Parte 1
Lectura de Josué capítulos 3 y 4.
SALIR DE LA CONFUSION
"En los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas" (Ap. 10:7).
Los hijos de Dios estamos en el mundo, llevando la lámpara que alumbra en un lugar oscuro. Es la voz del séptimo ángel y la trompeta del evangelio a las personas que están cautivas en la confusión religiosa de la Edad de Laodicea (Ver Ap. 3:14-22).
El tiempo de Gracia a los gentiles ya no puede prolongarse más. El Señor Jesucristo ha descendido de manera espiritual con un mensaje a Sus elegidos, para consumar en ellos el misterio de ser la Iglesia de Su Nombre, el verdadero Cuerpo de Cristo .
El hermano William M. Branham fue el mensajero de Ap. 10:7, enviado a llamar al pueblo de Dios a la fe apostólica. No nos haremos ningún bien si no sabemos el propósito de Dios de enviar el mensaje que dice:
¡El Esposo está aquí! ¡Salgan de la oscuridad del mundo religioso para encontrarse con El!
Tenemos que saber que más allá de este GRITO de medianoche (Mt. 25:6) necesitamos contraer matrimonio con Cristo, una invisible unión espiritual con el Señor.
"Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente" (2 Pe. 1:10-12).
El Esposo está aquí en el tiempo de mayor oscuridad moral y espiritual del mundo (Ap. 10:1-2). Ha venido en la palabra hablada del grito de medianoche (clamor, voz de mando), que nos ha anunciado el séptimo ángel de Ap. 10:7, con las revelaciones de:
1) La Unidad de Dios.
2) El evangelio de Hechos 2:38.
3) La fe apostólica
Reuniendo estas tres verdades de la Biblia ponemos a Cristo en el corazón, el fundamento de nuestra fe, sobre el cual está edificada Su Iglesia verdadera. Dios está llamando a Sus escogidos a salir de las oscuras creencias que se introdujeron en el Cristianismo. Sus ropas de salvación están sucias con la teología del hombre. Para que el Esposo se revele en sus vidas, deben convertirse a El de todo corazón, limpiándose de la oscuridad babilónica. Eso es nacer de nuevo completamente (Jn. 3:3 y 5).
CRISTO EL FUNDAMENTO, EN TRES VERDADES BIBLICAS
1) Dios es Uno en Su Espíritu Eterno Invisible y no tres personas. Su plenitud divina se encarnó y se hizo Visible en Cristo Jesús (Juan 1:14).
2) El evangelio de Hechos 2:38. La conversión al verdadero evangelio es la unión del creyente con la muerte, sepultura y resurrección de Jesús, para que Cristo se encarne en su corazón (Jn. 14:21).
3) La fe apostólica del ministerio quíntuple de Su ascensión (Ef. 4:11), es la predicación y enseñanza de Su palabra, para que se forme la mente de Cristo en Sus discípulos.
NUESTRA HERENCIA
La Tierra Prometida a los hijos de Israel prefiguró la Vida de Cristo y la sabiduría del evangelio en el creyente. Cristo y Su palabra es la herencia que debemos poseer, así como los hebreos debían apropiarse de la tierra de Canaán.
Fue a través del ministerio de Josué que Israel recibió su heredad. El ordenó a los sacerdotes que transportaran sobre sí mismos el arca del testimonio, al borde del río Jordán, para que sus aguas se apartaran delante de ella. Así es como los hebreos pasaron caminando sobre el lecho seco y se unieron en su espíritu con las profundidades del río. Esto nos indica que el arca es el Reino de Cristo. Su ministerio tiene que ungir nuestro espíritu, para que poseamos la revelación de Su palabra.
PASA ESTE JORDAN
''Mi siervo Moisés ha muerto; ahora pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que Yo les doy a los hijos de Israel' (Jo. 1:2).
