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EL CORAZON HUMANO


Doctrina de la santificación

'Así se fue Moisés, y volviendo a su suegro Jetro, le dijo: Iré ahora, y volveré a mis hermanos que están en Egipto, para ver si aún viven. Y Jetro dijo a Moisés: Vé en paz. Dijo también Jehová a Moisés en Madián: Vé y vuélvete a Egipto, porque han muerto todos los que procuraban tu muerte. Entonces Moisés tomó su mujer y sus hijos, y los puso sobre un asno, y volvió a tierra de Egipto. Tomó también Moisés la vara de Dios en su mano. Y dijo Jehová a Moisés: Cuando hayas vuelto a Egipto, mira que hagas delante de Faraón todas las maravillas que he puesto en tu mano; pero yo endureceré su corazón, de modo que no dejará ir al pueblo. Y dirás a Faraón: Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito. Ya te he dicho que dejes ir a mi hijo, para que me sirva, mas no has querido dejarlo ir; he aquí yo voy a matar a tu hijo, tu primogénito. Y aconteció en el camino, que en una posada Jehová le salió al encuentro, y quiso matarlo. Entonces Séfora tomó un pedernal afilado y cortó el prepucio de su hijo, y lo echó a sus pies, diciendo: A la verdad tú me eres un esposo de sangre, a causa de la circuncisión. Así le dejó luego ir. Y ella dijo: Esposo de sangre, a causa de la circuncisión' (Ex. 4:18-26).

'Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras' (Jer. 17: 9-10).

Séfora en Madián

La tierra de Arabia, donde vivió Moisés con la tribu de Madián, después de separarse de Egipto, es una dimensión de aislamiento y soledad espiritual del creyente verdadero. Jetro, el sacerdote de Madián es figura de una clase de pastor evangélico  que, bajo la misericordia de Dios, guarda una parte de la verdad del evangelio: la justificación por la fe. Madián representa verdades bíblicas enfocadas con la interpretación intelectual, en la iglesia denominacional evangélica. Por tanto, los madianitas son un tipo de los medio-cristianos, porque son incircuncisos, es decir, sin la obra de la cruz en sus corazones. Son fruto de la mezcla del conocimiento bíblico con el razonamiento y los sentimientos humanos, cristianos sin revelación de la palabra.

Moisés, fue un tipo de Cristo y del elegido. Estuvo allí durante cuarenta años y fue el esposo de Séfora, una de las siete hijas de Jetro. Séfora en Madián representa al cristiano carnal. Moisés, su esposo, apacentaba las ovejas de su suegro. Las ovejas son el fruto de la tierra que dan lana y alimento. Significa el conocimiento bíblico como patrimonio de Jetro, el pastor evangélico. Ahora ¿qué es esto que hizo Moisés desde el punto de vista espiritual? Es el cuidado y vigilancia de las verdades básicas de la fe en Dios, bienes y asuntos del Señor de lo cual se alimenta Jetro y su familia, es decir, cristianos denominacionales que gozan del servicio de Moisés, algún siervo consagrado a Dios que está entre ellos para proveer alimento espiritual y tiene la convicción de su salvación. Es lo que sucedió con el profeta a los gentiles de esta última Edad de Laodicea, el hermano William M. Branham. Antes de ser enviado por Dios, él estuvo sirviéndole dentro de la iglesia evangélica bautista hasta que recibió del Señor Su ministerio profético.

Moisés entre los madianitas es figura de los creyentes escogidos, siendo zarandeados en la fe y en la paciencia. Hasta que obedezcan el llamamiento del Espíritu a la fe original apostólica, allí  se encuentran entre cristianos sin circuncisión espiritual, de mente carnal. En Sinaí, el monte de la revelación divina, como Moisés ante la zarza ardiendo, reciben el ministerio de Cristo para ser la luz del mundo y la sal de la tierra. Su comisión es llevar vida y liberación a las almas cautivas del Israel de Dios que es esclavo en Egipto. El grupo madianita es esclavo de sí mismo, es decir del viejo hombre y su egoísmo, por estar contaminados con el espíritu denominacional. En sus declaraciones de fe confiesan el trinitarismo y en su institucionalidad se gobiernan con el nicolaísmo. 

