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LA TIERRA PROMETIDA



Lectura de Josué capítulos 3 y 4.

Parte 1


SALIR DE LA ALIENACIÓN


"En los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas" (Ap. 10:7).

Los hijos de Dios estamos en el mundo, llevando la lámpara que alumbra en un lugar oscuro. Es la voz del séptimo ángel y la trompeta del evangelio a las personas que están cautivas del espíritu de alienación religiosa de la Edad de Laodicea (Ver Ap. 3:14-22).

El tiempo de Gracia a los gentiles ya no puede prolongarse más. El Señor Jesucristo ha descendido de manera espiritual con un mensaje a Sus elegidos, para consumar en ellos el misterio de ser la Iglesia de Su Nombre, el verdadero Cuerpo de Cristo .

El hermano William M. Branham fue el mensajero de Ap. 10:7, enviado a llamar al pueblo de Dios a la fapostólica. No nos haremos ningún bien si no sabemos el propósito de Dios de enviar el mensaje que dice:

¡El Esposo viene!  ¡Salgan de la oscuridad del mundo religioso para encontrarse con El!

Tenemos que saber que más allá de este GRITO de medianoche (Mt. 25:6) necesitamos contraer matrimonio con Cristo, una invisible unión espiritual con el Señor. 

"Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Por esto, yo no dejaré  de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y esteis confirmados en la verdad presente" (2 Pe. 1:10-12).

El Esposo está aquí en el tiempo de mayor oscuridad moral del mundo (Ap. 10:1-2). Ha venido en la palabra del grito de medianoche (clamor, voz de mando), que nos ha anunciado el séptimo ángel de Ap. 10:7, con las revelaciones de: 

1) La Unidad de Dios 2) El evangelio de Hechos 2:38  3) La fe apostólica
 
Reuniendo estas tres verdades de la Biblia ponemos el fundamento  del Espíritu de Cristo en nuestro corazón, sobre el cual está edificada Su Iglesia verdadera.  Dios está llamando a Sus escogidos a salir de las oscuras creencias erradas del cristianismo. Sus ropas de salvación están sucias con la teología del hombre. Para poder reunirse con el Esposo deben limpiarse y convertirse al fundamento de todo corazón. Esto es nacer de nuevo (Jn. 3:3 y 5).

 CRISTO, NUESTRO FUNDAMENTO TRIPLE

1) Dios es Uno,  y no tres personas en Su Espíritu Eterno Invisible. Su Personalidad es Cristo la Palabra, que se encarnó y se hizo Visible en Jesús el Hijo del Hombre (Juan 1:14). 

2) El evangelio de Hechos 2:38 es la unión del creyente con la muerte, sepultura y resurrección de Jesús para que el Espíritu de Cristo se revele en su corazón (Jn. 14:21).

3) La fe apostólica es la mente del Espíritu de Cristo en el ministerio quíntuple de Su ascensión (Ef. 4:11), que nos trae la revelación de Su palabra. 

La Tierra Prometida es la sabiduría del evangelio de Pentecostés. Fue representada por la tierra de Canaán y los hijos de Israel fueron ordenados a poseerla. El creyente que entiende correctamente el clamor de medianoche, se convierte al evangelio, porque es el poder de Dios  que nos reúne con la muerte, sepultura y resurrección de nuestro Salvador. Luego, debe perfeccionarse con enseñanza apostólica en la doctrina del evangelio, para poseer la tierra prometida. Es por medio del ministerio de Josué que Israel recibió su heredad.  El ordenó al sacerdocio que transportaran el arca del testimonio sobre las aguas del río Jordán, para que se apartaran delante de ella. Así es cómo los hebreos pasaron caminando sobre el lecho seco y se unieron en su espíritu con las profundidades del río. Esto nos indica que el arca es Cristo y Su  mente tiene que reinar en nuestro corazón, para que nos apropiemos de la palabra de Dios y sus bendiciones.

PASA ESTE JORDAN

''Mi siervo Moisés ha muerto; ahora pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que Yo les doy a los hijos de Israel' (Jo. 1:2). 

En primer lugar,  pasar el Jordán es obedecer el evangelio de Jesucristo. El creyente se sujeta al arca de Su ministerio (Mr. 1:15 y 16:15).

En segundo lugar, el paso del río Jordán es el bautismo en el Nombre de Jesucristo para el perdón de tus pecados. Te identifica con Su muerte y resurrección.

