Verso 1:
"Partió luego de Elim toda la congregación de los hijos de Israel, y vino al desierto de Sin, que está entre Elim y Sinaí, a los quince días del segundo mes después que salieron de la tierra de Egipto".
Entre Elim y Sinaí
Israel fue renovado en el oasis de Elim y después acampó en el desierto de Sin antes de llegar a Sinaí, en su marcha hacia Canaán. También la Novia de Cristo ungida por el Espíritu Santo se regocija y alaba en el oasis de su salvación. Luego se santifica en Sin, por el entendimiento de la palabra.
"Y toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto; y les decían los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud".
Los hebreos fueron rescatados de la esclavitud egipcia por el Señor, a través de Moisés. Pero la ignorancia y dureza de corazón en la gran mayoría de ellos no les permitió corresponder al llamamiento del amor de Dios, Su Redentor. En Sin tuvieron hambre. Esto significa hoy el vacío de fortaleza interior. Reclamaron a Moisés y Aarón la provisión de alimento porque ellos no asumían personalmente la responsabilidad de creer y clamar directamente al Señor que los rescató. El los estaba probando cuando les dio agua y alimento en Elim. Ahora, cuando tuvieron hambre en el desierto de Sin no tuvieron presente los hechos poderosos anteriores que Dios hizo para ellos. Entonces vemos que el hambre espiritual de algunos creyentes es no tener firmeza y esperanza en la fe, por no conocer la doctrina del evangelio.
Israel miró atrás hacia Egipto, buscando apoyo en el conocimiento del mundo que los esclavizó. Ese espíritu de razonamiento humano moraba en sus corazones fluctuantes. Fueron seguidores de los hombres porque ellos satisfacían su egoísmo con ollas de carne. Es lo que ha conseguido hoy la enseñanza de la organización religiosa. Un cristianismo moderno malcriado, hambriento de aspiraciones carnales y materialistas. Y ésa era la presión de Israel sobre Moisés y Aarón.
Versos 4 al 12:
"Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no".
"Mas en el sexto día prepararán para guardar el doble de lo que suelen recoger cada día".
"Entonces dijeron Moisés y Aarón a todos los hijos de Israel: En la tarde sabréis que Jehová os sacado de la tierra de Egipto,"
"y a la mañana veréis la gloria de Jehová; porque él ha oído vuestras murmuraciones contra Jehová; porque nosotros, ¿qué somos, para que vosotros murmuréis contra nosotros?"
"Dijo también Moisés: Jehová os dará en la tarde carne para comer, y en la mañana pan hasta saciaros; porque Jehová ha oído vuestras murmuraciones con que habéis murmurado contra él; porque nosotros ¿qué somos? Vuestras murmuraciones no son contra nosotros, sino contra Jehová".
"Y dijo Moisés a Aarón: Dí a toda la congregación de los hijos de Israel: Acercaos a la presencia de Jehová, porque él ha oído vuestras murmuraciones".
"Y hablando Aarón a toda la congregación de los hijos de Israel, miraron hacia el desierto, y he aquí la gloria de Jehová apareció en la nube".
"Y Jehová habló a Moisés, diciendo":
"Yo he oído las murmuraciones de los hijos de Israel; háblales, diciendo: Al caer la tarde comeréis carne, y por la mañana os saciaréis de pan, y sabréis que yo soy Jehová vuestro Dios".
El espíritu de mansedumbre de Cristo estaba en el desierto de Sin y con El se identificó Moisés. (Sin es arcilla). Por eso fue dócil al Señor como el barro del alfarero. Ni siquiera tuvo que orar por el asunto. La voz del Señor habló a su alma y le reveló un nuevo alimento que fue nombrado maná por el pueblo y fue la salvación de Israel. Uno debe salir cada día y almacenar en su corazón una porción del maná del cielo que hoy ha descendido a nosotros. Es la Luz del Atardecer que ha venido con el pan de Su palabra revelada. En el verso 8 dice: "Al caer la tarde comeréis carne...". Esto es participar del alimento sólido de todas las doctrinas de la Biblia. En esta hora del Fin, la carne es la revelación apostólica y profética del ministerio quíntuple de Cristo, que perfecciona el entendimiento de los santos (Ef. 4:11-12). "Y por la mañana os saciaréis de pan". Nuestro amanecer significa ser diligentes en mantenernos unidos con la doctrina del evangelio. Debemos amar la sabiduría, la justificación, la santificación y la redención de Cristo que nos revela el pan del evangelio (1 Cor. 1:30).