En cuanto a Egipto, éste es una región o dimensión más alta. Es el reino de faraón, un espíritu egocéntrico de incredulidad y orgullo del hombre, oculto en el sistema político, religioso, militar y materialista del mundo. Es el sistema de gobierno del reino pecador, mezclado con las religiones de cada nación, con las idolatrías paganas y con las supersticiones de la sociedad. Su pueblo egipcio es el cristianismo manufacturado e infiel a Cristo, porque idolatra sus credos, dogmas y tradiciones. Está de acuerdo con el ecumenismo apóstata y engañoso establecido por Babilonia, la religión organizada. Egipto es cautividad y esclavitud de faraón, el egoísmo carnal del hombre y eso es el pecado del mundo. Babilonia es caos, confusión y hechicería religiosa. Egipto y Babilonia son el matrimonio entre la política y la religión, cualquiera que sea. El pueblo de Israel son aquellos hijos de Dios cautivos del hombre - faraón - con el espíritu nicolaíta que gobierna toda iglesia, congregación o grupo denominacional, a través de un señorío jerárquico  heredado de la organización católica romana.

Los elegidos de Dios, entre ellos, gimen afligidos por su liberación y el Señor les oye. Cuando les responde en Su Gracia, estos creyentes reciben el mensaje del Juicio de Dios que anunció Moisés a Egipto. Tienen que abrir los ojos y saber que Cristo no fundó la iglesia denominacional, y está afuera de ella (Ap.3:20). Si obedecen Su mensaje, El entrará en sus corazones y los convertirá al evangelio original de Hechos 2:38, para que sean verdaderamente libres y puedan salir de en medio de ellos (ver Mt. 25:6), cruzando las aguas del mar Rojo por el bautismo en el Nombre de Jesucristo. Este mensaje es la Voz de aclamación de los mensajeros de Cristo, que anuncian el Juicio de Dios al babilonismo y con Voz de arcángel predican y enseñan el evangelio del reino de los cielos en el tiempo del Fin (Mt. 13:41-43). Ellos son los ángeles que introducen a los creyentes trigo en el granero de Ef. 4:11-12. Es el bautismo del Espíritu Santo en la sabiduría del evangelio y la doctrina de Cristo, de la misma manera que los hijos de Israel obedecieron a Moisés, y luego por medio de Josué entraron en la tierra prometida.

Séfora en el creyente

Entonces, junto a Moisés está Séfora la madianita. Esto es ciertos cristianos evangélicos separados del engaño de la apostasía ecuménica. La tribu de Madián era descendiente de Abraham y Cetura, lo que le daba un parentezco con Israel así como esta clase de cristiano evangélico es medio pariente de la iglesia bíblica original. Debemos ver esta palabra personalizada en nosotros, es decir, apuntarnos en forma interior. Sabemos que Moisés también representa el alma del elegido. Séfora, fue un tipo del vaso frágil del corazón del cuerpo humano que muchas veces ha causado aflicción al alma. Ellos en Madián, como esposos tuvieron muchos conflictos en su convivencia, lo cual indica como lección espiritual que hay una etapa de desencuentro interior entre el alma y el corazón del creyente. Cuando éste quiere apartarse de la carnalidad sufre un enfrentamiento con el mal. Muchos cristianos, así como le sucedió a Séfora, están endurecidos por el engaño del egoísmo, ignorando que es la ley del pecado y de la muerte que les nubla la mente y oscurece su espíritu. El corazón se les manifiesta incrédulo, orgulloso, mentiroso, falso, enredoso, hipócrita, acusador, contencioso, quejoso, posesivo, autoritario, dominante, ilusorio, conformista, avaro, codicioso, idólatra, justicia propia, individualista, liberal, mundano, cobarde, materialista, frívolo, vacío, vago, terco, rebelde, desordenado, manipulador, independiente, infiel, rencoroso, afanoso, inquieto, precipitado, impulsivo, concupiscente, fatuo, inconstante, fluctuante, tradicionalista, intemperante, insubordinado y desobediente al gobierno del Espíritu Santo (Ver Gál. 5:19-21).