Y en tercer lugar, pasar el Jordán es unirse con la sangre del Nuevo Pacto (ver 1 Co. 11:26 y 2 Co. 4: 10-11). 

El arca que abrió el río representa la mente de Cristo y Su ministerio de ascensión en Su Iglesia, revelándonos el evangelio. Entrar al río Jordán abierto es la sepultura con el Señor, del creyente que se bautiza en Su Nombre. Estás tomando posesión de la muerte del pecado en el cuerpo de Jesús en la cruz. Significa que te has unido por medio de Su cuerpo santo con el reposo de Dios y estás muerto al pecado. Estás reconciliado y en paz con El. ¡ Por tanto debemos creer que somos libres del señorío del pecado ! El cargó ese peso tan grande, lo destruyó en la cruz y nos hizo libres de su ley (Ro. 8: 2) para que entremos en Su reposo y poseamos el poder de Su muerte. El pecado ya no puede  someternos (Ro. 6:14).

¿ Crees en la muerte de Jesús...? Sí respondes que sí, entonces ámala y únete con ella por la fe. Este es el Jordán que tú y yo tenemos que pasar para poseer la sabiduría y poder del evangelio. Tú puedes estar bautizado en Su Nombre Jesucristo, pero debes recibir la revelación del paso del Jordán.

El agua del río representó la  sangre de Jesús vertida en la cruz, para juicio de los pecados y nuestra justificación (Ro. 3:25-26). El arca se detuvo abajo en las profundidades del río, hasta que todo Israel pasó de un lado al otro lado. Así también, el alma de Jesús descendió en nuestro lugar hasta las partes más bajas de la tierra. Juzgó a la muerte y al infierno y se levantó con los santos del Antiguo Testamento glorificados, hasta lo más alto de los cielos para llenarlo todo. 

Pero haber sido justificados, como las diez vírgenes de Mateo 25, no es nacer de nuevo completamente si no sales del sistema religioso organizado. Tan solo eres como un niño en gestación allí que retarda su renacer. Simplemente porque el Esposo, la vida del nuevo nacimiento, está afuera del sistema. Lee la parábola y verás que todas las vírgenes cabecearon y se durmieron. ¿Por qué...? Porque contristaron al Espíritu Santo al aceptar (en ignorancia) falsas doctrinas. Podemos ver el estancamiento que sufrieron en el proceso del nuevo nacimiento, porque de no ser así el clamor de medianoche de Mateo 25:6 no nos llamaría a los escogidos con un terminante mandamiento :  

¡ Salgan a reunirse con el Esposo... !

Reunirse con el Esposo consiste en ser uno con el evangelio del día de Pentecostés, cuando fuimos fundados como Su Iglesia. A todos los creyentes que estamos aquí en la tierra, quiera el Señor en Su clemencia librarnos de todo engaño del pecado, auto-justicia y dureza de corazón para que no permanezcamos ciegos a la fe - revelación - que fue dada una vez a los santos (Jd. 1:3) y ahora es la verdad presente que Su Espíritu nos está hablando.

"He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de El teman los hombres. Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser,  fue ya; y Dios restaura lo que pasó" (Ec. 3:14-15).

SEPARADOS DE LA OSCURIDAD 

El ángel del Pacto bautizó en el mensaje de Moisés y en la nube de Su Espíritu a los hijos de Israel, estando todavía en Egipto. Así es como fueron justificados por el Señor en Su palabra para poder participar de la Pascua. Después, cuando aceptaron la sangre y comieron el cordero inmolado en sus casas se santificaron del pecado y las tinieblas del mundo, porque el precio de su redención de Egipto estaba pagado por una víctima inocente que murió por ellos y rompió las cadenas demoníacas. Ahora debían salir de allí para ser bautizados en el mar Rojo, nacer de nuevo, despojarse de sí mismos (santificarse de Egipto) y poseer la tierra de Canaán para ser perfeccionados.

La justificación es como el embarazo y la santificación es como la gestación de un niño en lo natural. Hay fecundación, pero aun falta el alumbramiento de la criatura para que salga de la oscuridad, y eso es cuando su madre lo dé a luz. Es lo que aconteció con las diez vírgenes de Mateo 25. Cuando los hebreos cruzaron el mar, el Espíritu Santo estableció una frontera entre dos reinos. Uno era el reino de Egipto y el otro era el Reino de Dios en el espíritu de Israel. 