El paso del río Jordán, en el Nuevo Pacto, es la palabra del bautismo en agua en el Nombre de Jesucristo, para el perdón de los pecados. El Nombre que invocamos en el paso bautismal nos hace uno con El en Su muerte, resurrección y ascensión (Mr. 1:15 y 16:15).
El arca que abrió el río Jordán representó el Nombre de Jesucristo ungiendo el alma del creyente, porque al bautizarse ha unido Su cuerpo con el cuerpo sepultado y resucitado del Señor. En primer lugar, estás tomando posesión de la muerte del pecado en la cruz, cuando murió Jesús. Por medio de Su cuerpo allí sin vida has muerto al pecado y el pecado ha muerto a ti. Estás reconciliado y en paz con el Todopoderoso. ¡ Por tanto debemos creer que somos libres del señorío del pecado ! El cargó ese peso tan grande, lo destruyó en la cruz y nos hizo libres de su perversa ley (Ro. 8: 2). Entonces entramos en el reposo de Jesús y poseemos el poder de Su muerte sobre el pecado. Ahora, el ego carnal ya no puede someter el alma y el espíritu a cautividad y esclavitud (Ro. 6:14).
¿ Crees en la muerte de Jesús por tus pecados...? Si así es, entonces únete con Su Nombre Jesucristo en el acto del bautismo. Este es el Jordán que tú y yo tenemos que poner en el corazón. Pasar por el bautismo es identificarnos con la muerte de Jesús y obtener el poder del evangelio. Tú tienes que poseer la revelación del paso del Jordán (Ro. 1:16).
El agua del río, separada hacia el norte y el sur, representó el cuerpo de Jesús quebrantado en la cruz, para Juicio del pecado y nuestra santificación (Ro. 6:3). El arca se detuvo abajo en las profundidades de su lecho, hasta que todo Israel pasó de un lado al otro lado. Así también, el alma-espíritu de Jesús descendió en lugar de los pecadores condenados y nos llevó a la victoria con El, hasta las partes más bajas de la tierra. Allí despojó de sus llaves a la muerte y al infierno y cuando resucitó se levantó con los santos del Antiguo Testamento y con todos los que hoy creen en El, hasta lo más alto de los cielos para llenarlo todo.
Pero haber sido justificados, como las diez vírgenes de Mateo 25, todavía no es nacer de nuevo si no sales del sistema organizado. Allí, tan solo eres como un niño en gestación que retarda su alumbramiento. Simplemente, porque la Divinidad de Cristo está afuera del sistema nicolaíta (Ap. 3:20). Lee la parábola y verás que todas las vírgenes cabecearon y se durmieron. ¿Por qué...? Porque contristaron el Espíritu Santo al aceptar (en ignorancia) falsas doctrinas. Podemos ver el estancamiento que sufrieron en el proceso del nuevo nacimiento, porque de no ser así el clamor de medianoche de Mateo 25:6 no nos llamaría a los escogidos con un terminante mandamiento :
¡ Salgan a reunirse con el Esposo... !
Reunirse con el Esposo es poseer la revelación de Jesucristo en el corazón y el evangelio en la mente todos los días. Sus apóstoles nacieron de nuevo completamente (la conversión verdadera), cuando vieron surgir al Hijo de Dios en sus almas (Leer Lc. 22:32). A todos los creyentes que estamos aquí en la tierra, quiera el Señor en Su clemencia librarnos de todo engaño del pecado, auto-justicia y dureza de corazón para que no permanezcamos ciegos a la Fe - conciencia de Cristo - que fue dada una vez a los santos (Jd. 1:3) y ahora es la verdad presente que Su Espíritu nos está hablando.
"He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de El teman los hombres. Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó" (Ec. 3:14-15).