Y esto no debe ser así en la persona cristiana que anhela ser  un verdadero creyente. Su corazón físico debe estar sujeto a su espíritu, y su espíritu sujeto a su alma. Si no tiene esta experiencia, es porque su espíritu en el corazón aun es incircunciso. Por lo tanto prevalece el egoísmo del viejo hombre que está en el cuerpo y no comprende la voluntad de Dios, la cual es nuestra santificación. Su alma, es decir: la persona, es carnal porque está cautiva de ese viejo hombre y no puede adorar a Dios en espíritu y en verdad. Tal cristiano es inmaduro en los afectos de la fe y el amor a su Salvador. El todavía no es su Señor. Puede decirle: 'Señor, Señor...', pero no logra hacer lo que El dice. Esto es lo que nos muestra el Espíritu Santo en Exodo 4:25 y 26, en la reacción arrogante de la mujer de Moisés al ver a su hijo sufriendo por la circuncisión que ella misma había impedido y se vio obligada a realizar, delante de Moisés. De muy mala gana lo circuncidó, por el miedo que tuvo de que su  hijo pudiera morir bajo la ira de Dios por no estar circuncidado (ver Gn. 17:14). Las expresiones agresivas de Séfora culpan a Moisés de ser un hombre duro y cruel por creer en el mandamiento de Dios, de circuncidar a los varones de Israel. Mandamiento que recibió a través de su padre y de sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob (Ver Gn. 17:10).  El espíritu acusador de Séfora es violento: 

'¡A la verdad, me eres un esposo sanguinario, una persona insensible al sufrimiento que produce esta circuncisión de tu Dios!'

Sí, el razonamiento de la carne es ciego y rebelde. Distorsiona la verdad y pretende interpretar los mandamientos del Altísimo. Ataca deliberadamente a Moisés, quien representó proféticamente el alma en Cristo. Tal agresión, es una provocación para separar el alma y su mente de la sincera fidelidad y obediencia a la palabra de Dios. El corazón endurecido no teme a Dios y no cree en los vínculos del Nuevo Pacto. Esto es lo que acontece en el tiempo del llamamiento celestial en el interior del creyente verdadero, entre el alma y el corazón, cuando este estorba nuestra consagración al sacrificio de Cristo. Así es que, hay una etapa cuando el corazón, como lo hizo Séfora, resiste y demora la circuncisión de la cruz de Jesús, por incredulidad, temor e ignorancia. Y este es el caso de los cristianos de doble ánimo en esta hora tan oscura. Son cristianos, sin embargo no son creyentes. Ellos tienen que purificar sus corazones, lo cual significa purificar sus espíritus (leer Stg. 4:7-9).

Querido lector, si tú eres uno de ellos, reconoce tu condición de tibieza espiritual y renuncia a tu egoísmo, a tu incredulidad, orgullo, rebeldía y claudicación. Desiste de ser un nicolaíta autoritario y del balaamismo denominacional. Sepárate de predicadores y maestros de teología que te han fascinado con sus doctrinas híbridas. No le des culto a ninguna persona humana, es abominación y maldición porque provocas a celos al Señor que te rescató. Clama a Dios por tu liberación del engaño religioso  y tu santificación en la revelación de la palabra, lo cual te permitirá ser uno con el ministerio apostólico de Cristo de Ef. 4:11. El no quiere que te congregues entre cuatro paredes según la ideología del hombre, ni tampoco encerrándote en tus propias ideas. Cristo no está allí. El está en el evangelio de nuestra salvación y en toda palabra que nos está revelando para que seamos verdaderos creyentes, porque El es la Palabra. Sólo por la fe se llega a la cruz del Calvario, donde se consuma la Boda del Cordero y Su amor sacrificial con la Novia de Cristo. Debes entrar en el evangelio para ser salvo. Consuma tu reconciliación con Dios, uniendo tu corazón con los mandamientos de Hechos 2:38: 'Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el Nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo'.  Permíteme esta pregunta: ¿Tienes la convicción de tu salvación de acuerdo con la mente de Cristo, o estás confiando en tu corazón que se apegó a doctrinas que no son de El? ¡Si es así, sacúdete hermano, sál de ti mismo! Esa fuerza oscura de religión denominacional que tienes es el pecado de todo el mundo-iglesias que ha desviado tu alma del evangelio de Jesucristo.  