Pero cuando estuvieron en el desierto no quisieron, por incredulidad, despojarse de sí mismos y de la cultura egipcia que estructuró sus mentes. Por tanto, el Señor se desentendió de la mayoría de ellos.  A esa generación de hebreos no les dio  la tierra prometida. Ellos vieron Sus obras y no creyeron, por tanto su gestación se frustró. Ahora no tendrán excusa ante el Trono Blanco de Juicio. 

"Sus caminos notificó a Moisés, y a los hijos de Israel sus obras" (Salmo 103:7).

En el Nuevo Pacto, el Israel espiritual de Dios cree en el verdadero evangelio y toma posesión de él, porque  aplica en sí mismo las doctrinas del nuevo nacimiento. Estas doctrinas son la justificación, la santificación y la perfección en la palabra de la cruz, para que Cristo sea formado en el corazón.  Este adorador debe avanzar más y más en el conocimiento de la gran salvación que ha recibido de Dios y obtener la tierra (sabiduría) del evangelio (Heb. 2:1-3). 

Todo aquel que cree en Su sacrificio y se arrepiente de sus pecados, está justificado. Leer Romanos 3:21-27 y 10:8-13. Su regeneración recién ha comenzado. El Espíritu Santo está sobre su alma guardándole del mal y guiándole a la santificación porque quiere entrar a morar en él. La santificación comienza con el bautismo en el Nombre de Jesucristo y sigue con la limpieza que necesita su espíritu, porque está sucio con el pecado del mundo escondido en los credos, dogmas, usos y costumbres de instituciones fundadas por falsos profetas y maestros, todo lo cual aceptó en ignorancia.  

Desde hace cientos de años atrás, ellos han hibridado el verdadero evangelio. Por eso está escrito: 'Mas no todos obedecieron al evangelio (de Dios); pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?' (Ro. 10:16). Esta palabra profética nos muestra que hay perversiones del evangelio de Dios, hechas por el hombre. Muchos pueden hablar de Jesús, pero serán desechados por El a causa de la maldad de haber predicado y enseñado otro evangelio sin el Espíritu de Cristo (Mt. 7:21-23).

Así como recibieron una nueva oportunidad los hijos de Israel que salieron del desierto, para poseer la tierra de Canaán, ahora todo creyente verdadero debe salir del desierto del caos y confusión religiosa, y santificarse. El Espíritu Santo le abre su entendimiento y le muestra su condición delante de Dios, para que anhele vivir su salvación con la fortaleza espiritual de Cristo sobre el pecado y las tinieblas. La Gracia de Dios te muestra que la buena tierra es Hechos 2:38. El evangelio apostólico del día de Pentecostés  implanta la naturaleza humana y divina de Jesucristo en el alma, espíritu y cuerpo del creyente fiel. ¡ El es nuestra Tierra Prometida porque es el Evangelio de Dios  (Jn. 6:53-59).

El arrepentimiento y la identificación con  Jesucristo en las aguas del bautismo, es pasar por el Jordán del evangelio. Y después, siempre hay que mantener el paso y permanecer en esa revelación, porque es la muerte del señorío del pecado sobre la mente y el cuerpo (ver Romanos 6:14). Y el arca del Espíritu de Cristo en el espíritu del escogido  es la evidencia de ser un completo renacido hijo de Dios. 

El Eterno nos reconcilió con El gracias a que Jesucristo vino al mundo a morir en el monte Calvario. Lo hizo para justificarnos con Su sangre, para santificarnos con Su muerte, para perfeccionarnos con Su resurrección y para glorificarnos con Su ascensión, mediante el bautismo del Espíritu Santo en Su glorioso cuerpo angelical (ver 1 Co. 12:13). Esta reconciliación con Dios que hizo Jesús por nosotros, se vuelve nuestra reconciliación por medio de la fe y obediencia al evangelio. 

El plan de Dios es que Sus escogidos seamos una familia de hijos glorificados en Cristo. El está aquí presente en medio de nosotros con Su ministerio apostólico, revelándonos la buena tierra del evangelio a Sus santos Novia. Cristo es el arca y Su ángel es la personalidad del terreno-palabra donde estamos parados, con Quien se reunió Josué cerca de Jericó (ver Josué 5:13). Por tanto, al ungirnos con la sabiduría  de Su mente (el arca) nos bautiza en  Su santo cuerpo, que murió y resucitó. ver Jn. 6:51-58). ¿Puedes ver el fundamento de nuestra salvación?

