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EL PODER DEL EVANGELIO


Este mensaje es para que las vírgenes de Mateo 25 arreglen sus lámparas, santificándose de  su mala comprensión del evangelio bíblico.

“Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como resultado la vida eterna” (Ro. 6:22).

La santidad del Señor Jesucristo en el alma, el espíritu y el cuerpo es fruto del  arrepentimiento. Debemos revisar este fundamento profundamente delante de Dios. De lo contrario puede haber deslices y el adversario está esperando la ocasión. La primera arma y herramienta espiritual que el Espíritu Santo nos ha revelado en la palabra del evangelio es el arrepentimiento del pecado. Este espíritu carnal es incredulidad, orgullo, rebelión y desobediencia a Dios. Es una ley que está en el cuerpo mortal para endurecer nuestro corazón, a fin de llevar cautiva nuestra mente hacia la oscuridad del mundo pecador, donde están las tinieblas demoníacas de satanás.  El arrepentimiento es la muerte al  pecado, es decir,  al 'yo pecaminoso' de nuestro cuerpo.

Por tanto, aceptar la sangre y el sacrificio del Señor Jesucristo para nuestra salvación sin arrepentimiento de todo pecado, y el  aborrecerse plenamente a sí mismo, es ir en dirección opuesta a nuestra  justificación.  

"Pues el amor de Cristo nos apremia, habiendo llegado a esta conclusión: que uno murió por todos, por lo tanto, todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. 

De manera que nosotros de ahora en adelante ya no conocemos a nadie según la carne; aunque hemos conocido a Cristo según la carne, sin embargo, ahora ya no le conocemos así. 

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas. 

Y todo esto procede de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; 

a saber, que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones, y nos ha encomendado a nosotros la palabra de la reconciliación. 

Por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros;  en nombre de Cristo os rogamos: ¡Reconciliaos con Dios!  

Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en El" (2 Co. 5:14-21).

EL EVANGELIO DE NUESTRA SALVACION

“Y Pedro les dijo (a los que habían aceptado su mensaje y no sabían qué hacer para reconciliarse con Dios): Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch. 2:38).

1) Aceptar a Jesucristo como Señor y Salvador del alma porque Su sacrificio fue hecho para crucificar el pecado y nuestras culpas, para librarnos de la condenación del lago de fuego y darnos vida eterna (Jn. 3:16).

2) Arrepentirse del pecado y de las obras muertas de la carne. Es, junto con la fe en Su sangre, la justificación (regeneración y liberación del alma) del pecado. Aquí es donde muchos se detienen y no continúan su conversión completa al evangelio, porque no han creído en el arrepentimiento. ¿ Qué sigue ahora para el verdadero creyente arrepentido ? 

3) Bautizarse en aguas en el Nombre del Señor Jesucristo para poseer la santidad de Su cuerpo sepultado y recibir el perdón de los pecados. Este no es el bautismo evangélico en los títulos de la Divinidad que son Padre, e Hijo, y Espíritu Santo. También aquí muchos cristianos con espíritu de discrepancia, sin revelación del Espíritu, lo desobedecen. Se quedan con el bautismo trinitario y otros aun niegan que haya que bautizarse en aguas. Son doctrinas erradas de los hombres, que han manchado la túnica de la justificación en los escogidos de Dios, de lo cual deben arrepentirse aunque lo hayan hecho en ignorancia y con sinceridad.

4) Recibir del Padre Eterno el don del Espíritu Santo,  morando en nuestros corazones para ser uno con la revelación de toda palabra de Dios. Esta es la evidencia del nuevo nacimiento y de una íntegra reconciliación con Dios.

El Espíritu Santo es Quien nos ayuda en nuestra humana debilidad, para que estando muertos al pecado (arrepentidos del  egoísmo carnal y reconciliados con nuestro Padre Eterno) también nos podamos consagrar a Su palabra, la Calzada y el Camino de la Santidad

“Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él, sino que él mismo estará con ellos; el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará” (Is. 35:8). 

El evangelio es el poder de Dios que convierte a los creyentes en almas justificadas y santificadas, para recibir el Espíritu Santo y la revelación de Su palabra. (Ver Sal. 19 ; Jn. 17:17 y Ro. 1:16). Lo que creemos con nuestra alma tiene que reinar en nuestro espíritu y en nuestro cuerpo. De otra manera es solamente ser un cristiano tibio, es decir, un 'medio creyente'.  Debemos vivir el mensaje original apostólico del primer siglo, el poderoso evangelio del nuevo nacimiento de agua y del Espíritu Santo para que Cristo sea formado en el alma y en el espíritu.   

"Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo: Que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios" (Jn. 3:5).

