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EL VERDADERO EVANGELIO DE SALVACION



"Pues el amor de Cristo nos apremia, habiendo llegado a esta conclusión: que uno murió por todos, por lo tanto, todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. 

De manera que nosotros de ahora en adelante ya no conocemos a nadie según la carne; aunque hemos conocido a Cristo según la carne, sin embargo, ahora ya no le conocemos así. 

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, todas son hechas nuevas. 

Y todo esto procede de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; 

a saber, que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones, y nos ha encomendado a nosotros la palabra de la reconciliación. 

Por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros;  en nombre de Cristo os rogamos: ¡Reconciliaos con Dios!  

Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en El" (2 Cor. 5:14-21).

Todas las personas que oyeron el mensaje del apóstol Pedro el día de Pentecostés y aceptaron a Jesucristo como Señor y Salvador del alma, no sabían qué hacer para reconciliarse con Dios (ver Hch. 2:37)Eso nos demuestra que recibieron la convicción de ser pecadores y que necesitaban arreglar sus cuentas con el Creador. Entonces les fue revelado por el Espíritu Santo el verdadero evangelio de salvación :

"Y Pedro, les dijo: Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch. 2:38).

Escudriñando los tres mandamientos del evangelio de Dios, podemos comprender en qué consiste confesar a Jesucristo como nuestro Señor y creer que El vive. Digo esto a todo el pueblo  de Dios porque, desde hace bastante tiempo, se  enseña en muchas iglesias que hay que hacer una oración de fe confesando el versículo de Romanos 10:9-10, pero no se pone por obra conforme a Hechos 2:38. Este pasaje bíblico nos muestra el cumplimiento de Mt. 28:19 - Mr. 16;17 - Lc. 24:47 - Jn. 5:43 - Hch. 4:12; Hch. 10:48; Hch. 19:5 y Hch. 22:16. 

En la Biblia no hay contradicción alguna. No es igual confesar con la boca la palabra de Dios, que obedecerla en forma práctica. La confesión y la práctica tienen que ir juntas como confirmación de haber creído en las Sagradas Escrituras, porque la fe sin obras es muerta (Stg. 2:20). Elegido de Dios: No te dejes confundir por los errores religiosos antibíblicos. Las buenas obras humanas jamás pueden reemplazar la obra mediadora, expiatoria y redentora de Jesucristo, contenida en cada palabra de Hechos 2:38. La palabra de arrepentimiento nos une con Su sangre (Ro. 3:25). La palabra de bautismo en Su Nombre nos une con Su muerte y nos reconcilia con Dios, por el perdón de pecados (Ef. 6:15). Recibir el don del Espíritu Santo nos une con Su resurrección y con Su cuerpo glorificado (Romanos 8:30 y 1 Cor. 12:13). 

Quienes han predicado la confesión como si fuera un método para ganar adeptos y seguidores, sin decirles que hay que obedecer el evangelio de Pentecostés, tendrán que rendir cuentas por haber recortado Su palabra y enseñado parcialmente la voluntad de Dios. Ahora veamos bien la doctrina  de cada mandamiento del evangelio, con nuestra mente y corazón abiertos delante del Señor :

1) Cuando una persona ha creído en Jesucristo, se arrepiente de sus pecados y confía en Su sangre, ha sido justificada (Ro. 3:25 y 5:1-2). La justificación es la regeneración del creyente, que libera su alma de la maldición de las malas obras y del Juicio de Dios al pecado.

2) Bautizarse en aguas en el Nombre de Jesucristo es para recibir el perdón de los pecados, reconciliarse con Dios y ser santificado (Ro. 6:22). Por la unión con Su Nombre, el bautismo es palabra de salvación (1 Pe. 3:21). Este no es el bautismo evangélico en los títulos Padre, e Hijo, y Espíritu Santo. Muchos cristianos por ignorancia y otros con espíritu de discrepancia, sin revelación del Espíritu, lo desobedecen. Se quedan con el bautismo trinitario y aun otros niegan que haya que bautizarse en aguas. Son doctrinas falsas de hombres sin el ministerio de Cristo, que han manchado la túnica de la salvación en los creyentes. Estos creyentes deben arrepentirse del bautismo en títulos, aunque lo hayan hecho en ignorancia y con sinceridad, porque es producto del yo del hombre.
 