SEPARADOS DE LA OSCURIDAD
El Angel del Pacto bautizó en el mensaje de Moisés y en la nube de Su Espíritu a los hijos de Israel, estando todavía en Egipto. Así es como fueron santificados por el Señor en Su palabra, para poder participar de la Pascua. Después, cuando aceptaron la sangre y comieron el cordero inmolado en sus casas se liberaron del pecado y las tinieblas del mundo, porque el precio de su redención de Egipto estaba pagado por un cordero inocente, que murió por ellos y rompió las cadenas demoníacas. Ahora debían salir de allí para ser bautizados en el mar Rojo, despojarse de sí mismos en el desierto y poseer la tierra de Canaán. Esta posesión es hoy el nuevo nacimiento verdadero y la perfección del entendimiento con las doctrinas del evangelio y de la Biblia, para que Cristo se pueda manifestar en nuestro espíritu.
La justificación es como el embarazo y la santificación es como la gestación de un niño en lo natural. Hay gestación, pero aun falta el alumbramiento de la criatura para que salga de la oscuridad, y eso será cuando su madre lo dé a luz. Es lo que acontece con las diez vírgenes de Mateo 25. Cuando los hebreos cruzaron el mar, el Espíritu Santo estableció una frontera entre dos reinos. Uno era el reino de Egipto y el otro era el Reino de Dios sobre Israel.
Pero cuando estuvieron en el desierto no quisieron, por incredulidad, despojarse de sí mismos y de la cultura egipcia que estructuró sus mentes. Por tanto, el Señor se desentendió de la mayoría de ellos. A esa generación de hebreos no les dio la tierra prometida. Ellos vieron Sus obras y no creyeron, por tanto su gestación se frustró.
"Sus caminos notificó a Moisés, y a los hijos de Israel sus obras" (Salmo 103:7).
"Sus caminos notificó a Moisés, y a los hijos de Israel sus obras" (Salmo 103:7).
En el Nuevo Pacto, el verdadero Israel de Dios es el creyente renacido que se perfecciona en las doctrinas del evangelio, para poseer el reino de los cielos. Las doctrinas son la sabiduría, la justificación, la santificación y la redención (1 Cor. 1:30). Es por medio de ellas que 'un niño nos es nacido' (Is. 9:6) en el espíritu humano. Luego Cristo la Palabra Prometida viene y se encarna en ese niño espiritual y 'el Hijo nos es dado' (Is. 9:6). Cristo es el Reino de Dios en el corazón y Su Justicia es el reino de los cielos. Su mente nos conduce a la madurez espiritual (Ef. 4:13). Esto es llegar al Eufrates, más allá de Canaán (Gn. 15:18-21 y Fil. 3:12-16).
Todo aquel que cree en el sacrificio de Cristo y se arrepiente de sus pecados, está justificado. Leer Romanos 3:21-27 y 10:8-13. Su regeneración recién ha comenzado. El Espíritu Santo está sobre su alma guardándole del mal y guiándole a la santificación, porque quiere entrar a morar en él. La santificación comienza con el bautismo en el Nombre de Jesucristo y sigue con la limpieza de su espíritu en la palabra revelada, porque está sucio con el pecado de Egipto, el reino mundial pecador. El pecado (ego carnal humano) de este reino está escondido en los credos, dogmas, usos y costumbres de instituciones eclesiásticas creadas por el hombre.
Desde hace cientos de años atrás, fue recortado el verdadero evangelio. Por eso está escrito: 'Mas no todos obedecieron al evangelio (de Dios); pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?' (Ro. 10:16). Esta palabra profética nos muestra que hay modificaciones del evangelio y de las doctrinas bíblicas. Muchos pueden hablar de Jesús, pero serán desechados por haber predicado y enseñado sin el Espíritu de Cristo las Sagradas Escrituras (Mt. 7:21-23).
Así como recibieron una nueva oportunidad los hijos de Israel que salieron del desierto, para poseer la tierra de Canaán, ahora todo creyente verdadero debe salir del desierto del caos y confusión religiosa, y santificar (limpiar) su mente de sus propias opiniones e ideas del hombre. El Espíritu Santo abre tu entendimiento y te muestra tu condición delante de Dios, para que anheles vivir la salvación con la fortaleza espiritual de Cristo, sobre el pecado y las tinieblas. La Gracia de Dios te muestra que la puerta es Hechos 2:38, para entrar en Su Reino. Es el evangelio apostólico del día de Pentecostés quien implanta la naturaleza humana del Hijo de Dios en el alma, espíritu y cuerpo del creyente fiel.