La primera generación de Israel, que Moisés liberó de la cautividad, cruzó el mar Rojo prefigurando el bautismo en el Nombre de Jesucristo. Las cadenas demoníacas de Egipto se rompieron y los hebreos fueron libres completamente de todo poder maligno que los había esclavizado. En el bautismo  de Hechos 2:38 se rompen las cadenas del espíritu trinitario y se produce la separación del pecado del mundo político, militar, institucional religioso y materialista (Egipto). El trinitarismo es un espíritu falso y maligno oculto en la práctica católica romana de bautizar en los títulos Padre, Hijo y Espíritu Santo, y no hacerlo conforme al mandamiento de Jesucristo de bautizar en Su Nombre. Si tú reprendes y echas fuera demonios invocando los títulos trinitarios, ellos se ríen, nunca te obedecerán. Pero no pueden resistir su expulsión en el Nombre de Jesucristo. 

Muchos cristianos en tiempos pasados no lo sabían porque el clamor de medianoche (Mt. 25:6; la voz de Ap. 10:7) aun no había llegado, por tanto el Señor no les juzgará  a causa de su ignorancia. Pero, en el siglo 20 la revelación del Nombre de nuestra salvación ha llegado para todo el mundo y quienes no lo creen tendrán que dar cuenta sin ninguna excusa, porque todo lo que te estoy anunciando está escrito en la Biblia y como obra del Espíritu Santo es irrebatible.  Lo que tú necesitas es ir al Señor con humildad de corazón y pedirle que te ayude a creer y obedecer la revelación que nos ha sido enviada, para nacer de nuevo y que Cristo se forme en ti. 

Quien está oculto en el credo trinitario es la ley del pecado, el ego de satanás que reina en Egipto. Su obra autoritaria es el nicolaísmo, lo cual es un señorío sobre las personas, especialmente camuflado en las iglesias, confesiones y grupos cristianos. Es el espíritu Papal Anticristo del romanismo (Ap. 17). La Gracia de Dios nos rescató de todo eso en la cruz del Calvario y nos restaura a la fe de Jesucristo que tuvieron nuestros padres espirituales, los apóstoles del Nuevo Pacto. (Leer Gálatas 6:11-17). Conforme al misterio de Dios que tiene que ser consumado en Sus escogidos (ver Ap. 10:7), el alma, espíritu y cuerpo de cada uno de ellos que se convierte al evangelio es bautizado por el Espíritu Santo en la sangre, en la muerte y en la resurrección de Jesús para ser perfeccionado y transformado en Reino de Cristo (ver Ef. 2:6-7).

"El Padre nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de Su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados" (Col. 1:13-14).

Parte 2 
  
EL MAR ROJO  y  EL RIO JORDAN

"Volvió el mar en seco; por el río pasaron a pie; allí en El nos alegramos" (Sal. 66:6).

"El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados" (Mi. 7:19).

Proféticamente, el agua del mar Rojo y el agua del río Jordán representaron la sangre de Jesús que fluyó de El, en el Calvario. El lecho seco de ambos cursos de agua nos habla de Su cuerpo sin vida sepultado. Aquellos dos eventos: el cruce del mar  y el paso del río por el pueblo de Israel nos indican el doble testimonio que guardan los verdaderos adoradores delante de Dios. Mostramos que hemos muerto juntamente con Cristo al pecado del mundo, como los hebreos que salieron de Egipto. Y también que somos libres del pecado de nosotros mismos, como los jóvenes creyentes de Israel que salieron del desierto y pasaron el Jordán. En esas aguas es bautizado el pecador arrepentido (Jn. 3:3-5). Pero, atención aquí, sus pecados no son borrados ni remitidos por el agua física. Esa enseñanza es falsa. El agua física no salva. Es Cristo en el agua espiritual de Su palabra Quien lo hace (Ef. 5:26-27). Muchos defienden y practican el bautismo trinitario porque ponen el énfasis en el acto bautismal, es decir, en la obra de bautizarse, y ninguna obra de interpretación humana puede salvarnos. 

Pero la revelación divina del bautismo en agua es que el creyente es perdonado de sus pecados por Dios, si al bautizarse se une por fe con la muerte de Jesucristo. Por esto es necesario invocar Su Nombre. El los borró con Su sangre y los remitió al mar del olvido cuando murió en la cruz (Is. 43:25 y Mi. 7:19). Por tanto, estamos hablando de creer en Jesucristo conforme a la revelación del evangelio. Revelación es fe que obra el creer verdadero. Si a la revelación se le impide obrar, la fe está muerta en sí misma y el creyente solo sería un cristiano sin el testimonio de Dios.

