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DE GLORIA EN GLORIA



DE LA CONVERSION A LA TRANSFORMACION


Jacob fue un creyente inconverso durante veinte años. Ese fue el tiempo que transcurrió desde que él creyó en la bendición de la Primogenitura y logró usurparla del primogénito Esaú, su hermano mayor. Este era un incrédulo. Pero Jacob valoró mucho la bendición de Dios y obedeció el consejo sabio de otra creyente fiel, su madre Rebeca. Entonces arriesgó su vida y recibió la bendición de la Primogenitura, a través de su padre Isaac. Después tuvo que huir a la tierra de su tío Labán, en Padán-Aram, a fin de no ser víctima de la ira de Esaú. Cuando estaba huyendo, se durmió en cierto lugar y en sueños tuvo una gran visión de Dios. El fue visitado en su espíritu y allí en ese lugar, al que llamó Bet-el, tuvo un llamamiento celestial. El Señor le mostró Su buena voluntad para con él. Amaba a Jacob y grabó en su corazón la palabra que más adelante produciría su conversión. 

Fue guiado por sus padres a marcharse a la tierra de sus parientes por algunos días. No entendió que tenía que volver pronto, cuando la ira de Esaú se disipara. Es decir, que no tenía que estar lejos por mucho tiempo. Pero, aprovechó la oportunidad para dar rienda suelta al libre albedrío de su carne y a su fuerte ambición materialista. Por eso, respondió al llamamiento del Señor poniendo condiciones egoístas antes que renunciar a sí mismo y convertirse a Su palabra. Así es que, Jacob siguió su propio camino y fue a la tierra de los orientales (Gn. 28:20-22 y 29:1). El mensaje de Dios a su vida nos indica que a El no le agradaba que Jacob fuera un creyente interesado solo en Sus bendiciones. El era un egocéntrico, pero era un creyente. Aun no era un convertido al Yo Soy del Eterno, por lo tanto sufriría mucho al andar conforme al yo de la carne. Le esperaba tener que padecer a su tío Labán, que lo atrapó con su egoísmo y se aprovechó de sus servicios, haciéndole muchas trampas. 

Se fue y se quedó demasiado tiempo en el lugar equivocado. A decir verdad, era un esclavo de sí mismo. Un día tuvo que reconocer que si las cosas no le fueron tan bien como él esperaba, era porque algo estaba mal en su vida. Vio que todos sus esfuerzos  prosperaron a Labán y no a él y su familia. Seguro es que reflexionó amargado, porque las cosas sucedieron al revés de lo que había planificado. Deseaba que todas las bendiciones que le dio a Labán se convirtieran en su pertenencia, porque de él salió tanta riqueza. ¡Esos enormes rebaños de ovejas, cabras, asnos y camellos fueron la prosperidad de Labán, pero insólitamente los había producido él con su esfuerzo! Comenzó a ablandar el corazón y abrir la mente considerando la bendición y estima de su propia persona. Esto es algo que él debía dárselo a sí mismo, antes que los demás se lo dieran a él. Y eso agradó a Dios. El nos hizo a su imagen y semejanza, por tanto  NO aprueba el señorío del egoísmo de nadie (el egoísmo es la ley del pecado, el yo de la carne) sobre la persona humana, y menos el egoísmo de uno contra uno mismo, porque te auto esclavizas (ver Ro. 7:23).

Dios vio su aflicción y le visitó para ayudarle a ser libre, con un llamamiento por segunda vez. Le dio una visión y un mensaje que se grabó en el espíritu de Jacob. Cuando él se convirtió (se volvió) a la palabra que recibió, comenzó a cambiar su mente y decidió destruir al enemigo dictador y despótico que se ocultaba en Labán, quien no era otro que el egoísmo carnal. Donde hay egoísmo, siempre estará escondido el despojador satanás (ver Ef. 6:12). Y la Biblia nos dice cuál fue la palabra que recibió :

'Sucedió que al tiempo que las ovejas estaban en celo, alcé yo mis ojos y vi en sueños, y he aquí los machos que cubrían a las hembras eran listados, pintados y abigarrados. 