El agua son las palabras del evangelio que hay que creer y obedecer: Arrepentimiento y bautismo en el Nombre de Jesucristo. Estas dos palabras de Hechos 2:38 nos identifican con el Señor Jesucristo en la cruz y en el sepulcro. Por fe nos reunimos con Su sangre y con Su muerte en el arrepentimiento y con Su cuerpo sepultado nos reunimos por medio de Su Nombre Jesucristo en el bautismo de agua. Luego, en el creyente se debe consumar la tercera palabra que prometió el Señor a los obedientes: "...y recibiréis el don del Espíritu Santo". Así como El resucitó de la muerte por el poder del Espíritu Santo, también nosotros somos resucitados espiritualmente y recibimos la experiencia del nuevo nacimiento. Este es el evangelio único y verdadero de Jesucristo.  No hay otro. No se puede modificar, pues sería anatema, algo maldito por Dios (ver Gál. 1:6-9). 

"Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo" (Ef. 4:5).  

"Pero si aun  nosotros, o un ángel del cielo, os anunciara otro evangelio diferente al que os hemos anunciado, sea anatema" (Gál. 1:8). 

Ahora, la persona que fue bautizada correctamente debe creer aun más y pedir a Dios de todo corazón que el Santo Espíritu, que le ayudó a arrepentirse y bautizarse, también entre a morar en su corazón. Además de anhelarlo así, también debe recibirlo por fe (Gál. 3:6) y ver que su vasija esté siempre llena del aceite de sabiduría, revelación y amor de Dios.

LA JUSTIFICACION  y LA GLORIFICACION

"Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de Su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a esos también llamó; y a los que llamó, a esos también justificó, y a los que justificó, a esos también glorificó" (Ro. 8:29-30).

Las tres palabras de Hch. 2:38 son las  tres etapas del nuevo nacimiento, las cuales  son operadas por el Espíritu Santo pues por Gracia somos salvos.

1) Justificación: Esto es que debemos creer en el Señor Jesucristo, arrepentirnos de haber pecado y confiar en la sangre de Su sacrificio para ser limpiados y librados de toda condenación.

2) Santificación: Al bautizarnos en aguas por la fe en el Nombre de Jesucristo son  perdonados nuestros pecados, siendo hundidos en el mar del Olvido (Miq. 7:19).  En el bautismo del evangelio somos reconciliados con Dios (Ef. 6:15), teniendo por fruto la santificación y, como resultado, nuestra vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro. 6:22-23).

"Grabaré mis leyes en sus corazones y en sus mentes las escribiré. Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus transgresiones" (He. 10:16-17).

3) El don del Espíritu Santo glorifica en el creyente la justificación y la santificación del sacrificio de Cristo, bautizándolo en Su resurrección y ascensión. Es la renovación del alma y la consumación del nuevo nacimiento para vida eterna.

"Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y Su amor hacia la humanidad, El nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo, que El derramó sobre nosotros abundantemente por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por Su Gracia fuésemos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna" (Tito 3:4-7).  

El Hijo de Dios glorificado nos unge con el Espíritu Santo para que podamos vivir una vida consagrada para Dios, en la cual aborrecemos la injusticia y reprendemos las tinieblas porque somos hijos del Día y luz en el Señor, no somos hijos de la noche ni de las tinieblas. Jesús nos hace participantes de Su gloria. 

"Y si me voy y preparo un lugar para vosotros, vendré otra vez y os tomaré conmigo; para que donde yo estoy, allí esteis también vosotros" (Jn. 14:3). 

"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en El antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de El. 

En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de Su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia que gratuitamente ha impartido sobre nosotros en el Amado. En El tenemos redención por su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia...

En El también vosotros, después de escuchar el mensaje de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados en El con el Espíritu Santo de la promesa, que nos es dado como garantía de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión adquirida de Dios, para alabanza de Su gloria" (Ef. 1:3-7; 13-14).

Nuestra alma-espíritu tiene que ser glorificada aquí en la tierra mediante el nuevo nacimiento del evangelio y del Espíritu Santo y poseer también aquí corporalmente nuestra redención completa de hijos de Dios, para el arrebatamiento de Su Esposa en Su Aparición física.  Entonces será consumada también la glorificación  de nuestros cuerpos mortales. "Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, el Señor Jesucristo, el cual transformará el cuerpo de nuestro estado de humillación en semejanza al cuerpo de Su gloria, por medio del poder que tiene aun para sujetar todas las cosas a Sí Mismo" (Fil. 3:20-21). 

EL PODER DEL EVANGELIO ES LA JUSTICIA  Y SANTIDAD DE JESUCRISTO

"Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad. Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, por el Espíritu del Señor" (2 Co. 3:17-18).