La reunión del creyente con el cuerpo sin vida del  Señor en el sepulcro (prefigurado por el lecho seco del Jordán) es cuando en arrepentimiento se bautiza invocando  Su Nombre. Recién entonces es cuando pasa a ser un alma santificada y reconciliada con Dios. Sus pecados son perdonados y borrados por Su Nombre, no por el agua física y los títulos trinitarios, sino gracias a Aquel que murió en el Calvario (Hch. 22:16 y Tito 3:5). Y es por ello que después debe recibir por la fe el bautismo o baño del Espíritu Santo, que nos une con Cristo Jesús. Esto significa ser renovado espiritualmente en la resurrección del Señor y recibir el poder para andar muerto (que quiere decir separado) al pecado y vivo para Dios, porque se ha identificado con la poderosa obra expiatoria de Su Hijo Amado, por medio del evangelio (Ro. 6: 10-11). 

Ahora, debe creer y estar firme de ser un creyente justificado por Su sangre y santificado por Su muerte, que anhela y recibe el bautismo del Espíritu Santo en la resurrección y ascensión del Salvador. Debe amar la palabra de Dios y aprender por medio de ella a vivir para el Padre Eterno, porque es propiedad de Su Señor. Ahora es un renacido  por la simiente incorruptible de la palabra de verdad, el evangelio de nuestra salvación que permanece para siempre (1 Pe. 1:22-25). 

"Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hch. 2:38).

Más adelante, en la tierra de Canaán, las aguas del río Jordán estaban esperando a la segunda generación de hebreos, es decir, renacidos que ya estaban listos para ser perfeccionados en Gilgal, para la posesión del país. Fueron los descendientes del  Israel que salió de Egipto. Ellos se separaron de los incrédulos y dejaron el desierto de la compañía religiosa, entraron en la tierra santa, destruyeron los reinos amorreos de Sehón y de Og (hoy es vencer al nicolaísmo y al balaamismo institucional) y tomaron posesión del territorio que ellos ocupaban al oriente del Jordán (Nm. 21:21,35).  

Eso es apropiarse, en Cademot, de la doctrina de la Gracia. En Hesbón de la doctrina del arrepentimiento de obras muertas y en Basán, de la doctrina de la fe en Dios. Ahora debían avanzar todos juntos por el resto de la tierra, lo cual es ir adelante hacia la perfección en la palabra. Pero, antes tenían que reposar y santificarse junto al Jordán (Jos. 3:1-5). El ángel de la faz de Dios estaba allí con Josué y los sacerdotes que llevaban el arca, para  separar las aguas del río Jordán y perfeccionar a Israel en  Gilgal.

Muchos cristianos, desde mediados del siglo 20, salieron de Egipto por el clamor profético del séptimo ángel de Ap. 10:7, pero perecieron en su gestación espiritual como los hebreos en el desierto. Ellos no pudieron entrar al país de Canaán por su incredulidad para enfrentar la ley del pecado en sí mismos y la alienación cananea (el romanismo babilónico). Por lo contrario, volvieron atrás a Egipto, al viejo sistema nicolaíta, aunque muchos de ellos se hayan bautizado en el Nombre de Jesucristo. Son los cristianos que aceptaron el mensaje del profeta William M. Branham, así como aquellos israelitas que aceptaron el mensaje de Moisés, mas no se negaron a su incredulidad para nacer de nuevo. Pero la segunda generación de hebreos, hoy son creyentes de la Voz de arcángel de Cristo (1 Tes. 4:16; Ef. 4:11), nuestro Josué que nos lidera y conduce a tomar posesión  de la sabiduría del evangelio.

DOCTRINA DE BAUTISMOS JUNTO AL JORDAN

Los hebreos hicieron, antes de pasar el Jordán, un examen personal de su vidas. Eso representa nuestro deber de conocer la doctrina de los tres bautismos del Espíritu Santo en Cristo Jesús, (ver 1 Co. 1:30) para que sepamos lo que Dios nos ha concedido

1) Nuestra muerte con Jesús.  Es la justificación en Su sangre y la santificación del bautismo en Su Nombre. 

2) Nuestra resurrección con El. Es el nuevo nacimiento. 