Y me dijo el ángel de Dios en sueños: Jacob. Y yo dije: Heme aquí. 

Y él dijo: Alza ahora tus ojos, y verás que todos los machos que cubren a las hembras son listados, pintados y abigarrados; porque yo he visto todo lo que Labán te ha hecho.

Yo Soy el Dios de Bet-el, donde tú ungiste la piedra, y donde me hiciste un voto. Levántate ahora y sal de esta tierra, y vuélvete a la tierra de tu nacimiento' (Gn. 31:10-13).

Entonces, creyó la palabra de salvación que le trajo el ángel de Dios. En Gn. 30:37-43 se puede leer lo que tuvo que hacer con varas verdes de álamo, de avellano y de castaño peladas y descortezadas. Esos tres árboles hoy representan el evangelio del día de Pentecostés, que predicó el apóstol Pedro. Esta es la primera palabra que todo verdadero creyente debe obedecer : 

'Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el Nombre de Jesucristo para el perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo' (Hch. 2:38). 

Jacob hizo propia en él la visión de Dios. Eso es conversión. Dejó de mirar con su carne y empezó a mirar con la visión y la palabra que recibió. Ya no aceptaba que los carneros de Labán eran blancos como el ojo del cuerpo le decía. El dijo: 'No, no son blancos, para el Señor son pintados. El quiere que yo llame las cosas que no son como las que son y que aunque no tengo nada, crea que en El lo tengo todo. Y yo lo creo. Pero ¿cómo tengo que hacer para que se cumpla la visión aquí en la realidad terrestre?' 

Y buscó, como debemos buscar nosotros, el evangelio de Dios.  Ciertamente, era grande y muy buena nueva las palabra que el ángel de Dios le predicó, para que sea libre de la esclavitud del egoísmo. Por eso digo que recibió evangelio, que en griego significa buenas nuevas. Ahora bien, él entendió que tenía que haber algo que materializara la bendición de tener esos carneros pintados de la visión, que engendraran hijos también pintados como ellos. La revelación de Dios tenía que impactar en las ovejas blancas de Labán que estaban en celo, para que produzcan crías pintadas. Había que convertir la mente de los carneros progenitores y hacer que cambiara el proceso reproductivo. 

El Espíritu de Dios inspiró a Jacob la idea de que él mismo podía cambiar la visión de los carneros que se unían con las ovejas, para que actuara el poder de Dios. Es decir, tenía que trasladarle a ellos la visión divina que se había convertido en su propia visión. Mas vale que los creyentes dejemos todas las ideas personales y asumamos la revelación divina, si queremos un cambio interior y que nos vaya bien en todo. Era un trabajo conjunto entre el Señor y él. Debía provocar que las ovejas vieran en el abrevadero, puestas delante de sus ojos, un vallado de varas peladas y descortezadas para que se vieran sus partes blancas, y en sus lastimaduras se formaran matices diferentes y llamativos, capaces de influenciar con su colorido en los animales y grabarse profundamente en su interior. Tal vez los ganaderos acostumbraban a usar esa técnica y obtenían resultados genéticos con sus rebaños. 

Lo cierto es que Jacob tuvo un sueño y él creyó en la palabra del ángel de Dios. Ahora, él se las ingenió para imitar la fotografía de carneros listados y pintados  que había visto. Y puso delante de ellas todo ese espectáculo colorido de varas cortadas y heridas de álamo, avellano y castaño, para que se conviertan las ovejas blancas en ovejas pintadas. Esta unión de las ovejas delante de las varas, es la unión de nuestro mente y de nuestro corazón con la muerte de Jesús. Este es el punto. Que el Señor te conceda creer, como creyó Jacob en los árboles heridos de álamo, avellano y castaño. Los tres árboles prefiguraron el alma, el espíritu y el cuerpo de Jesús en la cruz. Es por Su muerte en ti y por tu unidad con ella, que puedes obtener el nuevo nacimiento, tu completa conversión. Cristo es el patrimonio prometido a los renacidos. Los creyentes que consumaron su conversión naciendo de nuevo son  los que pasan a ser transformados en el varón perfecto de Efesios 4:13.