El creyente renacido es libre del señorío del pecado. Significa que la salvación del alma consiste en que podamos reinar con la autoridad de Cristo sobre la maldad. El poder del evangelio es nuestra pureza de toda contaminación de carne y de espíritu porque obra el Juicio de Cristo sobre el pecado. El es nuestra nueva vida y tiene que liderar como Señor de ella. Pero hay que sentarse a Sus pies como María de Betania, aprender de El y no hacer interpretaciones privadas de la Biblia. Por esto, necesitamos Su espíritu de sabiduría y de revelación para ser renovados en el entendimiento espiritual de las Sagradas Escrituras. Y para ello, es menester la consagración voluntaria de todo nuestro ser: alma, espíritu y cuerpo al evangelio de nuestra salvación (Ef. 4:11-12; He. 12:14; 1 Pe. 2:1-3).

Simplemente, debemos humillarnos delante de El y confiar en Sus palabras: "Esperad en Jerusalén para recibir el poder de lo alto" (Hch. 1:8).  La revelación que tengo del Señor sobre la espera en Jerusalén es que aquellos que habían caminado con Jesús,  durante Su jornada redentora aquí en la tierra, tenían el Espíritu Santo con ellos, pero El Mismo quería entrar en sus corazones y manifestarse poderosamente en sus almas (Jn. 14:17).

CRISTO está dentro  del  don del Espíritu Santo. Los creyentes que están llenos del Espíritu  necesitan también la revelación del Espíritu de Cristo. ¿Has entendido que El debe ser nuestro Absoluto?  Esto es lo que Jesús declaró:

"El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre (Espíritu Santo), y yo le amaré, y me manifestaré a él. El que me ama, mi palabra guardará, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos en él morada" (Jn.  14:21 y 23) Ver Ro. 8:9 y 1 Jn.  5:12.

PERFECCIONAMIENTO

Los hijos de Dios están revestidos con la justicia y la santidad de Jesucristo por medio del evangelio. Son uno con la sangre, muerte, resurrección y ascensión de Su Señor y Salvador. Por tanto, deben ser perfeccionados por los dones de Efesios 4:11-12, para toda buena obra. Su meta final es ser transformados a la imagen del Hijo de Dios. 

“Que el injusto siga haciendo injusticias, que el impuro siga siendo impuro, que el justo siga practicando la justicia, y que el santo siga guardándose santo”  (Ap. 22:11).  

Estos creyentes son las vírgenes prudentes que hallaron el camino a la boda del Cordero. Se han preparado para entrar con Su Amado al banquete y a la boda aquí en la tierra (ver Mt. 25:10)  para que El les perfeccione en Su palabra y transforme de Novia en Esposa, por la revelación del Espíritu de Cristo en sus  almas. El Clamor de medianoche  que vino a mediados del siglo 20, dice así:

"El Esposo ha venido, ya está aquí en la forma del evangelio apostólico original.  Salgan del mundo religioso apóstata de Babilonia y vengan a reunirse con El "  (paráfrasis de Mt. 25:6).

"Pero mientras ellas iban a comprar (las vírgenes fatuas - creyentes insensatos buscando el Espíritu Santo fuera del verdadero ministerio de Cristo en la tierra) vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta" (Mt. 25:10).

CONCLUSION  

¿Eres tú una virgen prudente  o  una virgen fatua?  Piénsalo porque es muy tarde ya. No está afuera de ti en ninguna parte del mundo. No está en las iglesias, ni en las ideas e interpretaciones de la Biblia hechas por ministros religiosos,  ni en el movimiento ecuménico actual.  El Señor Jesucristo está en la palabra del evangelio apostólico para justificarte, santificarte y darte vida eterna. En El están reunidas todas las cosas y también todas las demandas de Dios al hombre. ¿Cómo se llega? Se llega por medio de la aceptación del mensaje que has leído. Si lo has creído, ya está en tu boca y en tu corazón para que lo obedezcas:  

"Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el Nombre de Jesucristo para el perdón de los pecados; y recibirás el don del Espíritu Santo" (Hch. 2:38). Este verso bíblico es el evangelio conforme al ministerio apostólico de Efesios 4:11.  Si vas detrás de otro mensaje que no te ha revelado ni formado la Vida del Hijo de Dios en tu alma, es porque te has contaminado con el anatema. Entonces tienes que arreglar tu lámpara poniéndote en línea con la justicia y la santidad de Cristo, por medio de la palabra del evangelio original.

"Por lo cual, desechando toda inmundicia y todo resto de malicia, recibid con humildad la palabra implantada, que es poderosa para salvar vuestras almas. Sed hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos" (St. 1:21-22).

"Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento, pero el que viene detrás de mí es más poderoso que yo, a quien no soy digno de quitarle las sandalias; El os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego" (Mt. 3:11).