"Y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al Arbol de la Vida, y para entrar por las puertas en la ciudad" (Ap. 22:11b, 14)
Amados hermanos, el fin de nuestra fe es la salvación del alma por medio del maná del cielo y este alimento es Cristo y el evangelio. El es el Pan de Vida que ha descendido al alma de Sus santos Novia para revelarnos Su mente y la doctrina de nuestra salvación.
"Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo" (Juan 6:51).
En Exodo 16, desde los versos 13 al 30, somos enseñados cómo proceder correctamente con el conocimiento del evangelio. En el séptimo día, el de reposo, no había maná. Es decir, tenían maná almacenado y no debían salir a recogerlo ese día. ¿Qué es todo esto? Esto nos indica que debemos reposar en lo que ya está provisto en la obra de Jesucristo. El nos justificó del pecado por la fe en Su sangre guiándonos al arrepentimiento y nos santificó en Su muerte al bautizarnos en Su Nombre, para reconciliarnos con Dios. Comer Su carne y beber Su sangre es ser uno con Jesús en Su muerte, mediante la palabra de la cruz. La humanidad y divinidad del Hijo del Hombre vive en la doctrina del evangelio para poder ser nuestro maná. Así es como nos hace fuertes y firmes en la libertad con la que nos ha hecho libres.
"Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada a esta Gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios" (Ro. 5:1-2).
Por esto es que no hay que agregar ninguna justicia propia, como muchos cristianos han hecho buscando maná, guiados por el enfoque intelectual de la teología. Eso está fuera de la mente de Cristo, porque es mezclar la doctrina original con el razonamiento humano. La obediencia al evangelio que fue anunciado en Pentecostés es el reposo de Dios, que El demanda en nosotros. La doble porción de maná en el sexto día nos muestra la suficiencia de la salvación de la obra redentora del Señor.
La justificación por fe, la santificación por la palabra y andar conforme al Espíritu Santo es el mandato de la doctrina de Cristo.
"Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre...He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona" (Ap. 3:8,11).
Y así como Israel recogió el maná durante seis días y reposó el séptimo día, ahora Su Iglesia reposa en el evangelio que el Señor Jesucristo nos reveló en Hechos 2:38, porque es el depósito que contiene el Espíritu, la sangre y el agua que salieron de nuestro Salvador en el Calvario. Nada hay aparte de Su obra mediadora para que obtengamos el reposo de Dios y la paz con El.
Solamente es a través de la fe en Su sangre, el arrepentimiento de pecados y la reconciliación con Dios en la muerte de Jesús, por el bautismo de agua en el Nombre de Jesucristo. Luego el don del Espíritu Santo nos bautiza en la resurrección del Señor y en la revelación de Su palabra.
El verdadero evangelio obra el nuevo nacimiento bíblico y la revelación del Hijo de Dios en el creyente. Buscar algo más aparte, como hicieron algunos en Israel, es justicia propia por ser obra de la carne. El evangelismo moderno no puede conseguir el nuevo nacimiento completo. Solo te deja a medio camino, como a un niño en gestación que se demora en nacer y ver la luz del día. El nuevo nacimiento que viene del Espíritu de Dios es una nueva alma y espíritu humano, donde la divinidad del Hijo de Dios se tiene que manifestar, pues El lo ha prometido (ver Jn. 14:21-23).
'Porque un niño nos es nacido, Hijo nos es dado...' (Is. 9:6).
'De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura (alma y espíritu) es...; (2 Cor. 5:17)
'Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema' (Gál. 1:8).
Verso 28:
"¿Hasta cuándo no querréis guardar mis mandamientos y mis leyes" .