Escrito está: 

'Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en Su Nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios' (Jn. 1:12). 

La conversión de Jacob y las ovejas blancas a la palabra de Dios fue también, a continuación, la transformación de su pobreza en gran prosperidad material. La gestación de una persona nueva estaba en marcha en el alma de Jacob. Allí, él se arrepintió de su autosuficiencia, de su orgullo humano y de vivir apoyándose en su propia fuerza humana. Vio que era mejor arrepentirse de sí mismo y volverse al Señor, recibiendo siempre Su Santo Espíritu. Al unirse con el evangelio de Dios las puertas de una nueva vida se abrieron para él. Logró regresar a la tierra de su nacimiento, donde habría de ser transformado en otro hombre. De ser nombrado Jacob, pasó a ser nombrado Israel por el Espíritu de Dios, después que pasó por las aguas del arroyo de Peniel (ver Gn. 32: 23 y 30).

Hoy, el creyente verdadero debe convertirse por la fe en uno con la muerte y la resurrección de Jesús, creyendo y obedeciendo la palabra de Hechos 2:38 y 3:19-20, para santificarse y nacer de nuevo. El nombre que tiene en esta vida terrenal, en el cielo será cambiado por un nuevo nombre al pasar por las aguas del bautismo en el Nombre de Jesucristo '...De Quién toma Nombre toda (Su) familia en el cielo y en la tierra' (Ef. 3:15). Y en Peniel nacerá de nuevo, siendo convertido en un hijo de Dios. 

Jesús le dice a la familia de Dios:

'Todo el que tenga oídos para oír debe escuchar al Espíritu y entender lo que él dice a las iglesias: A todos los que salgan vencedores, les daré del maná que ha sido escondido en el cielo. Y le daré a cada uno una piedra blanca, y en la piedra estará grabado un nombre nuevo que nadie comprende, aparte de aquel que lo recibe' (Ap. 2:17 - Biblia Nueva Traducción Viviente).

'Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan tiempos de refrigerio de la presencia del Señor, y El envíe a Jesucristo que os fue antes anunciado ' (Hch. 3:19-20).

'Pero cuando alguno se convierte al Señor, el velo (de la carne) se va quitando, porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad. Pero nosotros todos, con rostro descubierto (nuestro espíritu libre), contemplando como en un espejo la gloria del Señor (Su palabra), vamos siendo transformados por el Espíritu, de gloria en gloria, en la misma imagen del Señor' (2 Co. 3:16-18 - Biblia Textual).

'No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cual es la buena voluntad de Dios, que es agradable y perfecta' (Ro. 12:2).

A través de estos versos bíblicos, vamos a escudriñar las palabras conversión y transformación. Muchos hermanos en la fe se han preguntado cuál es la diferencia, o si es lo mismo ser convertidos que ser transformados. Preguntando al Señor en oración, he podido comprender que para ser transformado primero tengo que ser convertido. Tiene que existir el cambio de la mente, para la transformación de la persona. La conversión es un proceso. Comienza con el cambio mental del creyente que se entrega voluntariamente al Señor. La transformación es el crecimiento espiritual del alma, es decir, la persona convertida al evangelio. El convertido debe tener conocimiento de cuál es la voluntad del Señor y estar dispuesto a ser transformado en un hijo de Dios maduro en su alma y espíritu (Ef. 4:13). Una roca y una columna espiritual en el Cuerpo de Cristo. Como le dijo a Su profeta Jeremías:

'Porque he aquí que yo te he puesto en este día como ciudad fortificada, como columna de hierro, y como muro de bronce contra toda esta tierra, contra los reyes de Judá, sus príncipes, sus sacerdotes, y el pueblo de la tierra. Y pelearán contra  ti, pero no te vencerán; porque Yo estoy contigo, dice el Señor, para librarte' (Jer. 1:18-19).