3) Recibir por la fe el don del Espíritu Santo,  para nacer de nuevo y perfeccionar el entendimiento de la palabra de Dios. La evidencia de haber recibido el Espíritu es creer en la revelación divina de las Escrituras. La revelación es la verdad. Y la verdad es la calzada y el camino de la santidad (Is. 35:8; Jn. 17:17).

“Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como resultado la vida eterna” (Ro. 6:22).

La santidad de Jesucristo en el alma, el espíritu y el cuerpo es el resultado de un arrepentimiento verdadero, delante de Dios, porque te separa de la incredulidad y del orgullo. De no ser así, la ley del pecado que está en el cuerpo endurecerá tu corazón y así es como sin desearlo, le estás dando lugar al diablo. La primera arma y herramienta espiritual contra el enemigo, que Dios nos ha dado para el ejercicio de la fe en El, es la palabra de arrepentimiento. Básicamente, es negarte (renunciar) al egoísmo y  su señorío sobre tu persona. Luego de negarnos a nosotros mismos, debemos tomar la cruz de Jesús y unirnos con Su sacrificio para que esté muerto el poder pecaminoso del cuerpo físico, sin ningún control sobre el alma y el espíritu. 

'Entonces Jesús dijo a sus discípulos:  Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame' (Mt. 16:25). (Ver 2 Cor. 4:10-18). 

El egoísmo es incredulidad, orgullo, rebelión y desobediencia a Dios. Es la ley del pecado que está en el cuerpo mortal para endurecer nuestro corazón y llevar cautiva nuestra mente a la ceguera espiritual (Ro. 7:23-25).  El arrepentimiento es aborrecer el  pecado y una terrible humillación para satanás. Aceptar la sangre y el sacrificio del Señor Jesucristo para nuestra salvación sin un repudio total al egoísmo, es manchar la ropa de nuestra salvación.  

El verdadero evangelio es el poder de Dios que convierte a los creyentes en almas justificadas y santificadas, para recibir el Espíritu Santo y la revelación de Su palabra. (Ver Sal. 19 ; Jn. 17:17 y Ro. 1:16). Lo que creemos tiene que reinar en nuestro espíritu y en nuestro cuerpo. De otra manera es solamente ser un creyente tibio.  Debes obedecer el evangelio del nuevo nacimiento del agua y del Espíritu Santo, para que Cristo sea formado en tu alma porque El es tu salvación.   

"Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo: Que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios" (Jn. 3:5).

El agua son las palabras siguientes: Arrepentimiento y bautismo en el Nombre de Jesucristo. Nos identifican con  Su sangre y con Su muerte. Con Su cuerpo sepultado nos reunimos por medio de Su Nombre Jesucristo, en el bautismo de agua. Luego, en el creyente se consumará la tercera palabra que prometió el Señor a los obedientes: "...y recibiréis el don del Espíritu Santo" (ver Hch. 5:32). Así como El resucitó de la muerte por el poder del Espíritu Santo, también nosotros somos resucitados espiritualmente y recibimos la experiencia del nuevo nacimiento. Este es el evangelio único y verdadero de Jesucristo.  No hay otro. No se puede modificar, pues sería anatema, algo maldito por Dios (ver Gál. 1:6-9). 

"Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo" (Ef. 4:5).  

"Pero si aun  nosotros, o un ángel del cielo, os anunciara otro evangelio diferente al que os hemos anunciado, sea anatema" (Gál. 1:8). 

Ahora, la persona que fue bautizada correctamente debe creer en la promesa del Espíritu Santo y recibirlo por fe (Gál. 3:2 y 6), de modo que la vasija de su espíritu y cuerpo sea llena de sabiduría, poder y amor de Dios.

LA JUSTIFICACION  y LA GLORIFICACION

"Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de Su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a esos también llamó; y a los que llamó, a esos también justificó, y a los que justificó, a esos también glorificó" (Ro. 8:29-30).

Las tres palabras de Hechos 2:38 son las  tres etapas del nuevo nacimiento, las cuales  son impartidas por el Espíritu Santo pues por Gracia somos salvos.

1) Justificación: Esto es que debemos creer en el Señor Jesucristo, arrepentirnos de haber pecado y aplicar la sangre de Su sacrificio en nuestro corazón, para ser limpiados y librados de toda condenación (1 Jn. 1:7).