Su palabra nos dice: 'El que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará' (Mt. 10:38-39). 

Hoy es el despertar del sueño. Hay que levantarse por la fe y subir hasta la roca más alta de salvación y convertirse al evangelio de Cristo. Su obra mediadora en el Calvario por toda la humanidad y  la creación terrestre fue presentada ante el Padre Eterno. El aceptó esa obra de Su Hijo Amado en el asiento de Su misericordia, el cual es Su sacrificio en la cruz. La victoria es ser uno por la fe con la palabra del evangelio, para que Cristo nos reúna con El en el Reino de Su Espíritu. 'Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias' (Ap. 3:21-22). 

Amado, como las águilas que buscan alimento nuevo, entrégate a la revelación del Espíritu Santo y podrás ser uno con la mente de Cristo, libre de la mente carnal, porque esta es la voluntad de Dios en Sus hijos. El ha venido hoy de  manera espiritual y está con Sus águilas dándonos el alimento de Su carne y de Su sangre que hallamos en Su palabra revelada.

'Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre. Porque dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas' (Mt. 24:27-28).

La circuncisión de la fe y de la voluntad

'Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz' (Dt. 10:16).

'Circuncidaos a Jehová, y quitad el prepucio de vuestro corazón, varones de Judá y moradores de Jerusalén; no sea que mi ira salga como fuego, y se encienda y no haya quien la apague, por la maldad de vuestras obras' (Jer. 4:4).

'...Y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios' (Ro. 2:29b).

'En El también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo' (Col. 2:11).

El alma del hombre es la personalidad humana, que habita en el espíritu del corazón físico. Por eso leemos en la Biblia que el alma es también el corazón (ver Prov. 23:26). Los hijos de Dios junto con su personalidad, es decir, su yo interior, poseen la fe y la voluntad. Son dos atributos que nos ha provisto el Creador, conforme a Su imagen y semejanza. 'Pero sin fe es imposible agradar a Dios...; (He. 11:6) y 'Así también la fe, si no tiene obras es muerta en sí misma' (Stg. 2:17). Si la voluntad del alma encuentra libertad de expresión en el corazón, puede funcionar en forma valiente por medio de la fe. Y a su vez, la fe en Dios debe expresarse en la práctica a través de una voluntad limpia, libre y sana de obstáculos carnales. Esto es lo más importante que necesita un hijo de Dios en su vida espiritual. De lo contrario, Moisés no hubiera podido seguir su marcha hacia Egipto. El tenía dos hijos con Séfora, cuyos nombres eran Gersón y Eliezer. En revelación profética, ellos representan a la fe y a la voluntad del creyente. Gersón, el primogénito, fue circuncidado en primer lugar. Pero la obediencia de Moisés fue probada para que sea perfecta, a través del enojo de Dios que permitió un espíritu de muerte sobre su segundo hijo Eliezer, por no circuncidarlo. La circuncisión fue figura del juicio al viejo hombre en el cuerpo crucificado de Jesucristo, donde debemos ser bautizados por el Espíritu Santo. El consumó la perfección de la obediencia al Padre yendo a la cruz, a través de Su fe en unidad con el esfuerzo de Su voluntad. Fue para que el creyente en El, después de nacer de nuevo, sea salvo de la ley del pecado (el egoísmo carnal) y de la naturaleza serpentina en su fe y en su voluntad. Y lo que estamos estudiando aquí es para descubrir qué fue lo que sucedió para que Eliezer, figura de la voluntad del alma en el corazón, no haya sido circuncidado.