LA GLORIA DE NUESTRA CONVERSION

'...Entre las cuales (almas creyentes) estáis también vosotros, llamados a ser de Jesucristo; a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo' (Ro. 1:6-7).

La conversión comienza con el arrepentimiento del pecado (el egoísmo). Esto es un cambio inmediato inspirado por el Espíritu Santo a la mente del creyente, por lo tanto renuncia al pecado. Pero, la completa y verdadera conversión es cuando tú acudes de todo corazón, con fe y buena voluntad,  a ser de Jesucristo y obedeces el evangelio para ser santo. Dos veces la palabra ser representan la conversión a Jesucristo y a Su sacrificio, porque El y Su obra expiatoria están contenidos en las palabras del evangelio. Entonces serás libre del viejo egoísmo por el poder del Espíritu Santo, que resucitó a Jesús de la muerte. 

Convertirse a Jesucristo es creer en El y obedecer el evangelio para nacer de nuevo. Simplemente, eso es la conversión por medio de la fe. Aquí es donde el creyente se da cuenta que tiene que elegir entre Cristo o él, entre el bien o el mal, entre el cielo o el infierno y entre el mundo o la vida eterna. El creyente verdadero se une con la Eternidad. No titubea en obedecer los tres mandamientos de Hechos 2:38: El arrepentimiento, el bautismo en el Nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibir la promesa del Espíritu Santo. 

Allí tienes los tres árboles de álamo, avellano y castaño, que fueron heridos por Jacob para su propia salvación. El álamo nos habla del alma de Jesús el Hijo del Hombre, el avellano es Su espíritu y el castaño es Su cuerpo. Su alma, Su espíritu y Su cuerpo, todo Su ser fue crucificado y sufrió por ti y por mí las heridas de la muerte (el castigo) que nosotros merecíamos por nuestros pecados. Creer en El es un vínculo con Su alma. Arrepentirse es un vínculo con Su espíritu, que se encuentra en el mandato divino del arrepentimiento. El bautismo en las aguas en el Nombre de Jesucristo es la unión con Su cuerpo sepultado. La unión con Su muerte es para ser resucitados con el poder de Su resurrección de entre los muertos y nacer de nuevo. ¡Vamos de gloria en gloria en El, por medio de El y para El...! Una gloria que recibimos del Espíritu Santo es  la conversión a Su Nombre Jesucristo (ver Ro. 10:10) en el bautismo. La gloria siguiente es el nuevo nacimiento que obra el don del  Espíritu Santo, para completar su conversión. 

'Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados' (Is. 53:4-5).

Si una persona, aun llamándose cristiana, no puede convertirse al evangelio de la Biblia es porque no ha creído en Jesucristo, no le ha aceptado con integridad, ni se ha arrepentido del pecado. El pecado es incredulidad, orgullo, necedad, auto destrucción y rebeldía que cuestiona el evangelio de Dios. Tristemente, muchos prefieren el engaño del evangelio trinitario que heredó el mundo - iglesias protestantes y evangélicas desde el tercer siglo hasta hoy, de la organización eclesiástica católica romana y sus tres levaduras en el Concilio de Nicea del año 325 d.C (leer Lc. 13:21-24). Su falso argumento es que los apóstoles, en el libro de los Hechos, interpretaron a su manera el mandamiento de convertir a las naciones por medio del evangelio que ordenó el Señor Jesucristo. Desconocen deliberadamente que el apostolado de aquellos siervos de Dios es el Ministerio de la Ascensión de Jesucristo. Por tanto no hay ninguna contradicción en el Señor, sino que esta se encuentra en sus mentes porque es lo que les han enseñado muchos hombres que se auto nombraron ministros de Dios, que jamás han sido enviados por El, porque Su Espíritu no se contradice. Así es que todos darán cuenta en aquel día al Juez Justo (ver Mateo 7:23). 

