Dios a su posición original en Cristo antes de toda creación, es por medio de Su Voz de Aclamación y la trompeta del evangelio (Ap. 10:7). Y la redención de la gloria del Hijo en ellos es por Su ministerio apostólico de enseñanza. Por tanto, no es una restauración de la verdad traída desde la antigüedad hacia este tiempo del fin, porque ella nunca se perdió en la oscuridad de las falsas doctrinas hechas por el hombre. La restauración, que Dios prometió a Sus hijos en el fin, es el regreso y reconciliación  con la fe de Jesucristo revelada a los padres espirituales (Mal. 4:6b). Jesucristo es el apóstol y sumo sacerdote celestial de Su  ministerio quíntuple en la tierra (Ef. 4:11).  Está tan vigente ahora en Su Iglesia restaurada como en la Iglesia bíblica del Nuevo Testamento, porque es el Mismo ayer, y hoy y por los siglos (He. 13:8). 

El postrer Adán es Dios y Hombre.  El vino a cumplir el Plan de redención del Eterno y para reunir una Familia Espiritual Glorificada de Hijos e Hijas de Dios, para el Padre Celestial. También vino para restaurar la tierra a su estado original con Su obra redentora, como era en el principio para un pueblo natural como el primer Adán. La Edad del evangelio es una parte del Gran Plan Eterno de Dios, por la cual El llamaría, justificaría y glorificaría un pueblo preconocido desde antes de la fundación del mundo. 

'Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó'  (Ro. 8:30).