El Espíritu Santo dijo: 'Sed salvos de esta perversa generación' (leer Hch. 2:40). Esto significa ser una nueva persona santificada en su fe y en su voluntad, es decir, limpia y libre, por medio de la circuncisión de Cristo de su propio egoísmo carnal, y de la maldad de Caín, el hijo de la serpiente en su relación con Eva (Gn. 3:15). La genética perversa de la serpiente de Gn. 3:1, se introdujo e hibridó la naturaleza humana cuando los hijos de Dios, que fueron los descendientes de Set, se unieron con las hijas de los hombres descendientes de Caín y les engendraron hijos. Entonces, se multiplicó una humanidad mezclada fuera del plan original de Dios (ver Gn. 6:1,4). 'Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal' (Gn. 6:5). Aquellos híbridos con su maldad fundaron la religión de Babel, la cual llegó a ser 'Misterio Babilonia, la Grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra' (Gn. 11:1-9 y Ap. 17:5). Los  creyentes de la Biblia sabemos que se trata de la mujer de satanás: la Iglesia Católica Romana y de sus hijas rameras, las grandes organizaciones religiosas y las denominaciones e instituciones protestantes evangélicas. Muchas de ellas, hoy ya se han unido con el ecumenismo apóstata del espíritu anticristo.

Sus credos, dogmas, teología, cultura, idolatrías, ideas y supersticiones son la oscura cautividad religiosa, inmoral y materialista con la que está alienado el corazón humano de toda la sociedad en la tierra, tanto cristianos carnales como no cristianos y ateos (Is. 60:2). Por esto, el corazón de los hijos de Dios debe ser regenerado con el evangelio original, y renovado con el sello del Espíritu Santo. Esto lo conducirá a circuncidarse con el pedernal agudo de la sabiduría del evangelio y las revelaciones del resto de la palabra de Dios.  Para la santificación del alma del pecado, de la maldad serpentina, del mundo y de las tinieblas debe convertirse a la palabra revelada. 

El prepucio genital del hombre natural es figura del cuerpo pecaminoso carnal. Este es el viejo hombre de la naturaleza humana caída, que debe ser destruido en el corazón de los creyentes que han nacido de nuevo por medio de la sangre de Jesús, el Nombre de Jesucristo en el bautismo de agua y el don del Espíritu Santo que nos asiste continuamente y nos perfecciona el entendimiento espiritual. La doctrina de la circuncisión de Cristo es la santificación de los hijos de Dios (leer 1 Co. 6:20 y 2 Co. 7:1),  para que vivan salvos del pecado del mundo, del señorío del viejo hombre y de la tinieblas demoníacas.

Los descendientes de Set, hijo de Adán, se mezclaron con la descendencia de Caín. Esta mezcla ha llegado hasta hoy  por medio de la descendencia de los tres hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet y sus mujeres. Después que salieron del arca se multiplicaron sobre la faz de la tierra. En verdad, a partir de allí el género humano es noénico. Todos hemos nacido con  la naturaleza de Noé y de su familia que salió del arca. Noé fue el último descendiente puro de la línea de Set, pero su mujer era cainita y sus hijos eran híbridos. La maldición de Noé sobre Canaán, el hijo de Cam, por el acto incestuoso con su madre mientras su padre estaba ebrio y dormido, es la prueba de la existencia de maldad serpentina en su mujer, y en su hijo Cam. Canaán no había nacido aún, pero Noé tuvo la revelación del Espíritu Santo del incesto que había acontecido entre Cam y su propia madre y qué nombre tendría el hijo de ambos (ver Gn. 9:24-27).

'Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren' (1 Tim. 4:16).

'Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con El, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado' (Ro. 6:6-7).