Ahora, en cuanto a la doctrina de la conversión, vemos que es un cambio humano por fe y voluntario, que nos conduce al nuevo nacimiento. La conversión a la voluntad de Dios es cuando te entregas a Jesucristo y al evangelio apostólico de la Biblia  para santificarte,  separándote de toda interpretación humana. Es la conversión que viene del Espíritu de Dios. En ella no hay controversias ni discrepancias. Las diferencias religiosas demuestran la existencia de un falso espíritu que siempre ha pretendido imitar al Espíritu Santo Verdadero (ver Jn. 14:17). Pero los escogidos no serán engañados (Mt. 24:24) porque ellos buscan la conversión genuina y rechazan continuamente las mentiras del siglo pecador del hombre, y sobre todo las doctrinas erradas del mundo - iglesias. 

La conversión es santificarnos de todo lo que es el egoísmo (pecado) del mundo, durante todo el tiempo de nuestra peregrinación en la tierra. Conversión es sinónimo de santificación. Y santificación es separación, limpieza, liberación, sanidad, salvación y consagración. Miremos muy bien, hermanos en Cristo, lo que significa para Dios la verdadera conversión y cuál es el significado correcto de Romanos 12:2. Se refiere a un esfuerzo de fe en mantener nuestro cambio mental y sentimental con respecto al mundo, tratando de mantenernos firmes en nuestra voluntad, y fuertes en el hombre interior de nuestro espíritu. ¿Cómo lo podemos conseguir...? De esta manera : Siendo llenos del Espíritu Santo y la revelación de Su palabra. Es viniendo siempre al Padre en oración, pidiéndole y tomando por fe la mente de Cristo para poder entender las Sagradas Escrituras. Hay que mantener la conversión, así como se cuidan las plantas en el jardín para que estén siempre sanas, verdes y floridas, porque el espíritu es quien lo necesita en forma permanente. Es por causa de estar convertidos a la revelación de la palabra de Dios, que poseemos el entendimiento espiritual renovado. Por tanto, el Señor nos perfecciona el entendimiento de Su palabra para que podamos colaborar a continuación con la obra transformadora de Su Espíritu, en nuestro ser (ver 2 Pe. 1:19-21). 

LA GLORIA DE NUESTRA TRANSFORMACION

 '...Vamos siendo transformados por el Espíritu, de gloria en gloria, en la misma imagen del Señor' (2 Co. 3:18b). 

Esta obra es de naturaleza divina. El convertido es  llevado a una dimensión más alta en el Reino del Espíritu de Dios, porque está santificado, nacido de nuevo y salvo.  En ese lugar supremo es donde se unen la fe y el conocimiento del Hijo de Dios en su corazón y mente, y es transformado su ser humano renacido, en forma gradual, en un varón espiritual perfecto (Ef. 4:13). El creyente convertido por el nuevo nacimiento, es un hijo de Dios con el Espíritu de Cristo, que le es dado por el Espíritu Santo (Is. 9:6). Su alma, espíritu y cuerpo son uno con el evangelio de la cruz, y ahora Cristo lo reúne con El para que pueda crecer en la misma forma humana y divina que creció Jesús el Hijo del Hombre. 

Ahora el creyente sabe lo que es ser un hijo de Dios, porque tiene al Hijo de Dios en su corazón. Puede decir como el apóstol Pablo:

'Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, El cual me amó y se entregó a sí mismo por mí' (Gál. 2:20). 

Y que tengas la mente de Cristo es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta para todos Sus hijos. Hay algo que  nos debe quedar claro : que nuestra conversión humana en hombre nuevo, y luego la transformación que obra el Espíritu Santo, es todo una obra de Gracia por medio de la cual hemos creído. Pero también, a través de Su amor, sabiduría y poder, somos colaboradores con el Señor de la conversión y la transformación de otros creyentes verdaderos. 

'Cada uno, según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme Gracia de Dios. Si alguno habla, hable conforme  a las palabras de Dios; si alguna ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén (1 Pe. 4:10-11).


Noviembre 2023