Así como recibieron una nueva oportunidad los hijos de Israel que salieron del desierto, para poseer la tierra de Canaán, ahora todo creyente verdadero debe salir del desierto del caos y confusión religiosa, y santificar (limpiar) su mente de sus propias opiniones e ideas del hombre. El Espíritu Santo abre tu entendimiento y te muestra tu condición delante de Dios, para que anheles vivir la salvación con la fortaleza espiritual de Cristo, sobre el pecado y las tinieblas. La Gracia de Dios te muestra que la puerta es Hechos 2:38, para entrar en Su Reino. Es el evangelio apostólico del día de Pentecostés quien implanta la naturaleza humana del Hijo de Dios en el alma, espíritu y cuerpo del creyente fiel.
¡ Cristo es la Palabra Prometida a ser revelada en los renacidos, porque El es la Persona del evangelio ! (Jn. 6:53-59).
El Eterno nos reconcilió con El gracias a Jesús, que vino al mundo a morir en el monte Calvario. Lo hizo para justificarnos con Su sangre, para santificarnos con Su muerte, para glorificarnos con Su resurrección, para perfeccionarnos y transformarnos con el ministerio de Su ascensión mediante el bautismo del Espíritu Santo.
La primera generación de Israel, que Moisés liberó de la cautividad, cruzó el mar Rojo prefigurando el bautismo en el Nombre de Jesucristo. Las cadenas demoníacas de Egipto se rompieron y los hebreos fueron libres completamente de todo poder maligno que los había esclavizado. En el bautismo de Hechos 2:38 se rompen las cadenas del espíritu trinitario y se produce la separación del mundo político, militar, institucional religioso y materialista (Egipto). El trinitarismo es un espíritu satánico oculto en la práctica católica romana y evangélica de bautizar en los títulos Padre, e Hijo y Espíritu Santo, y no hacerlo conforme al mandamiento de Jesucristo de bautizar en Su Nombre para el perdón de los pecados (Lc. 24:47). Si tú reprendes y echas fuera demonios invocando los títulos trinitarios, ellos se ríen, nunca te obedecerán. Pero no pueden resistir su expulsión en el Nombre de Jesucristo.
Muchos cristianos en tiempos pasados no lo sabían porque el clamor de medianoche (Mt. 25:6; la voz de Ap. 10:7) aun no había llegado, por tanto el Señor no les juzgará a causa de su ignorancia. Pero, en el siglo 20 la revelación del Nombre de nuestra salvación ha llegado para todo el mundo y quienes no lo creen tendrán que dar cuenta sin ninguna excusa, porque todo lo que te estoy anunciando está escrito en la Biblia y como obra del Espíritu Santo es irrebatible. Lo que tú necesitas es ir al Señor con humildad de corazón y pedirle que te ayude a creer y obedecer la revelación que nos ha sido enviada, para que seas un verdadero renacido y Cristo se revele en ti.
Quien está oculto en el credo trinitario es la ley del pecado, el ego de satanás que reina en Egipto. Su obra autoritaria es el nicolaísmo, lo cual es un señorío político sobre las personas en las iglesias, confesiones y grupos cristianos. Es el espíritu jerárquico del romanismo (Ap. 17). La Gracia de Dios nos rescató de todo eso en la cruz del Calvario y nos restaura a la fe de Jesucristo que tuvieron nuestros padres espirituales, los apóstoles del Nuevo Pacto. (Leer Gálatas 6:11-17). Conforme al misterio de Dios que tiene que ser consumado en Sus escogidos (Ap. 10:7), el alma, espíritu y cuerpo de cada uno de ellos que se convierte al evangelio es bautizado por el Espíritu Santo en la muerte, en la resurrección y en la ascensión de Jesucristo para ser perfeccionado y transformado por El a Su imagen.