En Exodo 4:20, cada uno de los niños de Moisés y de Séfora son un tipo de la fe en la sangre de Cristo para justificación y de la voluntad rendida a Su Espíritu para santificación. El primogénito Gersón, figura de nuestra fe, estaba circuncidado. Pero el niño menor Eliezer, figura de nuestra voluntad, no pudo ser circuncidado por Moisés a causa de la oposición de Séfora.  Ella ya había visto el cuadro de dolor físico anterior en la circuncisión de Gersón. La Escritura en Exodo 4:25 indica que había un niño que no estaba circuncidado. Esto colocó a Moisés en desobediencia al Pacto de Dios, porque estaba contaminado por un espíritu de rebelión en su mujer. No podría ser el testigo fiel y bendición del Altísimo a Su pueblo Israel, pues su hogar no estaba sujeto al Señor en la completa santidad de Su palabra. Si la voluntad  no está circuncidada por el evangelio, el corazón no está santificado en su espíritu, y se comportará conforme al libre albedrío de la carne. La circuncisión del prepucio genital masculino que el Señor estableció para la nación de Israel, a través de Su Pacto con Abraham, nos revela que el pecado original entró en el corazón del hombre a través del adulterio de la palabra de Dios y la fornicación física de la serpiente con Eva en el Edén.

El viejo hombre es la carnalidad, es decir, la naturaleza caída del cuerpo que puede enceguecer la mente y contaminar el alma del cristiano desobediente, a través de su corazón incircunciso. Por eso Moisés estaba contaminado. Y el apóstol Pablo exclamó: ¡Miserable de mí, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado' (Ro. 7:24-25). Cristo la Palabra vino hace dos mil años, nos limpió el alma del pecado original con Su sangre y también nos circuncidó  el corazón del cuerpo pecaminoso carnal (le quitó su señorío) con Su cuerpo crucificado y traspasado por una lanza romana. El nos justificó con Su sangre y nos reconcilió con la santidad de Dios por medio de Su muerte en el Calvario. Luego, resucitó para bautizar nuestras almas en Su resurrección por medio del Espíritu Santo. Desde que hemos nacido de nuevo, comenzó a liberarnos progresivamente del viejo hombre con la circuncisión de las bajezas carnales, confirmando nuestra justificación. Y al ser bautizados en el Nombre de Jesucristo, el poder de Su muerte obra nuestra santificación (Ro. 6:17-19) si sometemos nuestra voluntad a El (Stg. 4:7). El bautismo trinitario en los títulos de Padre, de Hijo, y de Espíritu Santo no imparte en tu corazón  el poder de la muerte de Jesús sobre tu naturaleza pecaminosa carnal. Fue la trampa de satanás en el concilio de Nicea en el año 325 d.C, para atar a los creyentes con una fórmula teológica falsa sin poder alguno, de manera que sin Su Nombre Jesucristo en sus almas no fueran victoriosos sobre el pecado.

El niño Eliezer incircunciso significa la falta de santificación confrontando la pureza de la palabra de Dios, en Su familia justificada. Gersón, el primogénito que ya estaba circuncidado, es figura del creyente justificado por un arrepentimiento genuino del alma, que nos es dado por el Espíritu Santo. Sin embargo, la circuncisión debe continuar con Eliezer porque aún hay más carnalidad que eliminar. El corazón y la palabra son uno, así como en lo natural un niño está sujeto a su madre. La voluntad tiene que ser limpiada y consagrada enteramente para Dios. Entonces fluye la salvación del Espíritu Santo en el alma, al estar nuestra voluntad circuncidada, es decir, liberada del viejo hombre. Debemos someternos y unirnos voluntariamente a la muerte de Jesús, porque es el bisturí del evangelio que corta, echa fuera y destruye el prepucio de la carnalidad. De lo contrario, la desobediencia causa el grave perjuicio de contristar al Espíritu Santo y así, se puede secar la vida espiritual del alma y del corazón. 

El alma es nuestra personalidad. Pero nuestro corazón no es solo materia física. Es una vasija de barro que vive y late porque es uno con el espíritu, el hombre interior que está hecho a la imagen de Dios. Esta imagen fue desfigurada por el pecado original del hombre en el Edén,  pero fue restaurada por el Señor Jesucristo al morir en la cruz. En el creyente justificado por la fe en Su sangre y el arrepentimiento, su alma ha sido regenerada y restaurada a la imagen original del Principio, cuando Dios lo creó. Pero después, el espíritu y el cuerpo deben ser santificados de la naturaleza pecaminosa del viejo hombre, para la redención de nuestra semejanza gloriosa adquirida  por el Señor Jesucristo (Ef. 1:14).