2) Santificación: Al bautizarnos en agua por la fe en el Nombre de Jesucristo son  perdonados nuestros pecados, siendo arrojados al mar del Olvido (Miq. 7:19).  En el bautismo del evangelio somos reconciliados con Dios (Ef. 6:15), teniendo por fruto la santificación y como resultado, nuestra vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro. 6:22-23).

"Grabaré mis leyes (las palabras del evangelio) en sus corazones y en sus mentes las escribiré. Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus transgresiones" (Heb. 10:16-17).

3) El don del Espíritu Santo glorifica en el creyente la justificación y la santificación del sacrificio de Cristo, bautizándolo en Su resurrección y ascensión. Es la renovación del alma y la consumación del nuevo nacimiento para vida eterna.

"Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y Su amor hacia la humanidad, El nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración (arrepentimiento y bautismo) y la renovación por el Espíritu Santo (nuevo nacimiento), que El derramó sobre nosotros abundantemente por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por Su Gracia fuésemos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna" (Tito 3:4-7).  

El Hijo de Dios glorificado nos unge con el Espíritu Santo para que podamos vivir una vida consagrada a El, en la cual aborrecemos la injusticia y reprendemos las tinieblas porque no somo hijos de la noche sino del Día, y luz en el Señor al ser  participantes de Su gloria. 

"Y si me voy y preparo un lugar para vosotros, vendré otra vez y os tomaré conmigo; para que donde yo estoy, allí estéis también vosotros" (Jn. 14:3). 

"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en El antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de El. 

En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de Su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia que gratuitamente ha impartido sobre nosotros en el Amado. En El tenemos redención por su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia...

En Jesucristo también vosotros, después de escuchar el mensaje de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados en El con el Espíritu Santo de la promesa, que nos es dado como garantía de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión adquirida de Dios, para alabanza de Su gloria" (Ef. 1:3-7; 13-14).

Nuestra alma y cuerpo son glorificados aquí en la tierra, mediante el bautismo del Espíritu Santo en el cuerpo glorificado de Cristo (1 Cor. 12:13). Este bautismo del Espíritu es el completo nuevo nacimiento del verdadero evangelio de salvación. El cuerpo glorioso de Cristo encarnado ahora en los renacidos, hará posible su arrebatamiento, cuando El aparezca en forma física, invisible al mundo, antes de la gran tribulación. "Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, el Señor Jesucristo, el cual transformará el cuerpo de nuestro estado de humillación en semejanza al cuerpo de Su gloria, por medio del poder que tiene aun para sujetar todas las cosas a Sí Mismo" (Fil. 3:20-21). 

EL VERDADERO EVANGELIO ES LA JUSTICIA  Y LA SANTIDAD DE CRISTO, EN EL CREYENTE RENACIDO  

"Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad. Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, por el Espíritu del Señor" (2 Cor. 3:17-18).

El creyente renacido es libre del señorío del pecado. Significa que la salvación del alma consiste en que podamos reinar con la autoridad de Cristo, sobre las tinieblas demoníacas y la carnalidad humana. El poder del evangelio bíblico es nuestra defensa de toda contaminación del cuerpo y del espíritu, porque obra el Juicio de Dios sobre el pecado. Cristo es nuestra nueva vida y tiene que liderar como Señor de ella. Pero hay que sentarse a Sus pies como María de Betania, aprender Su palabra y no hacer interpretaciones privadas de la Biblia. Por esto, necesitamos Su espíritu de sabiduría y de revelación para ser renovados en el entendimiento espiritual de las Sagradas Escrituras. Y para recibirlo, es menester la consagración voluntaria de todo nuestro ser: alma, espíritu y cuerpo al verdadero evangelio de nuestra salvación (Ef. 4:11-12; Heb. 12:14; 1 Pe. 2:1-3).

Debemos obedecer Sus palabras: "Esperad en Jerusalén para recibir el poder de lo alto" (Hch. 1:8).  La revelación que tengo del Señor sobre la espera en Jerusalén, es que aquellos que habían caminado con Jesús,  durante Su jornada redentora aquí en la tierra, tenían el Espíritu Santo de Dios sobre ellos en una relación con el Padre, pero tenía que entrar y morar en sus almas para que Cristo se manifestase en sus vidas (Jn. 14:21).