3) La ascensión con El. Es el bautismo en el Cuerpo angelical de Cristo y en Su ministerio apostólico, para servirle en toda buena obra y edificarnos como casa espiritual y sacerdocio santo.

EL JUICIO PARA NUESTRA SALVACION

El agua del mar Rojo es salada y sabemos que la sal es purificadora. Esto indica el poder de juicio del cuerpo crucificado de Jesús sobre el pecado, la carnalidad, el mundo y el maligno. "De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte..." (Os. 13:14a). El creyente ha sido salvo en el orden siguiente:

1) Del pecado y de la maldad serpentina de la carne. 

2) De la oscuridad moral del mundo y de la tinieblas demoníacas. 

3) De la condenación de los  pecadores en el Día del Juicio (ver Ro. 10:13-15).

"Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego" (Ro. 1:16).

Debemos ver que la encarnación del evangelio en nuestra alma, espíritu y cuerpo es sal y juicio poderoso al pecado para santificarnos y librarnos de su señorío, cada día de nuestra peregrinación en la tierra. Ahora transitamos por el camino de la santidad de Cristo (Is. 35:8). Es la libertad de nuestro espíritu, como el lecho sin obstáculos del mar Rojo donde caminó Israel. Por tanto, el bautismo como nuestro mar Rojo es la separación del pecado, de la carne, del mundo y las tinieblas demoníacas, para la salvación del alma y la formación de la conciencia de Cristo en el espíritu.

LA RESTAURACION, RECONCILIACION Y PAZ CON DIOS 

Pero, el bautismo como nuestro río Jordán es la revelación de la paz y el gozo en nuestro corazón,  al ser perdonados por nuestro Dios y Padre. Es darnos cuenta que por Gracia hemos pasado por la muerte de Jesús, hacia la completa restauración de nuestro estado original en el Principio. Por tanto se ha consumado la reconciliación con el Eterno y el regreso al huerto del Edén,  más allá de Pentecostés.

 "...Allí en El nos alegramos" (Sal. 66:6b). 

El agua del río Jordán fue figura de la sangre de Jesucristo en la tierra del evangelio, que obra el fin del dominio del pecado - el  egoísmo de la carne - sobre el alma y libera el gozo de la salvación en la profundidad de nuestro espíritu (Ro. 8:1-2) ¡Aleluya! No existe más la hegemonía del ego corporal en la persona del creyente. Fue quitado por la muerte de nuestro Señor (Ro. 5:1-2). 

En síntesis, cruzar el mar Rojo y pasar el río Jordán es la aspiración y esperanza del creyente de ser uno con Cristo Jesús. El Espíritu Santo ha obrado tu fe y obediencia al evangelio, para  luego perfeccionar tu entendimiento en el conocimiento de Dios.

CONCLUSION

El arca del testimonio era Cristo en Josué y el sacerdocio, para que Israel pasara el Jordán a poseer completamente la tierra prometida.
 
Josué con los cuatro sacerdotes liderando y conduciendo a Israel es hoy el ministerio quíntuple de Su Iglesia en la tierra, con el arca del Espíritu de Cristo y Su ministerio apostólico de ascensión (ver Ef. 4:11-13).

El río Jordán abierto es la doctrina de la sangre, muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo. Con Su obra vicaria, expiatoria y redentora nos unimos por la fe en Su Nombre, para nuestra renovación y perfección.

La tierra de Canaán representa Hechos 2:38, el evangelio escrito en la Biblia que fue pervertido por el hombre. Los escogidos debemos eliminar el espíritu denominacional y las modificaciones que han oscurecido la verdad con sus credos, dogmas y tradiciones, así como los cananeos contaminaron la buena tierra con sus ídolos. El evangelio bíblico original ya no es la tierra de Canaán. No le pertenece en absoluto a los reinos y espíritus denominacionales. Es la tierra que posee el verdadero Israel de Dios.

Simiente predestinada de la Novia : 

Cristo el arca de Dios y Su ministerio está en medio de nosotros para perfeccionar nuestro entendimiento. El nos prometió que Su Venida invisible sería manifestada en nuestros corazones y nos revelaría toda la verdad de Su palabra, para que la poseamos completamente y nos preparemos con ella para el arrebatamiento físico de Su Iglesia. 

Mt. 25:6,10; Lc. 17:26,30; Jn. 14:2-3, 21; 1 Ts. 4:16a y Ap. caps. 3 y 10.