No pueden haber dos habitantes compartiendo nuestro corazón. Tiene que vivir la santidad de Cristo en el hombre interior del creyente, o vive la carnalidad del hombre exterior.

Separación verdadera

Los cristianos que no reciben la salvación de Dios en Cristo Jesús conforme a la sabiduría y revelación del evangelio, están incompletos. Tienen una obra interior de su fe en Dios sin conclusión. Serán salvos de eterna perdición cuando comparezcan ante el Trono Blanco del Juicio, si es que sus nombres están escritos en el Libro de la Vida, pero se perderán el arrebatamiento, la gran cena final de las Bodas del Cordero en la casa del Padre y el reino milenial de Cristo en la tierra. 

Entonces, con la obediencia de Moisés - el alma - y la sujeción de Séfora - el espíritu - a la santificación de la palabra (Jn. 17:17), el ministerio de la Novia de Cristo puede marchar a la misión de ser luz y liberación de los cautivos. Por tanto, hay una división entre Moisés y Séfora cuando el pecado se interpone. Es un espíritu de separación que contamina y produce desobediencia en Moisés, figura del alma. Mas, cuando Séfora intervino obligada por las circunstancias y circuncidó al niño, dejó a Moisés en condición de obediente. Esto nos indica, que en algún momento, Dios hace que el corazón rebelde ceda su resistencia a la voluntad divina y deje de interferir contra Su Espíritu.

Y la obediencia también produce una separación. Es la consagración hacia la santidad de Dios. La circuncisión de Eliezer causa que Moisés envíe a Séfora a la casa de su padre Jetro, con ambos hijos y debido a su condición de debilidad. Moisés quedó en libertad para cumplir con su comisión celestial. Esto nos dice que nuestro corazón debe ser colocado bajo el discernimiento y control del Espíritu Santo en nuestra peregrinación. Nuestra alma debe funcionar en libertad y plenitud espiritual en la obra del ministerio, como parte del Cuerpo de Cristo. Entonces hay paz con el Señor y reposo en nuestro ser para que podamos vivir en sincera comunión y unidad fraternal como Su Iglesia, completamente inmersos, alma, espíritu y cuerpo en el Espíritu. Todas las cosas nos ayudan al bien del gran propósito celestial del Padre en nosotros, el cual es transformarnos a la imagen de Su Hijo amado. Amén

'Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta dividir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien, todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta' (He. 4:12-13).

Perfección y transformación

Hijos de Dios: Es hora de examinación y de juicio. Hay que aplicar el pedernal agudo y filoso de la circuncisión de Cristo y separar el viejo hombre de todo nuestro ser, porque somos de Dios. Comprados fuimos por precio y no debemos ser esclavos del hombre. Todas las bajezas carnales y mundanas que contaminan nuestro cuerpo, y las ideas falsas que contaminan nuestro espíritu deben ser destruidas. 

'Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios. Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane. Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; porque la boca de Jehová ha hablado' (Is. 40:3-5). 

'Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por medio del Espíritu. No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros' (Gál. 5:24-26).

Así viven hoy los verdaderos santos de Dios. El mismo proceso para Moisés en Arabia, también lo fue para Israel en ese lugar (ver Gál. 4:25), donde el apóstol Pablo dejó de ser Saulo de Tarso (ver Gál. 1:17). Asimismo, los hijos de Dios estamos en el monte Sion del sacrificio de Cristo, nuestro fundamento, para recibir de El Su sabiduría, humildad y sumisión al Padre (He. 12:22). En esa región de Arabia, Moisés fue hecho el hombre más manso de toda la tierra y un día, lejos de la casa, apacentando las ovejas de su suegro fue llegando al Sinaí, donde conoció a Yo Soy el que Soy, hablando Su palabra en medio de la zarza ardiente. Allí, Moisés fue hecho un enviado del Altísimo para la obra del ministerio (Ex. 3:4,12). Así es que nosotros también despojemos del viejo hombre egocéntrico a nuestro corazón, reuniéndolo con el Padre Eterno para que trate con él, como lo hizo Jetro con su hija Séfora, y lo convierta en un corazón sumiso y preparado para ir en pos de Cristo y Su ministerio de ascensión, en esta hora del Fin.