Cristo es Uno con el Espíritu Santo. Los creyentes que están llenos del Espíritu necesitan también la revelación del Espíritu de Cristo, porque El es la Plenitud de Dios. ¿Sabes que El debe ser nuestro Absoluto?  Esto es lo que Jesús declaró:

"El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre (Espíritu Santo), y yo le amaré, y me manifestaré a él. El que me ama, mi palabra guardará, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos en él morada" (Jn.  14:21 y 23) Ver Ro. 8:9 y 1 Jn.  5:12.

PERFECCIONAMIENTO

Los hijos de Dios están revestidos con la justicia y la santidad de Jesucristo, por medio del evangelio original de Hechos 2:38. Son uno con la sangre, muerte, resurrección y ascensión de Su Señor y Salvador. Por lo tanto, deben ser perfeccionados por los dones de Efesios 4:11-12, para toda buena obra. La meta final es ser transformados a la imagen del Hijo de Dios. 

“Que el injusto siga haciendo injusticias, que el impuro siga siendo impuro, que el justo siga practicando la justicia, y que el santo siga guardándose santo”  (Ap. 22:11).  

Los creyentes que son vírgenes prudentes hallaron el camino a las bodas del Cordero. Se han preparado para entrar con Su Amado al banquete y a la unión invisible de la Novia del evangelio con El, aquí en la tierra (ver Mt. 25:10), para que El les perfeccione en Su palabra y los transforme de Novia en Esposa, mediante la revelación del Espíritu de Cristo en sus  almas. El Clamor de medianoche  que vino a mediados del siglo 20, le dice a los hijos de Dios:

"El Esposo ha venido, ya está aquí en la simplicidad del evangelio apostólico original.  Salgan del espíritu religioso apóstata de Babilonia y vengan a reunirse con El "  (paráfrasis de Mt. 25:6).

"Pero mientras ellas iban a comprar... (las vírgenes fatuas - creyentes insensatos que se demoran buscando el aceite Espíritu Santo de revelación, fuera del verdadero ministerio de Cristo en la tierra) ... vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta" (Mt. 25:10).

CONCLUSION  

Querido lector, permíteme preguntarte: ¿Eres tú una virgen prudente  o  una virgen fatua?  Piénsalo, porque es muy tarde ya. No está afuera de ti en ninguna parte del mundo. No está en las iglesias, ni en las ideas e interpretaciones erradas de la Biblia y menos aun en el movimiento ecuménico actual.  El Señor Jesucristo está en Su palabra del evangelio bíblico de Hechos 2:38, para justificarte, santificarte y darte vida eterna. ¿Cómo se llega a El? Se llega por creer y convertirse al evangelio del día de Pentecostés. Son las palabras de salvación que dijo el apóstol Pedro ese día, para ser obedecidas por todo creyente. Ponerlas por obra es la verdadera confesión de la fe en Jesucristo, que concuerda con Romanos  10:9-10, que dice así: 

'Si confiesas con tu boca al Señor Jesús, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se hace confesión para salvación'.

Este mandamiento es la declaración de la fe en Jesucristo, para fecundar el evangelio en el corazón.

"Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el Nombre de Jesucristo para el perdón de los pecados; y recibirás el don del Espíritu Santo" .

Estos mandamientos son para obedecer a Dios, poner por obra la fe en Jesucristo y nacer de nuevo. 

Ambos versos bíblicos reunidos, son la obra del ministerio apostólico original, de Efesios 4:11.  Si vas detrás de otro ministerio y mensaje es porque te has contaminado con el anatema. Entonces tienes que arreglar la lámpara de tu espíritu, que es tu mente y corazón, poniéndote en línea con las doctrinas de la justicia, la santidad y el nuevo nacimiento en Cristo Jesús, creyendo y obedeciendo el evangelio apostólico.

"Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento, pero el que viene detrás de mí es más poderoso que yo, a quien no soy digno de quitarle las sandalias; El os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego" (Mt. 3:11). 

"Por lo cual, desechando toda inmundicia y todo resto de malicia, recibid con humildad la palabra implantada, que es poderosa para salvar vuestras almas. Sed hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos" (Stg. 1:21-22).      
Agosto de 2024
                                                          
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