El Señor le reveló Su palabra a Moisés (Salmo 103:7) para comunicarla a Israel, con la participación de Aarón. Dios ha colocado hoy en Su Iglesia a Moisés y a Aarón. Son el ministerio apostólico y el supremo sacerdocio de Cristo en el Nuevo Testamento, que nos declara mandamientos y leyes en forma de exhortaciones y enseñanzas. Debemos guardarlas y no cuestionarlas. Pero a algunos les gusta hacer las cosas por su propia cuenta. Y El los conoce.
Esas verdades son el maná del cielo que cae sobre nuestra alma en el desierto de la vida terrenal. Es la blanca simiente de Su palabra ungida, dulce como la miel.
"Entonces tomé el librito de la mano del ángel, y lo comí; y era dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo hube comido amargó mi vientre" (Ap. 10:10).
Para Sus escogidos, el pan del cielo es el alimento espiritual de la doctrina del evangelio. Ellos reciben el Espíritu de Jesucristo al comer Su carne y beber Su sangre en la palabra de la cruz.
"Porque dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas" (Mt. 24:28).
Pero otros dicen: "¿Qué es esto?". Porque prefieren la interpretación intelectual de algún teólogo no les es dada la revelación de la palabra bíblica. Entonces comen el mensaje híbrido del hombre.
El Guardián del evangelio
Verso 34:
"Y Aarón lo puso delante del Testimonio para guardarlo, como Jehová lo mandó a Moisés".
En el Lugar Santísimo del cielo está nuestro Señor Jesucristo, Quien es el Arca del Testimonio de Dios. Delante de El fue presentado el evangelio de nuestra salvación por el apóstol Pedro, el día de Pentecostés, así como Aarón presentó el maná delante del Testimonio. Nuestro Redentor es el Guardián del evangelio porque El es el Testimonio de Dios con la plenitud de Su Divinidad, que resucitó por el Espíritu de Santidad de entre los muertos.
"Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, que El había prometido antes por sus profetas en las Santas Escrituras, acerca de Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de Santidad, por la resurrección de entre los muertos" (Ro. 1:1-4).
Por tanto, vemos que nuestro maná es el poder vivificante de la revelación del evangelio, con la que somos santificados y renovados en Cristo Jesús. El mensaje que profetizaron nuestros padres, los apóstoles del Nuevo Pacto, solamente puede descender del Arca que está en el cielo. El es Quien lo puede revelar. Para que lleguemos al varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo, deben comer de este maná todos los hijos de Dios tanto pequeños como maduros, que aman la verdad de la salvación. Esto es porque el maná es el Logos del Espíritu Eterno. El Logos es Cristo, la Persona del evangelio. Por esto es que Dios mandó a Moisés que Aarón guardara una medida de maná delante de las tablas de la Ley, que estaban dentro del Arca, en el Lugar Santísimo del Tabernáculo. La Ley es el Testimonio de la Justicia y de la voluntad de Dios, primero para Israel y luego para toda la humanidad. El maná tuvo un lugar preeminente en la Presencia de Dios, porque proveyó salvación a Israel de morir en el desierto y el poder para continuar cada jornada de su peregrinación.
"Así comieron los hijos de Israel maná cuarenta años, hasta que llegaron a tierra habitada; maná comieron hasta que llegaron a los límites de la tierra de Canaán".
Israel dependió del maná hasta la frontera de Canaán. ¿Qué quiere decir esto ahora? Es que cuando hemos madurado en el entendimiento del evangelio, entonces cada uno tiene que entrar en el Espíritu de Cristo y tomar Su mente, para poseer la hermosa heredad que nos ha dado. El es la tierra prometida. El primer lugar, que Su mente nos revela, es la región oriental de Cademot (Dt. 2:26). Este lugar celestial en Canaán representa la doctrina de la Gracia de Cristo. Es la primera revelación fundamental que nos abre los ojos del entendimiento. En ella vemos que es posible vivir para Dios por la fe y obtener todo el conocimiento de la verdad, a través del Espíritu de revelación (1 Cor. 2:9-10).