"El Padre nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de Su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados" (Col. 1:13-14).
Parte 2
EL MAR ROJO y EL RIO JORDAN
"Volvió el mar en seco; por el río pasaron a pie; allí en El nos alegramos" (Sal. 66:6).
"El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados" (Mi. 7:19).
Proféticamente, el mar Rojo y el río Jordán representaron la sangre de Jesús y Su cuerpo que murió en la cruz. Aquellos dos eventos, el cruce del mar y el paso del río por el pueblo de Israel, nos hablan de un doble testimonio en los creyentes bautizados en el Nombre de Jesucristo. Mostramos que hemos muerto juntamente con Cristo al pecado del mundo, como los hebreos que salieron de Egipto. Y también que somos libres del pecado de nosotros mismos, como los jóvenes de Israel que pasaron el Jordán (ver Ro. 6:11 y 14).
Pero, atención aquí, los pecados no son borrados por el agua física. El agua es un símbolo del Nombre, de la sangre y el cuerpo sepultado del Salvador. Muchos practican el bautismo trinitario porque ponen el énfasis en el acto, es decir, en la obra de bautizarse sin el Nombre de Jesucristo.
La revelación divina del bautismo en agua es que el creyente es perdonado de sus pecados por Dios, si al bautizarse se une por fe con la muerte de Jesucristo. Por esto es necesario invocar la palabra de Su Nombre. El es Quien murió en la cruz, los borró con Su sangre y los remitió al mar del olvido (Is. 43:25 y Mi. 7:19). Por lo tanto, estamos hablando de creer en Jesucristo conforme al evangelio revelado por Dios el día de Pentecostés (Hch. 2:38). Revelación es fe que obra el creer verdadero. Si a la revelación se le impide obrar, la fe está muerta en sí misma y el creyente no es un discípulo con el testimonio de Dios.
La reunión de tu alma-espíritu y cuerpo, con el cuerpo sin vida del Señor en el sepulcro (prefigurado por el agua del Jordán) es cuando en arrepentimiento te bautizas creyendo en Su Nombre Jesucristo. Recién entonces es cuando pasas a ser un alma santificada y
reconciliada con Dios. Los pecados son perdonados y borrados por Su Nombre, no por el agua física y los títulos Padre-Hijo-Espíritu, sino gracias a Aquel que murió en el Calvario (Hch. 22:16 y Tito 3:5). Y es por ello que después debes recibir por la fe el bautismo del Espíritu Santo, que nos une con Cristo glorificado. Esto significa ser renovado en la resurrección del Señor con el poder de Dios sobre el pecado, porque te has identificado con la obra expiatoria de Su Hijo Amado (Ro. 6: 10-11).
Ahora, debes estar firme de ser uno con Jesucristo, justificado por Su sangre y santificado por Su muerte. Ama la palabra de Dios y aprende por medio de ella a vivir para el Señor. Eres un renacido por la simiente incorruptible
de la palabra de verdad, el evangelio de nuestra salvación que permanece
para siempre (1 Pe. 1:22-25) que dice así:
"Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hch. 2:38).
La tierra de Canaán y las aguas del río Jordán estaban esperando a la segunda generación de hebreos. Ellos estaban listos para ser perfeccionados en Gilgal y tomar posesión del país mediante la guerra. Fueron los descendientes del Israel que salió de Egipto y se separaron de los incrédulos en el desierto. Dejando esa compañía carnal que pereció por incredulidad, entraron en la tierra santa, destruyeron los reinos amorreos de Sehón y de Og (hoy es vencer al nicolaísmo y al balaamismo) y tomaron posesión del territorio que ellos ocupaban al oriente del Jordán (Nm. 21:21,35).