Hermano, aunque estés rodeado de madianitas, recuerda que ellos son cristianos incircuncisos en sus corazones porque necesitan conversión a la doctrina del evangelio original, pero tú que ya te has convertido, mira al Señor Jesucristo nuestro Salvador y ve adelante hacia la perfección de tu entendimiento espiritual en Su palabra. Por la voluntad de Dios, ellos sin saberlo forman parte del proceso de transformación de tu alma a la imagen de Cristo. Pero el resultado maravilloso es que tengas un corazón  obediente y fiel, que ha vencido al corazón carnal y fluctuante. En el cristiano 'Séfora' su corazón debe convertirse al evangelio, pero en ti, tu corazón debe ser uno con Cristo así como lo fue con Moisés.

'Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los que son débiles, y no agradarnos a nosotros mismos...Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo' (Ro. 15:1,6).

Séfora en el Sinaí- La obra de la Gracia

'Oyó Jetro sacerdote de Madián, suegro de Moisés, todas las cosas que Dios había hecho con Moisés, y con Israel su pueblo, y cómo Jehová había sacado a Israel de Egipto. Y tomó Jetro suegro de Moisés a Séfora la mujer de Moisés, después que él la envió, y a sus dos hijos; el uno se llamaba Gersón, porque dijo: Forastero he sido en tierra ajena; el otro se llamaba Eliezer, porque dijo: El Dios de mi padre me ayudó, y me libró de la espada de Faraón. Y Jetro el suegro de Moisés, con los hijos y la mujer de éste, vino a Moisés en el desierto, donde estaba acampado junto al monte de Dios; y dijo a Moisés: Yo tu suegro Jetro vengo a ti, con tu mujer, y sus dos hijos con ella' (Ex. 18:1-7).

La paternidad de Jetro ahora está morando en el corazón de su hija Séfora. Ella tiene una vida nueva, porque es otra persona. Nos muestra la Gracia de nuestro Padre Celestial y la obra de Su Espíritu trayendo a Séfora,  nuestro corazón  a Cristo.

'Todo lo que el Padre me da, vendrá  a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera...Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere...' (Jn. 6:37,44a). 

Como dice un viejo himno: 

'Su Gracia me enseñó a temer, mis dudas ahuyentó. 
Oh cuán precioso fue a mi ser, al dar mi corazón'

¿Tienes tú un corazón circuncidado del viejo hombre, lleno del Espíritu Santo, para poder amar a Cristo el Esposo y ser uno con El en el monte de Dios? La circuncisión es el bautismo del Espíritu Santo en la muerte de Jesús, para la santificación del corazón y la transformación del alma a la imagen de Cristo. Aunque, como Séfora que de mala gana circuncidó al niño, también el corazón haya actuado muchas veces a medias para obedecer, la Gracia del Padre prevalece y obra por amor de Su Nombre para que se rinda íntegramente y sea fiel en el monte Sinaí, figura del monte Sion en el cielo de Dios. Allí, convertido a Cristo nuestro Esposo, el corazón se presenta con la fe y la voluntad santificadas y humildemente clama:

'Recíbeme Señor y úneme a Ti. Celebra hoy Tu banquete conmigo en el desierto. Tú eres mi monte Sion, la roca de salvación del alma y la santidad del corazón. Quiero ascender como Moisés, en espíritu y en verdad, tus laderas celestiales y llegar a la cima de Tu amor porque me has amado y me has llamado a prepararme para ir en pos de Ti. Amén'.

'Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y blanco; porque el lino fino es las acciones justas de los santos' (Ap. 19:7-8).