El desierto es la vida del mundo con la cual convivimos humanamente. Israel fue figura del Cuerpo de Cristo bajo el liderazgo del Señor Jesucristo. Por El vivimos, nos movemos y somos en el desierto exterior como gente espiritual, porque nos identificamos con el evangelio. Siendo ungidos por el Espíritu Santo podemos ver cómo surgen en nuestros corazones los límites sagrados de la palabra de Dios, entre nuestro espíritu y el reino pecador. Por tanto, tengamos bien en claro Quién es nuestra vocación y elección. Con el maná de la revelación del evangelio obtenemos toda la armadura de Dios de Efesios 6:10-18, para tomar posesión de la plenitud de Cristo. El es nuestra tierra prometida que se encuentra en el Espíritu Santo y las Sagradas Escrituras.
"Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; al afecto fraternal, amor".
"Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo".
"Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas no caeréis jamás".
"Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor Jesucristo. Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y esteis confirmados en la verdad presente" (2 Pe. 1:5-12).
LA JUSTIFICACION
"Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de voluntad de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios" (Jn 1:12-13).
No hay otro Nombre debajo del cielo para que recibamos la Justicia del Dios de salvación. Nuevamente os digo que no debe haber dudas o miedo, con respecto a esto tan sagrado, en los que no se han bautizado aún o fueron bautizados erróneamente en el bautismo trinitario de los títulos Padre, e Hijo y Espíritu Santo. El que no cree a esto, pues allá él, ante Dios responderá. Pero el verdadero creyente debe bautizarse correctamente en el Nombre del Señor Jesucristo. Y con respecto a los que ya fueron bautizados en Su Nombre, conforme a las Escrituras, reflexionen profundamente cuanto antes en esta hora del Fin, examinen su arrepentimiento y conviértanse a lo que han recibido.
"Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio" (Hch. 3:19).
El no amar esta palabra significa que estás creyendo aun en tí mismo o en algo más y no eres un guardián de tu salvación. La túnica de justificación está manchada por otras ideas y creencias. Por tanto, la vida de Cristo no puede salir. La regeneración - conversión que tienes en tu alma debe crecer y Cristo tiene que ser formado, hasta que se pueda manifestar y fluir en ti.
"Y El os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados" (Ef. 2:1).
"Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres" (Ef. 4:8).
Lectura de Romanos 6:7-14, 22.
"Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado".
"sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de El".
"Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive".
"Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro".
"No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias";
"ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia".
"Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la Gracia..."
"Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna".
Israel vino desde Elim hasta el desierto de Sin (Ex. 16:1). Este lugar, en el camino de la fe, representa una parte de la obra santificadora del Espíritu. Nos concede separarnos de la rebelión carnal y nos da Gracia para que podamos ser dóciles y obedientes a la autoridad del Señor. El Espíritu Santo nos sujeta a las manos del alfarero y nos enseña la sumisión y el temor de Dios. La justificación es la puerta y la santificación es el camino angosto del evangelio (Is. 35:8).
El Espíritu Santo es la ley que nos hace vivir para Dios en la Justicia y Santidad de Jesucristo (Ro. 8:1-2). Estos atributos divinos de nuestro Salvador nos han sido dados por la unión con El en Su sangre y en Su muerte, para glorificar nuestras almas en Su resurrección hasta la completa redención de la posesión adquirida por nuestro Señor Jesucristo. El ministerio de la ascensión de Cristo es el único que nos puede revelar el evangelio de nuestra justificación por la fe en El a Sus redimidos, santificarnos en Su Nombre y perfeccionarnos con la sabiduría y conocimiento de Su palabra.
La justificación y la santificación del evangelio son las doctrinas básicas del nuevo nacimiento. Constituyen una parte del fundamento, porque encarnan en el creyente la redención del Señor Jesucristo, para que podamos ser salvos. Por tanto, la revelación del evangelio es el maná que perfecciona al creyente en el conocimiento del camino, la verdad y la vida eterna en Cristo Jesús.
"Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad" (Jn 17:17).
"Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor" (Heb. 12:14).