Eso es apropiarnos, en Cademot, de la doctrina de la Gracia. En Hesbón, de la doctrina del arrepentimiento de obras muertas y en Basán, de la doctrina de la fe en Dios. Ahora debían avanzar todos juntos por el resto de la tierra destruyendo a sus enemigos, los cuales son hoy los espíritus denominacionales y el ecumenismo del anticristo. Al mismo tiempo, es crecer en nuestro espíritu y madurar en la fe y el conocimiento de Dios (ver Heb. 6:1). Pero, antes tenían que reposar y reflexionar para santificarse junto al Jordán (Jos. 3:1-5).
Muchos creyentes, desde mediados del siglo 20, salieron de Egipto por el clamor profético del séptimo ángel de Ap. 10:7, pero perdieron su gestación espiritual y perecieron como los hebreos incrédulos en el desierto. Ellos no pudieron poseer el país de Canaán (el nuevo nacimiento completo) por su rebeldía para renunciar a sí mismos y a la mentalidad egipcia, que prefiguró al viejo hombre religioso 'evangélico' (ver Ef. 4:22). Por el contrario, volvieron atrás a Egipto, al sistema faraónico de religión organizada del hombre (que disfraza al ego carnal) aunque muchos de ellos se hayan bautizado en el Nombre de Jesucristo. Son los cristianos que aceptaron el mensaje del profeta William M. Branham, así como aquellos israelitas que aceptaron el mensaje de Moisés, mas no se arrepintieron del pecado, ni crucificaron el viejo hombre para nacer de nuevo. Pero la segunda generación de hebreos, hoy son los discípulos de esta predicación y enseñanza apostólica de Cristo. Es la Voz de arcángel del ministerio quíntuple de Su ascensión (1 Tes. 4:16; Ef. 4:11). Cristo es nuestro Josué que nos lidera y conduce a tomar posesión de la sabiduría del evangelio y de todas las doctrinas de la Biblia, para poseer la plenitud de Dios.
DOCTRINA DE BAUTISMOS JUNTO AL JORDAN
Los hebreos reposaron tres días junto al Jordán antes de pasarlo, haciendo un examen personal de sus vidas. Esto representa nuestro deber de conocer la doctrina de los bautismos del Espíritu Santo en Cristo Jesús y estar firmes en lo que hemos recibido de Dios (ver Heb. 6:2), conforme a la siguiente escritura:
'Mas por El estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención' (1 Cor. 1:30).
1) La sabiduría profética del Juicio de Dios al pecado.
2) Nuestra muerte con Jesús es la justificación por la fe en Su sangre y la santificación al bautizarnos en Su Nombre Jesucristo.
3) La redención es el nuevo nacimiento que nos ha restaurado al Principio, a nuestro origen y posición en Cristo antes de la fundación del mundo, para ser perfeccionados en Su palabra y transformados a Su imagen por el Espíritu Santo.
EL JUICIO PARA NUESTRA SALVACION
El agua de mar es salada y sabemos que la sal es purificadora. Esto indica el poder de Juicio de la sangre y la muerte de Jesús sobre el pecado, la carnalidad, el mundo y el maligno. "De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte..." (Os. 13:14a). El creyente ha sido salvo en el orden siguiente:
El agua de mar es salada y sabemos que la sal es purificadora. Esto indica el poder de Juicio de la sangre y la muerte de Jesús sobre el pecado, la carnalidad, el mundo y el maligno. "De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte..." (Os. 13:14a). El creyente ha sido salvo en el orden siguiente:
1) Del pecado y de la maldad serpentina de la carne.
2) De la oscuridad del mundo y de las tinieblas demoníacas.
3) De la condenación de los pecadores en el Día del Juicio (ver Ro. 10:13-15).
"Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego" (Ro. 1:16).
Debemos ver que la encarnación del evangelio en nuestra alma, espíritu y cuerpo es sal y juicio poderoso de Dios al pecado, para santificarnos y librarnos de su señorío cada día de nuestra peregrinación en la tierra. Ahora transitamos por el camino de la santidad de Cristo (Is. 35:8). Es la libertad de nuestro espíritu, como el avance sin obstáculos en el camino del mar Rojo que transitó Israel. Por lo tanto, el bautismo como nuestro mar Rojo es la separación del pecado del mundo y de las tinieblas demoníacas, para la salvación del alma.
"Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego" (Ro. 1:16).
Debemos ver que la encarnación del evangelio en nuestra alma, espíritu y cuerpo es sal y juicio poderoso de Dios al pecado, para santificarnos y librarnos de su señorío cada día de nuestra peregrinación en la tierra. Ahora transitamos por el camino de la santidad de Cristo (Is. 35:8). Es la libertad de nuestro espíritu, como el avance sin obstáculos en el camino del mar Rojo que transitó Israel. Por lo tanto, el bautismo como nuestro mar Rojo es la separación del pecado del mundo y de las tinieblas demoníacas, para la salvación del alma.
RESTAURACION Y PAZ CON DIOS
El bautismo como nuestro río Jordán tiene un significado más profundo, para los que han muerto al pecado del mundo. Es la muerte del señorío del pecado propio sobre el creyente y la restauración a su estado original, en el Principio. Ha regresado al Arbol de la Vida en el huerto del Edén , más allá de Pentecostés (Ro. 8:1-2).
El bautismo como nuestro río Jordán tiene un significado más profundo, para los que han muerto al pecado del mundo. Es la muerte del señorío del pecado propio sobre el creyente y la restauración a su estado original, en el Principio. Ha regresado al Arbol de la Vida en el huerto del Edén , más allá de Pentecostés (Ro. 8:1-2).
"...Allí en El nos alegramos" (Sal. 66:6b).
En síntesis, cruzar el mar Rojo y pasar el río Jordán es la aspiración de pertenecer a Jesucristo y ser santos por medio de El (Ro. 1:6-79. El Espíritu Santo obra la perfección del entendimiento de la palabra de Dios y nos ayuda a obedecer.
CONCLUSION
El arca del testimonio era el Reino de Cristo en el ministerio de Josué y el sacerdocio, liderando a Israel a pasar el Jordán.
Josué con los cuatro sacerdotes conduciendo a Israel, es hoy el ministerio quíntuple en Su Iglesia (ver Ef. 4:11-13).
El paso del Jordán es la unión con Cristo en Su muerte y resurrección para nuestra salvación.
La tierra de Canaán representa la palabra de Hechos 2:38, que fue invadido y modificado en tiempos pasados por el sistema religioso babilónico. Los escogidos debemos destruir los espíritus sectarios y los cambios hechos al evangelio con credos, dogmas y tradiciones, así como los fieles de Israel eliminaron a los reinos cananeos que mancillaron la buena tierra con sus ídolos. El evangelio bíblico original ya no es hoy la tierra de Canaán. No le pertenece en absoluto a los espíritus religiosos, porque ahora es posesión del verdadero Israel de Dios.
El paso del Jordán es la unión con Cristo en Su muerte y resurrección para nuestra salvación.
La tierra de Canaán representa la palabra de Hechos 2:38, que fue invadido y modificado en tiempos pasados por el sistema religioso babilónico. Los escogidos debemos destruir los espíritus sectarios y los cambios hechos al evangelio con credos, dogmas y tradiciones, así como los fieles de Israel eliminaron a los reinos cananeos que mancillaron la buena tierra con sus ídolos. El evangelio bíblico original ya no es hoy la tierra de Canaán. No le pertenece en absoluto a los espíritus religiosos, porque ahora es posesión del verdadero Israel de Dios.
Simiente predestinada de la Novia y Esposa del Cordero :
Cristo es nuestra arca. Su Presencia está en medio de nosotros perfeccionando nuestro entendimiento. El nos prometió que Su Venida espiritual vivificante sería manifestada en nuestros corazones antes del rapto y nos revelaría toda Su palabra. Cristo en nuestro ser es la Palabra Prometida que nos prepara para el arrebatamiento.